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El Liverpool se da y se quita

Excelente a balón parado, el equipo de Brendan Rodgers se condena al empate contra el Manchester City por sus errores defensivos

Jordi Quixano
Tévez resuelve tras el error de Skrtel.
Tévez resuelve tras el error de Skrtel.Michael Regan (Getty Images)

El Liverpool juega poco al fútbol, pero apenas le hace falta conjugar el cuero para disputar los encuentros. Entiende las jugadas a balón parado como la mejor de las armas y le alcanza con remates puntuales y, sobre todo, con la inspiración de Luis Suárez para desportillar al más pintado. Un cóctel que a punto estuvo de destrozar al Manchester City, valiente en su envite y desastroso en la ejecución, solo catapultado por un tremendo error de Skrtel, que cedió hacia Reina y se lo entregó a Tévez, inflexible en cuanto al gol se refiere. Firmaron las tablas, pero fue el Liverpool el que hizo y deshizo, el que se dio y se quitó, el que se encumbró y despeñó.

LIVERPOOL, 2 – MANCHESTER CITY, 2

Liverpool: Reina; Kelly (José Enrique, m. 66), Coates, Skrtel, Johnson; Lucas Leiva (Shelvey, m. 5), Allen, Gerrard; Borini (Carroll, m. 84), Suárez y Sterling. No utilizados: Jones; Downing, Henderson y Carragher.

Manchester City: Hart; Kompany, Kolo Touré, Kolarov (Silva, m. 76); De Jong, Touré; Milner, Nasri (Rodwell, m. 60), Zabaleta; Tévez y Balotelli (Dzeko, m. 62). No utilizados: Pantilimon; Razak, Lescott y Savic.

Goles: 1-0. M. 34. Skrtel remata de cabeza un córner sacado por Gerrard. 1-1. M. 64. Yayá Touré aprovecha un mal rechazo de Kelly. 2-1. M. 67. Luis Suárez, de falta. 2-2. M. 80. Tévez resuelve tras un error tremendo error de Skrtel.

Árbitro: Andre Marriner.

Anfield. 45.000 espectadores.

Lejos de esa versión rácana que le definió hace dos años y que tanto le costó sacudirse el curso anterior, Mancini persigue ahora más posesión del cuero y fútbol de ataque, validado por el 3-5-2 que planteó. Jugar con defensa de tres, manual de Cruyff con el dream team exportado a finales de los 80 de esos equipos holandeses punteros como el Ajax, expresa la intención de ser mejor que el rival, al menos de marcar un tanto más que el contrario. Se conceden más huecos para las carreras en profundidad y, por consiguiente, también más ocasiones a cambio de cobrarse protagonismo en campo ajeno, con más hombres para proteger el cuero, con más facilidad para las llegadas desde la segunda línea, con superioridades en las zonas calientes. Ocurre, sin embargo, que ni el Liverpool atina a dar dos pases seguidos y que el Manchester City acumula músculo en la medular, con dos ejes atornillados –a Touré no se le vio el pelo-, con un extremo izquierdo de pega (Zabaleta o Kolarov). Demasiados matices defensivos que chocan con la idea original. El problema grande, en cualquier caso, fue la escasa participación de Nasri en el juego. Sus pies, toda vez que Silva no fue titular (según el propio club, el mediapunta no estaba al ciento por ciento después del poco descanso que había tenido tras la Eurocopa), eran el trampolín necesario; sus ojos, el ordenador que leía los sucesivos desmarques de Balotelli y, sobre todo, Tévez. Una vez se entendieron Nasri y Tévez, cuando el medio le filtró un pase al hueco; cuando el delantero dribló al portero pero pisó línea de fondo y lanzó un disparo imposible que solo el poste le negó la gloria.

Para el Liverpool el juego no es tan complicado, sobre todo porque Brendan Rodgers discute con los aliños, empecinado en destilar un fútbol directo y vertical, apenas sin fronteras. No le interesa gobernar el balón ni el duelo, sino las dos áreas, como aclaró el técnico con su 4-3-3, con los extremos exigidos a llegar al segundo palo cuando la jugada transcurre por el otro costado, con los volantes obligados a cerrar la casa cuando el rival aprieta. Ni siquiera se notó la baja de Lucas Leiva al arrancar el duelo, roto muscularmente, porque no hay medio que organice, a la espera de Sahin –estaba en el banquillo vestido de calle- y de su librillo. Se remite el Liverpool, así, a los fogonazos en campo contrario, también a las jugadas a balón parado. Su ataque llega en chispazos pero con todo, con la idea de absorber el cuero en los costados para tirar centros. Artimaña que apenas inquietó al City, con torres por defensas, más allá de ese balón que colgó al punto de penalti el descarado Sterling –jamaicano de 17 años que corre que se las pela y que no se lo piensa dos veces para encarar - que Borini no enfiló a la red de chiripa.

Un tremendo error de Skrtel, que cedió hacia Reina y se lo entregó a Tévez, validó el empate

Pero sí que le hicieron daño a los citizens las jugadas de estrategia, imprevisible como es en esta suerte el equipo de Rodgers, que a cada falta lateral o saque de esquina tira de la pizarra como pocos, elogio al laboratorio. En una de esas, Gerrard –que las pone como los ángeles- metió el cuero en el segundo palo, donde Coates hizo de muro para que no saliera de sitio Kolo Touré, para que Skrtel se moviera a sus anchas. Así, el zaguero -licencia que le permitió Kolarov porque le marcó de lejos- irrumpió eléctrico desde atrás y cabeceó el cuero con fiereza, tanta que bien pudo hacerle un chichón, tanta que acabó en la red antes de que a Hart le diera tiempo a mover los brazos.

Sin más ideas, recuperó Mancini su apuesta personal, la de quitar a Nasri para adelantar a Yayá Touré. O, lo que es lo mismo, restar pases para ganar en pegada, en llegadas desde la segunda línea. Y, como tantas otras veces, le salió de maravilla. Tévez rompió por la derecha y puso el balón en el punto de penalti. Kelly, torpe e ingenuo, pretendió dormir el balón para jugarlo. Mal control y aparición de Touré; gol del City. Pero la alegría le duró un instante, lo que tardó Luis Suárez en salir de la Lámpara de Aladino. En una falta de 35 metros, puso el cuero sobre el césped, miró al frente y le pegó al balón con tanta malicia como delicadeza, toda una rosca que se abrió por fuera de la barrera para entrar ajustada al poste. Entonces salió Silva, pero poco le importó al Liverpool, que se condenó a sí mismo con el terrible desliz de Skrtel.

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