Los cuatro magníficos
El seleccionador, no importa de qué país sea, tiene una utilidad social que va más allá de lo que hace su equipo en el campo. Está ahí para generar debate, para provocar polémica, para alimentar nuestra insaciable hambre de indignación. Se le paga para ganar pero también para ser criticado. Esto Vicente del Bosque, futbolero zen, lo entiende muy bien.
Por tanto, nos perdonará, seguro, si osamos opinar que tendría que haber convocado a Soldado para la Eurocopa, que Negredo no debería de haber jugado en el once inicial contra Portugal, que Pedrito es mejor opción que Silva (o viceversa), que Torres no debería jugar nunca, que Cesc tendría que jugar siempre, que un nueve es indispensable, que el doble pivote no… y tal. Pero lo frustrante de Del Bosque, lo enloquecedor para los que nos gusta cabrearnos, es la tranquila facilidad con la que nos desinfla. Si se equivoca en algún detalle, él es el primero en reconocerlo; rectifica (como en el caso de Negredo el otro día) con rapidez, inteligencia y humildad.
Pero más allá de la eternamente opinable cuestión de que si jugador x debería de jugar en posición y existe otra razón, más de fondo, por la cual nos acaba dejando siempre sin argumentos. El secreto del éxito de Del Bosque es la habilidad que ha demostrado para gestionar el grupo, para forjar un equipo unido, entregado y solidario. Esto tiene mérito en cualquier circunstancia, pero hoy más que nunca. Jamás la relación entre el Real Madrid y el Barcelona ha sido más abiertamente hostil que en los últimos dos años y, sin embargo, los jugadores de ambos clubes que han representado a España en esta Eurocopa (nunca menos de ocho sobre el campo) se han comportado con un exquisito profesionalismo; no han delatado en ningún momento la más mínima fricción.
La mágica combinación que exhibe Del Bosque de sabiduría e inteligencia, de don táctico y don de gentes, tiene su más admirable expresión en los cuatro jugadores que ha elegido para constituir la base —la roca— de la selección española en esta Eurocopa. Los cuatro magníficos de Del Bosque se dividen en dos parejas Madrid-Barça: Alonso-Busquets y Ramos-Piqué. Siempre están en el once inicial; siempre siguen en el campo cuando suena el pitido final. Ellos y, claro, Casillas, que ya es una leyenda.
Si Del Bosque se equivoca en algún detalle, él es el primero en reconocerlo; rectifica con inteligencia y humildad
Pero estos cuatro se tienen que complementar en el campo del primer minuto del partido hasta el último, tienen que apoyarse mutuamente con máxima concentración de principio a fin, en pleno frenesí campal tienen que tomar decisiones que requieren una velocidad mental extraordinaria y que dependen de saber siempre con precisión dónde y en qué condiciones está colocado el otro. Y no solo no han fallado, sino que han superado las expectativas. En la Liga se han dado patadas y se han dicho de todo, y lo volverán a hacer la temporada que viene, pero con los colores de la selección española el efecto Del Bosque ha logrado sacar lo mejor de ellos como futbolistas, como compañeros y como personas.
En estos tiempos de crisis, y pase lo que pase contra Italia, España está en deuda con Alonso, Busquets, Ramos, Piqué, Casillas y todos los demás, sin excluir a los suplentes que, aunque nunca jueguen, parecen festejar las victorias con la misma euforia que los que siempre están. Pero, ante todo, España está en deuda con su sereno, sagaz y discretamente brillante seleccionador.
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