“Los besos de Riva eran como los de Sofía Loren”
Rivera y sus compañeros recuerdan los Italia-Alemania desde el interminable “partido del siglo”, en blanco y negro, de 1970
Cesare Prandelli tenía 13 años cuando en el estadio Azteca, de México, se jugó la semifinal de la Copa del Mundo de 1970 entre Alemania Federal e Italia. Una placa recuerda que fue “el partido del siglo”. Paolo Rossi, que 12 años después sería el hombre del Mundial de España, en el que marcó uno de los tres goles con los que Italia derrotó a Alemania en la final del Bernabéu, en Madrid, tenía 14. Y Andrea Pirlo, uno de los protagonistas de la noche de Dortmund en 2006, cuando Italia echó a Alemania, ni siquiera había nacido.
La historia de los Alemania-Italia empezó en el blanco y negro de la televisión. Habla de duelos a 2.400 metros de altitud. Habla de jugadores como Franz Beckenbauer, que se mantuvo en el campo con un brazo en cabestrillo. Habla de un Paolo que se convirtió en Pablito y en pichichi. Habla de un fútbol en el que las botas aún eran negras, los pantalones no llegaban hasta la rodilla y no había tatuajes. Habla de una selección, la alemana, que nunca ha conseguido derrotar a la italiana ni en las Eurocopas (dos empates) ni en los Mundiales (dos empates y tres derrotas).
Esta noche, el duelo se repite. Y algunos, como Prandelli, todavía tienen grabado en la retina “el partido del siglo”: ese 4-3 ante 102.444 espectadores. “Lo vi en el sofá de casa con mi padre. Ese encuentro, para nosotros, chavales de 13 años, era el partido. Es la emoción más grande que he tenido”, dice el seleccionador italiano. “En el fútbol no puede haber revanchas porque no se pueden arreglar las cosas ocurridas en el pasado. Lo de 2006 pertenece al pasado, igual que lo de 1970. Para nuestros jóvenes, aquel encuentro no tiene importancia. Desconocen lo que pasó”, advierte Joachim Löw.
Estábamos tan cansados que jugamos la prórroga con la fuerza de los nervios” Riva
La historia cuenta que la Italia de Facchetti, Mazzola, Rivera y Riva se enfrentó a la Alemania de Maier, Beckenbauer, Overath y Müller. Esos 120 minutos están en la memoria de todos: gol de Boninsegna en el 8 y empate de Schnellinger en el 92. “Rivera preguntó a Schnellinger qué hacía en nuestra área siendo defensa. Le contestó: ‘Iba camino de los vestuarios, que están en esta dirección”, rememora Roberto Boninsegna. Así es como comenzó el partido interminable. “Fue terrible encajar ese gol en el último instante del tiempo añadido. No hubo ni charla de [Ferruccio] Valcareggi. Fuimos como locos a pedir agua a los masajistas”, relata Gigi Riva. Solo hubo tiempo para eso. Para beber algo. Marcó Müller en el 94, empató a dos Burgnich en el 98, marcó Riva en el 104, empató a tres Müller en el 110 y Rivera firmó el gol de la victoria italiana en el 111.
Schnellinger, defensa, igualó al final. Estaba en nuestra área porque, dijo, iba camino del vestuario” Roberto Boninsegna
Si uno escucha la narración de aquel duelo se encuentra con la voz de Enrico Ameri: “Es un partido que no se termina nunca. Ya no sabemos qué decir. Esperemos que antes de los penaltis haya algo de tiempo para que descansen ellos y nuestra voz”. No hubo penaltis. Rivera marcó el 4-3 definitivo. “Estábamos tan cansados que jugamos la prórroga por inercia, con la fuerza de los nervios”, cuenta Riva.
“Rivera fue el que falló en el empate a tres de los alemanes. Se quedó en la línea y, cuando se lo reprocharon, dijo: ‘Vale, pues ahora me encargo yo de marcar otro’. Nadie le creía”, recuerda Sandro Mazzola, que jugó los primeros 45 minutos antes de dejar precisamente su sitio a Rivera. Fue Mazzola quien derribó a Beckenbauer: “Yo, que nunca hacía faltas porque bastante tenía con evitar que me las hicieran a mí, le di en un tobillo, cayó mal y se lesionó un brazo. Fíjese si era bueno que le dejaron en el campo con un cabestrillo…”. Se ríen todos todavía recordando una frase de Rivera: “Los besos que me dieron Riva y Boninsegna después del gol sabían a los de Gina Lollobrigida y Sofía Loren”.
“No fue un gran partido. Durante 90 minutos defendimos mi gol a la italiana. Fue la prórroga la que convirtió ese duelo en leyenda: cinco goles en media hora”, confiesa Boninsegna, que se ha hecho grabar el partido en color. Riva dice que no ha vuelto a ver las imágenes de aquel 17 de junio de 1970: “Nunca he vuelto a ver imágenes mías. No me gusta. Son emociones demasiado grandes”. Si Löw dice que los chicos de ahora desconocen lo que fue “el partido del siglo”, Gerd Müller, años después, le seguía dando vueltas: “No me lo quito de la cabeza. De esa derrota no me recuperé nunca”.
Uwe Seeler echó la culpa al árbitro: “Estaba claramente al lado de los italianos”. “Seeler dio tantos golpes a Bertini en los córners que, al final, se le salían los riñones. Aunque el que más leña repartía era Schulz, el peor de aquella Alemania”, denuncia Mazzola.
Doce años después fueron Mazzola y compañía los que vieron desde sus sofás la victoria de Italia en el Mundial de España. “¡No hubo final! Dominamos. Veníamos de derrotar a los mejores: Polonia, Brasil y Argentina”, recuerda Rossi, que celebró el título charlando en el pasillo del hotel hasta las seis de la mañana: “Los demás salieron. Nos quedamos Tardelli, Cabrini, Scirea y yo hablando toda la noche de lo vivido”. Su cara, destrozada por el cansancio, es otra de las imágenes de los duelos Italia-Alemania. “Estaba muy por debajo de mi peso. Había sufrido muchísimo la presión”, dice Pablito.
La presión que, según Pirlo, ha entrado ahora a los alemanes. La Italia de Marcello Lippi derrotó a los germanos en su casa, en Dortmund, donde nunca habían perdido. Un gol de Grosso y otro de Del Piero en la prórroga, cómo no, dejaron fuera a Alemania de la final de 2006. “Tienen miedo. Más si miran el pasado. Sabemos que podemos con ellos”, dice Pirlo. “Seguimos teniendo el partido de 2006 en la cabeza. Pero no será un trauma”, contesta Lahm, titular aquella noche. Hoy, Prandelli no estará viéndolo en el sofá de su casa junto a su padre. Ahora, a sus casi 55 años, es el seleccionador y le toca sentarse en el banquillo.
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