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Ferrer desespera a Roddick

El número cinco resta tantos saques del estadounidense (2-6, 7-6, 6-4 y 6-3) que este, exasperado, llega a pedir el Ojo de Halcón contra su propio servicio

Juan José Mateo
David Ferrer golpea la pelota.
David Ferrer golpea la pelota.ANDY RAIN (EFE)

Un tie-break disputado a cara de perro detiene la hemorragia. Hasta entonces, el tenis de David Ferrer se desangra y el del estadounidense Andy Roddick es un cuchillo. En tercera ronda de Wimbledon, el doble finalista gana 16 de los primero 20 puntos, lidera 4-0 en 10 minutos y se apunta la primera manga en 22. Para Ferrer, el siguiente parcial es cuestión de vida o muerte. Llega entonces ese tie-break decisivo, lleno de nervios y tripas rotas. Roddick saca solo segundos servicios. Ferrer no parece capaz de aprovechar ninguno. Justo ante el mejor tiro del estadounidense llega el mejor resto del número cinco, quien, ante la atenta mirada de Bobby Charlton [leyenda del Manchester United], gana ese desempate y termina devorando el partido: 2-6, 7-6, 6-4 y 6-3. Roddick acaba desesperado. Cuando Ferrer logra de resto directo el break final en la cuarta manga, salta como un resorte. Levanta el brazo. Pide el Ojo de Halcón contra su propio saque. Sueña con que se lo den como malo y haya que repetir el punto. Increíble.

“He estado muy sólido y consistente, estoy feliz”, explica luego el alicantino. “No empecé muy bien, pero en los siguientes tres sets resté muy bien, tiré bien con mi derecha y me la jugué”.

Pide las cámaras para que le den su propio saque como malo porque el resto de Ferrer es victorioso y haya que repetir el punto. Increíble

La tarde es fría y ventosa. Son horas incómodas para competir. Las bajas temperaturas y las ráfagas de aire son como mordiscos en el castigado cuerpo del estadounidense. Roddick tiene 29 años, pero lleva dos penando del hombro. Las manijas del reloj son su verdugo. Según pasan los minutos, va bajando la velocidad de su saque. Según se extiende el partido, van tocando sus manos las heridas: ahora la costilla derecha, luego un hombro, más tarde la pantorrilla.

Ferrer, que tiene 30 años, no se duele de nada. Su afamado resto va escarbando en el heráldico servicio de Roddick igual que el cincel en el granito: lenta pero inexorablemente. El alicantino arranca el partido nervioso, desubicado y sin tocar una pelota. Vuelan a su alrededor las bombas del ex número uno. Poco a poco, el escáner que son sus ojos va analizando patrones de servicio. Acabará el partido restando con una frecuencia pasmosa y limitando al estadounidense a 15 aces, por los 10 suyos.

El número cinco mundial competirá ahora contra el argentino Juan Martín del Potro, un tenista con instinto asesino. El premio son los cuartos de final de Wimbledon, único torneo que no ha visto en esa ronda el alicantino.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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