_
_
_
_
_
CICLISMO | DESDE MI SILLÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Escapada de pirómanos

El eslovaco Peter Sagan y el ucranio Andriy Grivko en la décima etapa
El eslovaco Peter Sagan y el ucranio Andriy Grivko en la décima etapaDoug Pensinger (Getty Images)

El pirómano no debe ser confundido con el incendiario. El matiz diferenciador entre estos dos individuos de conducta despreciable viene marcado por el control de los impulsos. El incendiario es alguien que lo hace intencionadamente por el simple placer de hacer mal. El pirómano en cambio es un enfermo, un trastornado. Va implícito en su naturaleza hacer lo que hace.

 Ayer en el Tour vimos en acción a individuos de ambas cataduras; bienvenidos sean, y que continúen con sus acciones hasta llegar a París. En el equipo Sky cuentan con ello. Todos salieron bien armados con equipos ignífugos, dejando a Froome y Wiggins para las situaciones de extrema urgencia.

Si el otro día hablábamos del más viejo y el más joven de este Tour, ayer se repitió la escena con los papeles invertidos. Peter Sagan, que no es el más joven pero sí el segundo, fue el incendiario del día apenas cumplidos dos kilómetros. No buscaba la etapa —si se ponía a tiro de manera secundaria, tampoco la hubiese despreciado— sino hacer daño. Hacer daño al Sky en beneficio de Nibali y de paso llevarse unos puntos extra para ese maillot verde en el sprint intermedio. Y a la vez y con la misma acción, servir de pilar de apoyo en una situación de puente para un hipotético ataque de Nibali en alguna de las bajadas del día.

El incendiario es alguien que lo hace intencionadamente; el pirómano en cambio es un enfermo

Bajando el Grand Colombier, Nibali llevó a cabo el plan teórico lanzándose a tumba abierta. En la subida, solo Van der Broeck lo había intentado. Y allí que estaba Sagan exactamente donde debía estar. La pena es que el terreno no era el más apropiado para una táctica tan agresiva, pues no había ningún metro de llano sonde sacar fruto de esta situación entre el final de la bajada y las primeras rampas del siguiente puerto (Col de Richemond). Así que el trabajo conjunto de la pareja del Liquigas fue neutralizado por el Sky del líder Wiggins, que en ningún momento se sintió aislado, tal y como buscaban propiciar sus rivales del equipo italiano.

Pero volvamos al principio de la etapa, que ahí es donde aparecieron los pirómanos. Tras el terceto que formó Sagan, se formó en su persecución un grupo de 23 corredores, y de la fusión de ambos en el kilómetro 32 nació la escapada buena del día. Si nos fijamos en el dato de que de estos 25 corredores, 11 de ellos ya habían ganado alguna etapa del Tour en el pasado, solo podemos concluir que este era un grupo de expertos pirómanos. Entre ellos el viejo Voigt, más que experto catedrático, y Casar, y Millar, y Luis León Sánchez; y otros cuantos más pirómanos peligrosos, y cómo no, el que no podía faltar en una fuga de estas características, Thomas Voeckler.

De la nada apareció el viejo Voigt en los últimos kilómetros y al resto se les puso la carne de gallina

Al paso de la pancarta del km 50 se cumplía la primera hora de carrera con una ventaja de la escapada de 4m30s, es decir, que la escapada fue adelante porque no había manera de cogerla; y si no se cogía era porque para cazar a tanto pirómano desbocado hace falta poner a trabajar a unos cuantos pirómanos del mismo calibre convenientemente castrados para la ocasión.

Al final, de la selección que impuso el Grand Colombier salió el grupo de cinco que se jugaría la victoria. De la nada apareció el viejo Voigt en los últimos kilómetros y al resto se les puso la carne de gallina. Faltando tres, atacó Devenyns, y Luisle y Voeckler se miraron como perros de presa —eso es lo que ambos son— jugando al despiste. El belga se marchó en solitario, pero se encontró con un duro repecho final en el último kilómetro, que sirvió de juez de la etapa. Y allí apareció Voeckler para imponerse en solitario reclamando de paso los aplausos a los que tan acostumbrado está, y que tanto echó de menos en la presentación de Lieja, en la que, incrédulo, recibió silbidos por parte de la afición belga.

Bonita etapa y bonito festival de pirómanos que nos dejan con ganas de que vengan más. A ver si hoy hay suerte…

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_