El Madrid gana en paz
El equipo madridista, con oficio pero sin brillantez, logra en Vallecas una victoria para el sosiego
Precisamente en Vallecas, a deshora, en un partido intempestivo, fuera de sazón, el Madrid vio la luz fuera de Chamartín. Tras sus turbulencias en Getafe y Sevilla, el campeón tramitó ante el Rayo una victoria sedante. No dejó un partido para el recuerdo, ni mucho menos, pero supo adaptarse a las circunstancias. De un lado, a las que obliga el menguado estadio de Vallecas, en el que a nadie le resulta cómodo encontrar rendijas, en el que cada jugada exige precisión de cirujano. El Madrid también debía medirse a sí mismo tras las pesadumbres de este inicio de curso. El acelerón del Barça le impide todo respiro.
Rayo, 0 - Real Madrid, 2
Rayo Vallecano: Rubén; Tito (Trashorras, m. 77), Labaka, Amat, Casado; José Carlos (Nicki Bille, m. 83), Javi Fuego, Lass, Chori Domínguez (Piti, m. 68); Leo Baptistão y Delibasic. No utilizados: Dani; Gálvez, Abu y Adrián.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Essien, Xabi Alonso; Di María (Khedira, m. 77), Modric (Özil, m. 64), Cristiano Ronaldo; y Benzema (Higuaín, m. 71). No utilizados: Adán; Varane, Albiol y Kaká.
Goles:0-1. M. 13. Benzema. 0-2. M. 70. Cristiano Ronaldo, de penalti.
Árbitro: Fernández Borbalán. Expulsó a Casado (m. 92) por dos tarjetas amarillas y amonestó a Essien, Arbeloa, Chori Domínguez, Xabi Alonso y Amat. Unos 12.000 espectadores en Vallecas.
En estas condiciones, el equipo, deshilvanado en muchas fases del duelo, despachó a su adversario con menos suficiencia de la que mereció por su producción ofensiva. Sin brillantez, con oficio, fue capaz de cosechar un puñado de oportunidades. Prueba de que el Madrid, demoledor cuando desenfundaba, aún no se reconoce. Se evidenció de inicio, en la primera media hora, en la que Pepe, Modric y Cristiano se quedaron a un dedo del gol. Aturdido el Rayo, equipo de buen propósito para sacar la pelota jugada desde la zaga, pero sin piernas para ello, el Madrid encontró un atajo como le gusta, a toda pastilla. Una jugada singular: Cristiano y Di María, los dos extremos, coincidieron en el costado izquierdo. El portugués dio carrete al argentino y este tiró de cartabón para citar a Benzema con el gol. El Fideo es un correo de primera: ha asistido en cuatro de los siete goles que lleva su equipo en la Liga.
El tanto y el curso del juego auguraban un partido sencillo para el grupo madridista. Pero el equipo es propenso a gestionar el marcador favorable con una mutación. Poco a poco, pese al nudo de los defensas locales ante cualquier mínimo agobio, el Madrid cambió el paso. Del protagonismo de gente como Di María y Benzema a la exuberancia de Pepe, esta noche con Sergio Ramos indultado. O, lo que es lo mismo, marcha atrás y a la contra. Una concesión para cualquiera, por inferior que se sienta todo rival.
Di María es un correo: ha asistido en cuatro de los siete goles de los blancos
Sin cadenas, el Rayo, que es otro cuando gravita sobre Leo, brasileño que mejora cada escena del juego, cogió aire cerca de Casillas hasta que estuvo a punto de hacer cumbre. Delibasic retó al capitán madridista con un buen cabezazo y, tras el rechace del portero, Labaka remató a puerta abierta, donde el único guardián era Xabi Alonso, que logró despejar con el pecho. Un aviso para el Madrid, que no encontró solución en Modric, que ha tomado la delantera a Özil como hilo conductor. A ambos, que no son futbolistas de gran depósito físico, sobre todo el croata, les supera su propio equipo cuando se hace largo y no consiente pausa alguna. Situación que no perturba a gente como Essien, uno de esos ordenanzas con los que convive Alonso, un futbolista con poderosa carrocería.
Cristiano ha perdido algo de puntería. Habrá que ver si el embrujo es pasajero
Con el Madrid en tercera, más atento al marcador que al juego, y el Rayo sin mucho vuelo, el encuentro derivó en sesión continua de despropósitos, al fútbol patoso. Malos controles, pases erráticos, con la pelota brinca que brinca. En pleno espanto, Arbeloa se alió con el adversario y su temeraria cesión a Casillas dentro del área se torció y acabó a pies de Delibasic, que, pasmado, no llegó al balón. Ahí se quebró el Rayo, que no tuvo para más. Contenido por los centrales del Madrid, bien auxiliados por Alonso, el equipo de Paco Jémez se quedó sin carrete. Mourinho movió el cesto, con Özil por Modric, un relevo que ya es un clásico. Como el testigo entre Benzema e Higuaín, también protagonista en el tramo final.
Abierto el resultado, el Madrid tardó en bajar la persiana lo que tardó un rival en entregar la cuchara. Lo hizo Amat, que, a un centro raso de Cristiano sin mucha alerta para la zaga franjirroja, se fue al suelo y braceó la pelota. Lo advirtió el asistente, que poco antes censuró por error un gol de Benzema, al que no otorgó la licencia de la ley de la ventaja al interpretar que estaba en fuera de juego, imposible al llegarle el balón de un rechace del contrario. Cristiano acertó con el penalti y, casi al instante, puso el acento en el hechizo que ha perdido el Madrid. Solo, sin moscas siquiera a su alrededor y bajo los palos, estrelló el balón en un poste. Nada que ver con ese Madrid de mazo poderoso, capaz de anotar dos goles con un cuarto de ocasión. Rachas del fútbol, a veces bacheado hasta para los mejores.
Nadie como Cristiano da idea del percutor del Madrid: con el de esta noche lleva 152 goles en 152 partidos como madridista. Hoy, como todos los que le acompañan, ha perdido algo de puntería. En un equipo en el que el juego no es primordial, habrá que ver si el embrujo es pasajero. De momento, en Vallecas encontró el alivio que necesitaba. Por fin se fue en paz de un partido, sin reproches propios.
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