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Dos reyes en la cuesta del martirio

Purito golpea de nuevo a Contador, y ambos retrasan a Froome y Valverde en una subida imponente

Purito se va de Contador en el último puerto.
Purito se va de Contador en el último puerto.J. ETXABURU (REUTERS)

Había que andar 188 kilómetros por la costa, con la brisa, el olor a salitre y por paraíso gallego que serena los nervios. Había que andar una panzada para dejarse el alma en los dos últimos kilómetros de ascensión al Mirador de Ézaro, otro paraíso, esta vez verde, no azul, pero exigente como solo la naturaleza lo sabe ser. Allí se ponía en juego todo, entre porcentajes que no bajaban del 14% y alcanzaban el 25%, y en un pis pas de 2.000 metros, sin tiempo a especular, a descansar, a medir, a calcular. P´arriba y punto. Corta subida, dura y con un tabique final sin agarradera posible. Es decir, lo ideal para Purito y para Valverde, ellos tan explosivos, tan reactivos en las distancias cortas, algo así como especialistas en sprints de montaña. Interesante para Contador y dudosa para Froome, más de tranco largo que de pedalada rápida. Purito fue Purito, Contador se pareció a Contador, Valverde amagó con ser Valverde y Froome ratificó que algo le ha picado en la musculatura porque volvió a quedarse rezagado y necesitó la ayuda impagable de su compañero, el colombiano Henao, aunque por momentos pareció incapaz de resistir su mano tendida.

Joaquím guardó sus triunfos para las últimas jugadas. Dejó a Contador que peleara con Froome y aguantó su estela en busca de la última carta

Tenía Purito Rodríguez la misión entre ceja y ceja de ampliar el segundo que le separaba de Alberto Contador, el diablo, en la clasificación general. Lo había dicho antes de la contrarreloj de Pontevedra: “Pase lo que pase, tengo que volver a comenzar después y la etapa de Ézaro me gusta”. ¡Vaya que si le gusto! Se diría que la saboreó, la paladeó. Abortaron la fuga previa, (su equipo con la ayuda inestimable del Movistar) la ritual, el ataque posterior de Antón y en cuanto la rampa adquirió el22%, Purito Rodríguez sacó el hacha y golpeó el asfalto como quien ataca a una madera. Solo le siguió Contador, tan frenético como el catalán, tan sabedor de que este podía ser un gran día y en ningún caso debía ser un mal día. La cuadrilla se había roto en cuanto Purito hincó el pie en el pedal y apretó los dientes. Le seguía Contador, que de ponto miró hacia atrás y vio en la lejanía a Valverde haciendo esfuerzos titánicos por engancharles con una goma. Pero no vio a Froome, allí perdido, como si se hubiera equivocado de cruce. Y atacó el madrileño, más para olvidar al keniano que por dejar a Purito, aunque el maillot rojo estaba en juego. Las bonificaciones o una pedalada decidían el liderato. Algo así como si hubieran cambiado de juego y ahora decidiesen las diez de últimas en el tute.

Joaquím guardó sus triunfos para las últimas jugadas. Dejó a Contador que peleara con Froome y aguantó su estela en busca de la última carta. Purito es más rápido que Contador, más ardiente, es nitroglicerina frente a la pólvora del de Pinto. Y cuando adivinó la meta, esprintó cual Degenkolb cualquiera y cruzó la línea blanca, con ocho segundos sobre Contador, 13 sobre Valverde (otra vez mejor en el final que en el medio) y 23 sobre Froome, que sigue emitiendo malas señales, malas sensaciones, malos pronósticos. Si fuera un tahúr se diría que está fingiendo, pero no lo es. Juega limpio. Y ahora no tiene cartas que jugar. La baraja se la reparten Purito y Contador, los más fuertes, los más intensos. Purito midiendo con el centímetro sus ataques, Contador con una fe entre romántica y revolucionaria, jugándose cada palmo de carretera, cada segundo (aquí ya nadie habla de minutos), como si la Vuelta terminase cada día y no fuera a recomenzar jamás. Como una novela por entregas (no confundir con una telenovela, por Dios) de aquellas que escribían los grandes escritores y devoraban los grandes lectores.

Hasta hace poco tenía Purito Rodríguez un aire de forajido, de rufián de esos que huyen de la policía con un escarceo, un engaño, un correcaminos, dos revueltas. Ahora es más cerebral, más calculador, más informático. Ni la inquietante presencia de Contador le altera el ritmo cardíaco. De momento, ha conseguido que parezca un mano a mano, dejando atrás a Froome y Valverde, aunque de forma tan escasa que cualquier brindis puede ser un brindis con agua. Lo sabe y sabe que hasta la fecha siempre ha vencido a Contador (contrarreloj aparte), un factor psicológico nada despreciable. El forajido resulta que era el cerebro de la trama. Pero aún no se ha llevado el botín.

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