El Real Madrid y el traje de las remontadas
Hacía siete años que el equipo blanco no ganaba un partido de Liga de Campeones que comenzaba perdiendo
El Real Madrid se puso anoche un traje que tiene unas hechuras trabajadas por el club durante los últimos cuarenta años. Es el traje de las remontadas en las noches de etiqueta, que son las de Liga de Campeones. Lo dijo José Mourinho, técnico del equipo, al terminar el partido, manchadas las perneras de sus pantalones grises después de deslizarse sobre el césped del Bernabéu para celebrar el tanto que culminó la remontada (2-3): “Esto es digno de la historia del Madrid”. Con “esto” se refería al partido, en el que sus jugadores lucharon “como animales”, pero hablaba, sobre todo, del camino que llevó a la victoria, un empedrado que provocó dos severos tropezones y, también, que el equipo se levantara por dos veces. Con la “historia del Madrid” se refería a esa leyenda que alude al espíritu irreductible del club. Ya se sabe: el espíritu de Juanito, el miedo escénico, “noventa minuti son molto longo”, el carácter indomable y la mística del Bernabéu. Ayer, volvió a funcionar.
Dicen los datos que la historia reciente no está a la altura de su mito en Europa, pero ayer el Real Madrid volvió a mutar la leyenda, esa que dice que nunca se rinde, en un hecho. Así que la prensa recoge el guante y hoy imprime la leyenda. “¡Qué show!”, exclama el Corriere dello Sport. “Este Real Madrid es asombroso [Ce Real est renversant]”, titula L’Equipe, haciendo un guiño en el original con la palabra “renversant” (“asombroso” y participio presente de “dar la vuelta”). Hacía siete años que el Real Madrid no ganaba un partido de Liga de Campeones que comenzaba perdiendo. El último, hasta ayer, fue el 20 de octubre de 2005. Llegó el Rosenborg al estadio blanco, un rival de escaso fuste y para sorpresa de casi todos, se adelantó en el marcador. Pero, como también casi todos preveían, el equipo blanco acabó imponiéndose y goleando (4-1). Desde entonces, se acabaron las remontadas europeas en el Bernabéu. En Liga hubo muchas, y algunas sirvieron para ganar ligas, como aquella ante el Espanyol de la temporada 2006-07. Pero en Europa, ninguna que llevarse a la boca, o al corazón, porque las remontadas ganan partidos pero, también, adhesiones, alegrías y alguna taquicardia.
Desde octubre de 2005, se acabaron las remontadas europeas en el Bernabéu
Existe algo adictivo en ellas, de modo que cada vez que el equipo blanco pierde el primer partido de una eliminatoria se apela a su recuerdo. Casi parece que fuese mejor perder porque las alegrías tras las penas son más fuertes, como si el premio tras el sufrimiento tuviera un sabor más dulce. El caso es que las remontadas provocan tal éxtasis comunal que su recuerdo permanece, inspira y crea, casi, una suerte de destino inevitable aunque, obviamente, no sea así. El Derby County fue la víctima de la primera gran remontada europea del Real Madrid. El equipo blanco, dirigido por Miljan Miljanic, dio una respuesta tan colosal al 4-1 que recibió en el partido de ida de octavos de final de la Copa de Europa de la temporada 1975-76, que acabó construyendo sobre ella gran parte de su leyenda. Dos goles marcó Roberto Martínez y otro hizo Santillana, antes de que George, como ayer Kolarov, helase nuevamente el Bernabéu. Pero eso, como ayer, se convirtió para el Real Madrid en una oportunidad para alcanzar el delirio colectivo. Pirri anotó un penalti cometido sobre Amancio y el cántabro culminó la gesta en el descuento.
Desde entonces, cada eliminatoria que se le puso cuesta arriba el Real Madrid la encaró imaginándose la gloria de llegar a la cima entre los vítores de su público. Apelando a un precedente que otros clubes también podrían invocar, el Real Madrid convirtió la leyenda en hechos. Primero, eliminando al Celtic de Glasgow en la Copa de Europa de la temporada 1979-80, después de caer en Escocia 2-0. En 1984, volteando (6-1) una eliminatoria de octavos de final de la Copa de la UEFA puesta del revés por la victoria del Anderlecht (3-0) en la ida. Y sobre todo, en las semifinales, con un susurro, cuando Juanito le advirtió a Bini aquello de que “noventa minutos en el Bernabéu son muy largos”, en un particular italiano: “Noventa minuti son molto longo”. La última gran remontada (ante el Bayern, en 2002; 2-1 en la ida y 2-0 en la vuelta) abrió el camino a la novena Copa de Europa del club.
Ayer volvió a ocurrir, de modo que el Real Madrid enderezó un partido que estaba muy torcido a cinco minutos del final. Apeló, de nuevo, al carácter aguerrido, intrépido, con un punto temerario, que tan poco académico resulta y que tanta satisfacción deja. No era una eliminatoria, pero sí el cruce en casa ante el rival a priori más complicado de un grupo tremendamente competitivo. Ese rival se adelantó dos veces en el marcador. “Hemos sufrido un gol y hemos continuado. Hemos sufrido un segundo gol y hemos continuado. Hemos empatado y hemos continuado”, resumió Mourinho. Como tantas otras veces, como hacía tiempo que no ocurría, el Real Madrid se puso ayer su gastado traje de etiqueta.
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