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“Oímos golpes y gritos, pero seguimos durmiendo”

Paco Seirul·lo, preparador físico del balonmano, vivió en Múnich 1972 el atentado del comando Septiembre Negro

El equipo israelí abandona Múnich tras los atentados.
El equipo israelí abandona Múnich tras los atentados.

He rejuvenecido 40 años”, dice Paco Seirul·lo (Salamanca; 1948) mientras pasea por la Villa Olímpica de Londres 2012 y recuerda la primera vez que estuvo en unos Juegos. Fue en 1972.

El 5 de septiembre de ese año un comando terrorista llamado Septiembre Negro tomó como rehenes a 11 de los 20 integrantes del equipo olímpico de Israel. Murieron todos los atletas, cinco de los ocho terroristas y un oficial de la policía alemana. Seirul·lo, que vivía en la Villa Olímpica —preparaba a los atletas españoles de 400 metros—, a dos casas de la delegación israelí, recuerda muy poco. “Escuchamos algo parecido a unos golpes y gritos, pero seguimos durmiendo. Nadie desalojó los edificios, así que nos enteramos de lo sucedido por la mañana. Estaba lleno de militares. Nos dijeron que había habido un atentado”.

Recuerda que pasó a saludar a la delegación española en la que el príncipe Juan Carlos —“aún no era Rey, claro”— competía en vela y admite que la vida en la Villa ha cambiado — “antes todo era más sencillo; ahora esta lleno de policías”—, antes de explicar que solo guarda una cosa en casa como recuerdo de sus primeros Juegos: un libro de notas que hace tiempo no consulta.

Aquel equipo de 400 que entrenaba junto a Carlos Gilpérez, con Jones, Sarrià, Paraíso y García, perdió el testigo en el último relevo. Después, preparó a los yudocas camino de Montreal 1976. “Había un canario que era taxista y fue cuarto. Yo iba desde Barcelona una vez al mes”, cuenta. Pero siempre le quedará la duda de dónde hubiera llegado con los medios de los que se disponen ahora.

Paco Seirul·lo.
Paco Seirul·lo.

Luego, en el ciclo olímpico de Los Ángeles 1984, trabajó con el equipo de saltos y en Barcelona 92 con Jordi Arrese, que fue medalla de plata en tenis. “Pasaba el día en la Villa con él y por la noche, dormía en casa”, recuerda. Ahora está en Londres para poner todo su conocimiento al servicio del equipo español de balonmano. “Paco es un amigo y un maestro en toda la extensión de la palabra”, sostiene el entrenador Valero Rivera, que lo tuvo de profesor cuando estudiaba Educación Física; “hace que te sientas mejor que nunca y te da paz y tranquilidad, algo muy difícil de conseguir”.

En las últimas cuatro décadas, Seirul·lo ha ayudado a competir a yudocas, pilotos de motociclismo de velocidad y motocross, ciclistas, alpinistas, boxeadores, karatekas, atletas, jugadores de baloncesto, de balonmano y de fútbol, además de algún torero. Todos mejoraron su rendimiento. Quizás la mayor contribución a la ciencia de la motricidad humana es el desarrollo de una nueva teoría de entrenamiento para los deportes de equipo y deportes de interacción, basada en sistemas dinámicos que ha sido contrastada y aplicada a sus experiencias de entrenamiento con deportistas de alto nivel durante más de 30 años. Eso se traduce en títulos individuales y colectivos, pero, sobre todo, habla de su impronta en el deporte español.

Asegura que la preparación física no existe por sí sola: “Si no se combina con la técnica, los conceptos tácticos, las cuestiones biológicas… Todo es uno”, asegura. “No es el maestro por casualidad: cada vez que habla, enseña algo”, asegura Lorenzo Buenaventura, que ha sido compañero suyo en el equipo de trabajo de Guardiola en el Barça durante los últimos cuatro años; “se planteaba una necesidad específica de trabajo y a los dos minutos Paco aportaba tres soluciones”. Eso mismo hizo el día de la inauguración de los Juegos; adecuó el trabajo de la mañana para compensar el desgaste del paseo olímpico. El maestro es así de práctico.

Pero su trabajo nunca acaba; el técnico Tito Vilanova le espera a su regreso en el Barcelona.

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