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A Ferrer le falta un centímetro

Tras tener punto para adelantarse por dos sets a cero, el español, muy luchador, se inclina 6-7, 7-6, 6-4 y 7-6 ante Murray en cuartos

Juan José Mateo
Murray realiza una volea ante Ferrer.
Murray realiza una volea ante Ferrer.MIGUEL MEDINA (AFP)

Es un partido salvaje. Mientras sopla el viento, el británico Andy Murray y David Ferrer echan un pulso hecho de corazón y tripas. Esto no es tenis, es una lucha por la supervivencia con las semifinales de Wimbledon como premio. El duelo tiene vida propia, es como una fiera que espera a que alguien la dome mientras suelta zarpazos: saca el español por las dos primeras mangas y las dos veces pierde el servicio; se dirimen esos dos parciales en el tie-break y los contrarios se reparten uno cada uno, pese a que Ferrer tiene 5-2 y punto de set en el segundo.

El número cinco duda cuando puede culminar la escalada. Murray sobrevive 6-7, 7-6, 6-4 y 7-6 porque la batalla se decide en detalles, y en los detalles le saca al español un centímetro: vuela más rápido su saque (18 aces por seis), más variedad tienen sus tiros (61 ganadores por 44), menos le tiemblan las piernas en los momentos decisivos (salva 10 bolas de break por las seis de su rival).

“La clave fue el segundo set. Andy jugó mejor que yo, más agresivo, en los momentos importantes”, reconoció el alicantino. “Cuando serví por esa segunda manga, fue todo un poco demasiado deprisa, debí haberme parado un poco más, pero él me llevó al límite”.

Debí haberme parado un poco más, pero él me llevó al límite” 

David Ferrer

“Fue un partido durísimo, largo, con muchísimas cambios”, describió Murray. “Ferrer es un gran jugador que no recibe el respeto que se merece”.

Son 3h 52m de batalla. Pocas veces queda más claro cuánto pesan la cabeza y el saque en el tenis. Cuando Ferrer sirve para ganar las dos primeras mangas, pierde el servicio. Cuando Murray sirve para ganar la tercera, firma un juego en blanco. Eso libera y da alas al británico, le impulsa hasta recuperaciones imposibles, hace que se rompa en gritos, aplausos y pataleos el público de la pista. Es la historia de una transformación.

Al principio, Murray compite extremadamente presionado. Con Reino Unido buscando su primer campeón masculino de grandes desde los años treinta del siglo XX, Rafael Nadal había atenuado la presión que el público y los medios suelen volcar sobre el británico: tras tres derrotas seguidas en semifinales grandes ante el mallorquín en 2011, poco podía exigírsele a Andy Murray con este en su lado del cuadro en Wimbledon 2012. Eliminado el español, suenan las trompetas. La final es posible, la final se le exige.

Ferrer no recibe el respeto que se merece”

Andy Murray

Murray juega dos sets atenazado por los nervios. Ferrer le echa narices, tira y pega, no se amedrenta. Sin embargo, ya no es el tenista intocable del duelo previo contra el argentino Juan Martín del Potro. Ya no encuentra siempre un tiro salvador, un golpe mágico, un pelotazo maravilloso que obnubile a su contrario. Al revés, Ferrer duda cuando el partido está para que lo haga suyo, y Murray se da cuenta. Peor. El marcador va echando vinagre en heridas abiertas, porque le recuerda al alicantino una ocasión previa. En 2011, durante las semifinales del Abierto de Australia, también se adelantó Ferrer con set de ventaja y punto para hacer suyo el segundo. En 2012, cuando el luminoso refleja exactamente lo mismo, solo hay una diferencia: Ferrer ha tenido más oportunidades y más opciones; más veces ha parecido suya la victoria; más cerca ha estado el alicantino de ser el segundo español (Rafael Nadal) que juega las cuatro semifinales de los torneos grandes. Nunca le pierde la cara al partido. Chilla el gentío. “Go Andy!”, brama el público. Ferrer sigue a lo suyo: llega a tener dos puntos (3-4 y 15-40) para sacar por la cuarta manga, que estira hasta la muerte súbita tras un parón por la lluvia.

Murray, sin embargo, compite con más firmeza ese tie-break, y jugará ahora contra el francés Jo-Wilfried Tsonga (7-6, 4-6, 7-6 y 6-2 al alemán Kohlschreiber). Murray tiene un objetivo: convertirse en el primer británico que compite en la final de Wimbledon desde 1938 (Bunny Austin) y en el primero que gana el título desde 1936 (Fred Perry). Una losa de presión para un tenista excelente y forzado por Ferrer hasta el límite. En la otra semifinal, un duelo enorme: se enfrentarán Roger Federer (6-1, 6-2 y 6-2 al ruso Youzhny) y Novak Djokovic (6-4, 6-1 y 6-4 al alemán Mayer).

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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