Un velo contra la velocidad
El debate de algunas atletas musulmanas que corren tapadas aunque ello empeore sus marcas
Un hiyab blanco, una camiseta de manga larga verde y unas mallas largas. Ver la vestimenta de Sarah Attar, a la que solo se le ven la cara y las manos, antes del pistoletazo de salida de los 800m, daba calor. A 23 grados y en medio de una enorme ovación, la primera atleta saudí que compite en unos Juegos Olímpicos cruzó la meta en última posición, con un tiempo de 2m44,95s, 45 segundos más que la mejor clasificada. Minutos antes, en la eliminatoria cinco, otra atleta musulmana llegaba en último lugar a la meta. La palestina Woroud Sawalha, tapada de pies a cabeza con un atuendo similar al de Sarah, tampoco se clasificó para la siguiente ronda de los 800, aunque si logró su mejor marca personal (2m26,16s). Las rivales de las dos atletas musulmanas fueron más rápidas.
Como Boulmerka, el verdadero objetivo de la participación de estas jóvenes atletas era volver a abrir camino a otras mujeres musulmanas a través del deporte
En una prueba de velocidad casi todo lo que se lleve encima de la piel puede sumar décimas en el momento de cruzar la meta. Por eso la indumentaria usual de las atletas se compone de un top y unos shorts muy cortos y muy ajustados. Es un atuendo mínimo, aerodinámico, que favorece a las corredoras y las hace más veloces. El Comité Olímpico Internacional (COI) permite el uso del velo islámico en las pruebas de atletismo y Sarah y Woroud, de 19 y 20 años, corrieron tapadas. Ninguna de estas atletas musulmanas era aspirante a medalla. Pero, ¿hubieran corrido con hiyab de haber tenido alguna posibilidad de llevarse un metal? Según Raúl Arellano, biomecánico y catedrático de natación, el hecho de ir tapadas de pies a cabeza en la prueba de 800 metros “apenas afecta a la carrera” porque estas corredoras estaban muy lejos de pasar siquiera a la siguiente ronda. Sí afectaría si se tratase de un maratón, “ya que la cabeza desprende mucho calor y el correr una prueba tan larga, podría afectar seriamente a la atleta”. Sin embargo, Arellano no tiene ninguna duda de que “de haber tenido posibilidades de medalla, hubieran corrido sin el velo. De hecho, ya ha habido precedentes”.
Hassiba Boulmerka ganó el oro en la prueba de 1.500m en Barcelona 92, hace 20 años. La atleta argelina se había proclamado campeona del mundo un año y era una firme candidata al oro olímpico por su país. En aquella época, Argelia estaba viviendo un alzamiento de los islamistas que derivó en una guerra civil. La rama más radical amenazó a Boulmerka de muerte si se atrevía a participar en los Juegos, ya que según ellos no era lugar apropiado para una mujer. La atleta no solo ganó el oro, sino que lo hizo como una atleta más, en pantalón corto, camiseta de tirantes y la cabeza al descubierto. Ya la habían acusado de no ser musulmana por enseñar los brazos y las piernas. Cruzó la meta con el puño en alto, “como símbolo de victoria y desafío”, contó la atleta en una entrevista en la BBC, “quería decir: ¡Lo hice! ¡Gané! Y ahora, si me matáis, será demasiado tarde, porque ya he hecho historia”.
Consciente de sus escasas opciones, Woroud soñaba con pasar a la siguiente ronda. Para Sarah ya era todo un premio ser una de las primeras mujeres de Arabia Saudí en competir en unos Juegos. Como Boulmerka, el verdadero objetivo de la participación de estas jóvenes atletas era volver a abrir camino a otras mujeres musulmanas a través del deporte. “Esto repercutirá en mis amigas y en el deporte en Palestina”, dijo Woroud antes de la cita de Londres; “puede que cambie la visión de las mujeres a la hora de practicar deporte de una manera más profesional y de cara al público”. Ellas ya han representado a sus países ante el resto del mundo. Lo han hecho ocultas bajo el velo islámico, la prenda femenina utilizada con el fin de esconder la mayor parte del cuerpo al ojo masculino, especialmente en pleno Ramadán (mes sagrado para los musulmanes, en el que no pueden comer, beber, fumar o practicar sexo durante el día. Y en el que las mujeres deben mostrarse aún más recatadas y pudorosas en su vestimenta, si cabe).
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