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España se da un baño

En su día mayor, suma tres medallas y asegura otra con sus dos constantes: el agua y las mujeres ● Alabau, oro en vela; Fuentes y Carbonell, plata en sincronizada; Javier Gómez Noya, plata en triatlón ● El waterpolo femenino llega a la final, y el balonmano, a semifinales

Alabau; Ona Carbonell y Andrea Fuentes; y Noya celebran sus medallas.
José Sámano

Lanzado desde el agua por un puñado de mujeres ejemplares y desde un lago y por tierra por un superman gallego, España festejó ayer en Londres el chupinazo del 7 de agosto, su día mayor en estos Juegos. Marina Alabau, una windsurfista sevillana de 26 años, desafió a Eolo en la bahía de Weymouth, en la costa meridional inglesa, y logró el primer oro español. Poco antes, Javier Gómez Noya, como aquellos marines que en los años setenta, en Hawai, sembraron la semilla del triatlón al experimentar qué deporte resultaba más extenuante entre la natación, el ciclismo o el atletismo, alcanzó la medalla de plata tras recorrer 1,5 kilómetros a nado, 40 a pedales y diez a la carrera. Como broche, Ona Carbonell y Andrea Fuentes, como dos sirenas de Esther Williams, sedujeron con un tango a los jueces de la sincronizada y conquistaron la plata. Imparables, las jugadoras del waterpolo, extasiadas en su maravillosa nube, sacaron el billete para la final de mañana, ante Estados Unidos, con las que empataron en la primera fase. Ellas, con su esfuerzo y dedicación, se han enrolado en una fábula histórica. Toda una gesta para una disciplina debutante en unos Juegos y sin otros sostenes que su voluntad de hierro. 

España ya suma seis medallas más la asegurada por el waterpolo. Pero el supermartes londinense no camufla que, cuando faltan solo cinco días de competición, son solo una más de las que ganó en Moscú, sin Occidente en la cita, en Moscú 80. Un retroceso que, si no se remedia en un desenfreno final, obligará a un profundo análisis sobre un deporte español que se ha complacido demasiado tiempo con la resaca de Barcelona 92. Algunos, como Luis Milla, seleccionador del fútbol olímpico, pagó ayer por su rotundo fracaso y fue despedido por la federación.

A la espera del balance final, la jornada de serpentinas españolas comenzó en Hyde Park, donde Gómez Noya se enfrentó a un reto hercúleo, a una aventura que pone a prueba al ser humano sin otro amparo que el del depósito físico, sin reglas complejas ni otras sofisticaciones. El atleta al desnudo, en tres vertientes intrínsecas a la naturaleza humana que le acercan al aficionado. Noya no solo afrontó un duelo agónico, asfixiante, consigo mismo, sino que de una tacada tuvo que medirse a dos hermanos locales, los Brownlee, Alistair y Jonathan, modélicos universitarios en Leeds, excelentes competidores, vigentes campeón y subcampeón del mundo, respectivamente. Entre ambos, como una cuña, se situó el gallego, que solo cedió ante Alistair un duelo de titanes resuelto por una cuarta.

El supermartes no camufla que, cuando faltan solo cinco días de competición, España suma solo una medalla más de las que ganó en Moscú 80

A unos 250 kilómetros al sur de Londres, con Noya marchitado por el esfuerzo sobre el asfalto de Hyde Park, Marina Alabau certificó la medalla más segura. Su oro estaba marcado en el calendario, por su talento sobre la tabla y por su recorrido en estos Juegos, líder consecutiva en las nueve últimas regatas. Ayer no fue una excepción y con ella regada en la bahía de Weymouth España se dio su primer baño de oro. Alabau, que estudia los vientos entre Tarifa y Santander, tendrá ahora que reinventarse. Un enredo de los federativos españoles ante su parlamento internacional ha derivado en que esta modalidad del windsurf, que ya obtuvo con Alabau un cuarto puesto en Pekín, desaparezca del programa en Río como está previsto.

A los fuegos artificales en el centro de Londres y en la sureña bahía inglesa se sumaron Andrea Fuentes y Ona Carbonell, que remontaron un puesto y subieron al segundo altar del podio. Si la vela es el deporte que más medallas ha propiciado a España (18 con la de Alabau), la natación sincronizada se ha convertido en una cosecha de alegrías constante. Sin Gemma Mengual, el equipo se mantiene en alza gracias a un entrenamiento sobrecogedor y al descaro de su seleccionadora, Ana Tarrés, para afrontar siempre el máximo riesgo. Londres no ha sido una excepción, y Tarrés y su grupo tuvieron la osadía de envidar con un tango rompedor, una fusión entre un incunable del género, La Cumparsita, y otro contemporáneo, Chin-Chin.

Al maná de día también contribuyeron las guerreras, las del waterpolo y las del balonmano. Dos equipos ejemplares. Las chicas del equipo de balonmano, que suplen las carencias estructurales y su menor forro físico con talento y un espíritu casi tribal, aguerrido y compacto. Solo así pudieron con las croatas (25-20), sacaron plaza en la semifinal y sellaron el que ya es su mejor puesto olímpico. Debutante en Barcelona 92, el balonmano femenino español solo había tenido la estación de Atenas 2004, donde fue sexto. Ahora, al amparo de clubes como el Itxako, el Bera Bera, el Castro Urdiales o el Alcobendas, han dado otro estirón. Su mérito es extraordinario. Un grupo de jóvenes totalmente marginadas de la pirotecnia mediática que destila el deporte que se concentran, se conjuran y aprietan los dientes.

Definitivamente, estos Juegos son de ellas. Bien ganado se lo tienen.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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