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La lucha por la supervivencia

El conjunto español firma sus peores resultados desde Montreal 1976

Carlos Arribas
David Bustos no consiguió clasificarse para la final de 1500 metros
David Bustos no consiguió clasificarse para la final de 1500 metrosFELIPE TRUEBA (EFE)

El atletismo español entró en Londres trastabillándose y salió cojeando. El primer participante fue Ángel Mullera, que corrió pese a estar siendo investigado por dopaje y gracias a la falta de compromiso de la federación. La última que saltó al estadio encantado de Londres fue Ruth Beitia, también la mejor competidora y casi la única cara positiva del equipo: terminó cuarta. Fue una de los cuatro finalistas (también el lanzador de disco Casañas y los marchadores López y Pascual), el número ridículo que deja la actuación española en uno de los peores lugares de los últimos años, a la par de Seúl 1988 (también solo cuatro finalistas), la peor actuación desde Montreal 1976 (dos finalistas), desde la prehistoria. En Montreal, el equipo español lo componían 17 atletas. En Seúl, 34. En Londres, 47. Los últimos Mundiales, los de Daegu 2011 (el bronce de Natalia Rodríguez, el cuarto puesto de Manolo Olmedo), no fueron mucho mejor para el deporte rey de los Juegos, por lo que sería muy complicado un análisis descontextualizado de los resultados londinenses.

Una de las frases más repetidas desde el principio de los tiempos es que el sistema de becas del plan ADO convierte a los atletas en funcionarios que buscan asegurarse un modus vivendi en el que la competición, el más alto, más rápido, más fuerte, es secundaria. “Ja”, dice Juan Pineda, representante de atletas de talento, algunos de ellos, como Kevin López, auténticas joyas, “ya me gustaría que fueran funcionarios. Lo que son es mileuristas o ni eso. ¿Y dónde podemos ir con un atletismo de mileuristas?”.

“¿Dónde podemos ir con un atletismo de mileuristas?”, plantea el representante Pineda

“La vida es supervivencia”, dice, terminada su prueba en Londres (34º, 2h 17m 48s), el maratoniano José Carlos Hernández y es difícil discernir si el atleta canario habla de su primer maratón como internacional español (a los 34 años), de su vida como atleta o del atletismo en general. O de las tres cosas a la vez. “Supervivencia”, repite como si le hubiera cogido gusto a una palabra que sirve para explicarlo todo; “a los 18 kilómetros lo he pasado fatal, pero he resistido, he sobrevivido, porque uno no se puede retirar de un maratón olímpico. No me he rendido por eso. No me podía rendir en mi debut”.

Después, Hernández, que es de Lanzarote, explica por qué nunca se rendirá. Cuenta que hasta que en marzo logró la marca mínima y entró en el plan ADO, que le supone 15.000 euros al año, “malvivía” gracias a la ayuda de su familia. “Menos mal que en Lanzarote la vida es barata y puedo subsistir con poco”, dice, “y menos mal que el fisio es un amigo que me da masaje gratis porque, con los pocos sponsors que podía arrancar y eso, pierdo dinero con el atletismo: material, entrenador, médico… Todo lo tenía que pagar. Era un profesiona amateur”.

“Pero es generoso como pocos”, dice su entrenador, Juan Carlos Granado, que le guía desde Valladolid; “está casado y es padre. Tiene lo justo para vivir, pero siempre es el primero en pagarme. Y le pasa de todo. A veces logra que pequeñas empresas locales le patrocinen con 100 o 200 euros en una carrera. Pues bien, una vez, ganó una media maratón con una buena marca y le descalificaron por llevar publicidad”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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