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Abierto hasta el amanecer

Los pilotos mantienen el horario europeo y cenan a las tres de la mañana en un gran premio nocturno que, por sus exigencias físicas, les lleva al límite

Oriol Puigdemont
Panorámica del circuito donde se corre el Gran Premio de Singapur durante los entrenamientos
Panorámica del circuito donde se corre el Gran Premio de Singapur durante los entrenamientosbryan van der beek (AP)

En cualquier otra ciudad del mundo, quien viera a un piloto de fórmula 1 dando un paseo por la calle a las tres de la madrugada un viernes de gran premio, seguramente pensaría que se está jugando el puesto. Sin embargo, eso es lo más normal en Singapur, donde las escuderías mantienen las rutinas del horario europeo aunque eso les lleve a seguir unos hábitos tan estrafalarios como, por ejemplo, comer a las ocho de la tarde, cenar a las tres de la mañana o irse a la cama a las cinco. En esta prueba la actividad transcurre durante la tarde-noche, a las ocho concretamente en el caso de la carrera (14:00 horas en España), y eso obliga a los miembros de esta caravana itinerante a cambiar el día por la noche.

Los pilotos se enfrentan al escenario más exigente del año desde el punto de vista físico

Ayer, por ejemplo, la segunda sesión de ensayos libres que cerró la primera jornada terminó a las once de la noche. A partir del momento en que los protagonistas pusieron el pie en el suelo, tuvieron que cumplir con todas sus obligaciones, pero ocho horas más tarde de lo habitual. Primero atendieron a la prensa y después comenzaron a estudiar los datos obtenidos para planificar la sesión de hoy, sobre todo con vistas a la cronometrada (15:00 horas, Antena 3 y TV3). Muchos de ellos no abandonaron Marina Bay hasta pasadas las tres, antes de cenar algo, descansar otro poco e irse a dormir. Al día siguiente, son pocos los que se levantan antes de la una.

No es la única peculiaridad de este gran premio. En cualquier otra cita del calendario, los técnicos no pueden entrar el domingo en los talleres antes de las ocho de la mañana, a seis horas para el apagón de los semáforos, mientras que el toque de queda establecido para mañana finaliza a las dos de la tarde. A todo este desbarajuste hay que sumarle, para rematarlo, que los pilotos se enfrentan al escenario más exigente del año desde el punto de vista físico, una tortura que lleva al límite el cuerpo de estos atletas, que año tras año llegan a Singapur y piden, ya sin ninguna brizna de esperanza, que la organización reduzca el kilometraje del gran premio, programado a 61 vueltas. El calor habitual de la zona (29 grados en la sesión nocturna de ayer), combinado con una humedad que en muchos casos supera el 85%, crea una atmósfera sofocante que se convierte en horroroso cuando los corredores se introducen en sus minúsculos habitáculos. Si, como inicialmente está previsto para mañana, además se pone a llover, el panorama puede llegar a ser prácticamente insoportable en el caso de que la cosa se alargue por la presencia de un coche de seguridad.

El año pasado perdí cuatro kilos y medio solo el domingo" Jaime Alguersuari

“Las últimas diez vueltas son terribles, llegas a desear que el coche reviente para que termine el calvario”, reconoce uno de los competidores, que, como es obvio, prefiere no dar su nombre para evitar que sus jefes le toquen la cara. “Casi preferiría ejercer de comentarista, desde una de las cabinas con aire acondicionado”, bromea Lewis Hamilton. “El año pasado perdí cuatro kilos y medio solo el domingo. Nada más terminar me bebí dos botellas de litro y medio de agua en menos de 10 minutos”, recuerda Jaime Alguersuari. De hecho, los pilotos están tan extenuados al cruzar la línea de meta que la organización les tiene preparada una sala en la que entran hechos papilla, se tumban en el suelo y se recuperan un poco, una habitación vetada a las cámaras, antes de salir tan panchos, como si el calvario que acaban de soportar no les hubiera afectado para nada.

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