España completa la nulidad
El equipo de Milla, incapaz también de superar a Marruecos (0-0), finiquita su participación en los Juegos sin lograr un solo tanto
Cerró España su participación en los Juegos, largamente ansiados porque hacía 12 cursos que no se participaba, y lo hizo de la peor de las maneras. Sin toque, sin inspiración ni viveza, sin ataque ni fútbol. La imagen de la impotencia. Toda una catástrofe mayúscula aliñada en el duelo anterior ante Honduras, cuando el equipo perdió la compostura, quejumbroso y protestón con el colegiado y el contrario, y no con su juego. La nulidad del torneo, sin embargo, se completó con el último envite contra Marruecos. Capitalizó España el balón, pero se encasquilló en el juego, poco fluido y menos atinado, sobre todo en el remate. Dos maderas, un empate a cero y la eliminación sin contar gol ni triunfo alguno, toda una hecatombe si se tiene en cuenta que el equipo aspiraba a medalla.
ESPAÑA, 0 – MARRUECOS, 0
España: De Gea; Azpilicueta, Botía, Iñigo Martínez, Jordi Alba; Javi Martínez (Ander Herrera, m. 46), Oriol Romeu; Isco (Tello, m. 58), Mata, Muniain (Koke, m. 67); y Adrián. No utilizados: Mariño; Montoya, Domínguez y Rodrigo.
Marruecos: Amsif; Jebbour, Noussir, Aberhoune, Zou; Kharja, Fettouhi; Labyad, Barrada, Bidaoui (Hassnaoui, m. 75); y Amrabat. No utilizados: Bounou; Bergdich, El Kaddouri, El Kaoutari y Frikeche.
Árbitro: Benjamin Williams. Mostró la cartulina amarilla a Íñigo Martínez, Zou, Mata, Labyad.
Estadio Old Trafford.
Destensado el equipo español, que se jugaba el orgullo y poco más, fue Marruecos el que pretendió de inicio rasear el cuero, siempre con Barrada (Getafe) como trampolín, punto y seguido en la elaboración. Pero no tenía demasiada compañía, por lo que la intención se convirtió en quimera y la voluntad en agua de borrajas. No así la tenacidad marroquí, que exprimió sus recursos, con la ruptura del lateral Jabbour, la llegada de Fettouhi y la movilidad de Amrabat. Resultó entonces un Marruecos más directo, con la idea clara de no comprometerse en su campo para expresarse en el contrario, fútbol básico pero efectivo, al menos para acogotar a De Gea y España, que cuando van mal dadas cualquier despiste se convierte en un estropicio. Por eso enmudeció el equipo y parte de Old Trafford –con predilección por España porque De Gea defiende la camiseta del Manchester United- cuando Barrada cazó un cuero en el vértice del área chica. Pero le pudo la ansiedad, el remate prematuro, la resolución atrofiada con un disparo demasiado cruzado.
Pero el esperpento, el mejor ejemplo de lo que fue un equipo de tocamerroque, lo escenificó Adrián
No tuvo mucha más presencia en el primer acto España en el área adversa –tónica repetida en todos los encuentros del torneo-, torpe en la definición de las jugadas, siempre con la incógnita del qué hacer con el esférico en la zona de tres cuartos. Equipo poco competitivo, sin mordiente ni picardía, quizá trillado por los minutos acumulados y novel para medirse con conjuntos que salían a competir y no a gustarse, España palideció desde que empezara el campeonato en la transición defensa-ataque. Resulta que los futbolistas se propulsaban sin atender al cuero, sin aguardar a la confección de la jugada. Todo con prisas, sin la pausa ni el toque necesario. Tampoco se ha destapado un futbolista de ingenio y chistera, de esos que descuentan rivales con el quiebro y ponen pases definitivos. Si acaso Mata, como el Guadiana, esporádico pero virguero.
Pero Marruecos tenía poco o nada, por lo que se desentendió del balón y España se instaló en campo ajeno. El problema es que no supo descifrar los espacios ni los huecos que le regalaba el rival, tan frágil en lo táctico como estupendo en el esfuerzo, atento a las correcciones, tiritas reparadoras. Así, cuando mezclaron Adrián y Mata, cuando uno levantó la cabeza y el otro tiró el desmarque, se dio el fútbol perseguido por Milla, el del pase repetido y el disparo franco. Pero el latigazo de Adrián no hizo más que ratificar la condición de equipo maldito; el palo, viejo enemigo en lo que va de torneo (cuatro en tres duelos), escupió el balón. La fatalidad, en cualquier caso, quedó aclarada también por los dos laterales, por Alba y Azpilicueta, que al pisar área con el cuero controlado, se resbalaron para darse de bruces con el suelo, para remarcar el gatillazo absoluto de España.
Equipo poco competitivo, quizá trillado por el cansancio y nobel para medirse con conjuntos que salían a competir y no a gustarse, España palideció desde el principio
Ni siquiera las urgencias de Marruecos, que precisaba de un triunfo y atendía con el rabillo del ojo a Honduras, que debía perder frente a Honduras para poder superar la fase, facilitó el gol de España. Lo probó Romeu con un disparo desde lejos, y Mata con otros dos, uno desde el balcón del área y otro en boca de gol. Ninguna diana. Pero el esperpento, el mejor ejemplo de lo que fue un equipo de tocamerroque, lo escenificó Adrián, que se quedó frente al portero y, dubitativo por no saber si estaba en fuera de juego, se repensó si romper el cuero o lanzar una vaselina, por lo que al final no hizo ni lo uno ni lo otro, sino un híbrido ridículo que se perdió por la línea de fondo. Así que para recochineo, antes de que el árbitro acabara con la tortura española, Adrián dispuso de una nueva ocasión. La pelota, caprichosa, reventó el larguero. No eran los Juegos de España.
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