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ESPAÑA DE NUEVO FINALISTA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El miedo del delantero al penalti

Nadie debe olvidar lo difícil que es parar un penalti, casi una heroicidad por la desigualdad en el origen de las cosas

Casillas detiene un penalti a Joao Moutinho.
Casillas detiene un penalti a Joao Moutinho.SRDJAN SUKI (EFE)

A priori, el portero, en un penalti, es como el fusilado en la pared. Una portería enorme, un jugador enfrente, muy cerca, con todo a su favor, como si las manos solo le sirvieran para taparse los ojos. Así de desigual se entiende la lucha de uno contra uno con 11 metros de distancia. El espectador siempre piensa que un penalti es imposible de fallar. Hasta el sobrenombre de la pena máxima induce al sentimiento trágico del penalti.

El portero juega con la ventaja

Sin embargo, el poderoso, el que tiene el balón, no el que lo espera acoger en sus brazos, o despejarlo lo más lejos posible, o repelerlo aunque sea unos centímetros, es el que más se la juega. El lanzador es quien está en el ojo del huracán. En eso los porteros tenemos una ventaja psicológica que nos hace más fuertes. Sabemos que los ojos están puestos en él y que él lo sabe. Algo importante cuando estamos hablando de un lanzamiento en el que la psicología prevalece casi por encima de la técnica, aunque nunca por encima de la suerte o de la mala suerte.

La actitud del portero en esos casos se resume en activar los datos que tienes del oponente con el gesto que hace en el momento decisivo. Pero, en realidad, aunque la ciencia avance, generalmente decides antes de que se mueva a qué sitio vas a ir o si te vas a quedar quieto por si tira por la calle de en medio. Recuerdo que Neeskens lanzaba siempre los penaltis de la misma forma, violentamente y por el centro, y falló muy pocos. La gente decía que los porteros se apartaban para que no les volara la cabeza. Todo el mundo sabía también que Dani hacía la paradinha, pero nadie se quedaba quieto.

Los jugadores de la selección española observan el lanzamiento de Bruno Alves.
Los jugadores de la selección española observan el lanzamiento de Bruno Alves.ALEJANDRO RUESGA

El penalti es una suerte de suertes. La tecnología le da datos al portero. Casi todos los jugadores principales están censados (antes funcionaba la memoria particular). Los delanteros se sacian a ensayar penaltis, a alterar sus lanzamientos. Sin embargo, lo que no varía es la capacidad de sorpresa que tienen los grandes jugadores. El miedo del delantero al penalti es cuando menos equilibrado al miedo del portero al penalti que relató en su novela Peter Handke, que muchos porteros hemos leído para confirmar lo que sentimos por dentro. Pero nadie debe olvidar lo difícil que es parar un penalti, casi una heroicidad por la desigualdad en el origen de las cosas. Quizás el estruendo es mayor cuando se acierta un penalti que cuando se detiene y, por lo tanto, la pesadumbre afecta inversamente de igual manera.

Generalmente decides antes de que se mueva a qué sitio vas a ir o si te vas a quedar quieto

La psicología, el momento, la pulsación, la personalidad, el estudio son argumentos que se juntan al lanzar o detener un penalti. Seguramente, el lanzador mientras coloca el balón sobre la cal decide qué va a hacer con su suerte, igual que el portero mientras choca sus guantes elige cuál va a ser su alternativa. De que coincidan o no dependerá el éxito o el fracaso de uno u otro.

José Ángel Iribar fue 49 veces internacional y ganó con España la Eurocopa de 1964.

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