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“Sigo siendo un chico”

El regatista, que se aisló de la Villa por la presión, perdió luego su medalla de oro en una mudanza

Alejandro Ciriza
Calafat, junto a su compañero Sánchez-Luna.
Calafat, junto a su compañero Sánchez-Luna.

No para. “Soy un culo inquieto”, se justifica. Después de surcar las aguas de todo el planeta en la Volvo Ocean Race durante un maratón de nueve meses, Jordi Calafat (Palma de Mallorca, 1966) apenas se tomó un respiro de dos días para volver a casa y ver a sus hijos antes de enrolarse en otra regata. “Tiempo suficiente. El agua me llama”, esgrime quien es toda una institución en el mundo de la vela, por más que atenúe sus éxitos. Su historial está adornado de una ristra de triunfos, entre ellos tres títulos mundiales. Elevó el primero cuando era un niño, con solo 15 años. Más talludo, se bañó en oro nueve después, en Barcelona, donde, acompañado de su amigo Kiko Sánchez Luna, conquistó la victoria en la clase 470. “Fue hermoso, pero todavía debo aprender mucho”, matiza él, empecinado en el desafío permanente de superarse.

Pregunta. Subió a lo más alto del podio en sus primeros Juegos. ¿Cómo fue la experiencia?

Respuesta. Me había quedado fuera de los de Seúl, un mazazo. Era la primera vez, así que tenía una ilusión tremenda. Éramos favoritos, pero eso se tradujo también en una presión enorme. Ves el triunfo ahí, tan cerca, que te genera ansiedad.

P. A tenor del resultado, supieron manejarla como nadie.

Éramos favoritos. Eso se tradujo en una presión enorme. Te generaba ansiedad"

R. Los últimos días dormimos muy poco. A mí me costaba hasta comer. Los regatistas no salimos mucho en los medios, pero con los Juegos se magnifica todo. Tuve nervios, pero una vez en el agua se van todos los males.

P. ¿Cómo recuerda la llegada al Puerto Olímpico?

R. Sentí un gran alivio. Está tu gente, la familia real esperándote… Nada más poner el pie en tierra, di un abrazo inmenso a mi hermano. Además, era en Barcelona. Yo había vivido allí… Y soy del Barça.

P. ¿Descorcharon muchas botellas de cava por la noche?

R. Lo celebramos con todo el equipo de vela. Fuimos a nuestro sitio habitual de la ciudad y la velada fue muy larga [risas]... Dejémoslo ahí.

P. ¿Tan bien se lo pasan los deportistas en la Villa Olímpica?

R. Alguno que otro, sí, pero yo no anduve demasiado por allí. Me gustaba aislarme. Psicológicamente, me ayudaba. Me iba a lugares conocidos para desconectar. Lo mejor era que estaba muy cerca del puerto.

P. ¿Guarda a buen recaudo la medalla?

R. No tengo ni idea de dónde está. La perdí en alguna mudanza. Llevo tantos traslados, me he movido tanto de un sitio a otro, que ya no sé dónde para. Habrá que pedir otra, ¿no?

P. A Iker Martínez y Xabi Fernández se les ha puesto muy complicada la cosa en el 49er.

R. Están para pocas historias ahora. Le mandé un mensaje a su entrenador deseándoles suerte, pero lo tienen muy difícil.

P. Cuando ve ahora la televisión y mira atrás, ¿siente nostalgia?

R. En absoluto: 1992 no fue el final de nada, sino el inicio de algo grande. Estos días me llamáis mucho los periodistas, pero no siento añoranza. En el fondo, sigo siendo un chico. Tengo la motivación de ser mejor regatista cada día. Nunca he perdido el deseo de aprender.

P. ¿Cómo lleva su familia tanto ajetreo?

R. No es fácil compaginar la vida personal con el mar, pero los niños están acostumbrados. Lo han vivido desde pequeños y el trasiego tiene sus ventajas. Así conocen mundo.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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