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España ya es mayor de edad

La Roja derrota por primera vez a Francia en un partido oficial que no fue versallesco pero que premió el gusto por el fútbol

Del Bosque, en una acción del partido.
Del Bosque, en una acción del partido.ALEJANDRO RUESGA

No se necesita enseñar el carnet de identidad cuando se es campeón del mundo, de Europa y se está incrustado en las semifinales de otra Eurocopa. Directamente, el portero del torneo te deja entrar sin mostrar documento alguno. Pero, por si hubiera dudas, el equipo de Vicente Del Bosque acumuló ante Francia 18 partidos consecutivos en torneos oficiales sin perder, una marca que puede parecer secundaria cuando lo que se busca es la gloria máxima (el título), pero que significa algo muy valorable en cualquier equipo o selección: la regularidad. Ganar casi siempre y no perder nunca no solo da placer sino que fomenta la autoestima del grupo si se administra en buenas dosis. Conseguirlo ante Francia, una selección de postín, por más que ahora se encuentre en fase de reconstrucción, tras vivir en el cielo y luego en su propio infierno.

La Roja además gusta de animar el debate. España estaba paralizada por el síndrome francés, un rival que se antojaba históricamente inaccesible, y además vecino, con lo que eso anima la rivalidad. Una rivalidad educada, por la actitud que mostraron los jugadores de una y otra selección y sobre todo de los respectivos seleccionadores, Del Bosque y Blanc, dos señores del fútbol que han repartido democráticamente sus halagos y su humildad en los días previos a la cita decisiva. No fue un debate versallesco, porque ningún partido lo es, pero se premiaba el gusto por el fútbol: depurado en España, aún sin pulir en Francia, que desde la alineación renunció a ese cambio de estilo que abandera Blanc . Y para animar el debate etéreo sobre el falso nueve o el nueve puro, el gol lo consiguió el medio centro defensivo, Xabi Alonso, llegando desde la tercera línea para sorpresa de los asustadizos defensas de Francia.

La selección, rica en fútbol con pasado pobre, acumula la experiencia que le quita la soberbia

España, el país, estaba al rojo vivo. A medida que el torneo avanza, crecen por igual la ilusión y el miedo, es decir, la caldera que vacía las calles y destroza los límites de audiencias televisivas en busca de un momento de esperanza.

La mayoría de edad no solo te abre los locales del fútbol. La España futbolísticamente rica con un pasado tan pobre, va acumulando la experiencia que le quita la soberbia sin restarle la exigencia. Socialmente también. Exigido por los títulos tan recientes, el país se va acostumbrando a su nuevo estatus que conlleva la responsabilidad del éxito junto a la asunción del sufrimiento.

Francia era una buena piedra de toque. Los bleus están muy lejos de la generación de oro de Platini, Giresse, Tigana, Bellones. Y de aquellos magníficos como Cantona. Pero fueron ricos mucho antes que España, acostumbrada no hace tanto a perder todos sus ahorros, una vez tras otra, en la bolsa de los cuartos de final.

Contra los galos, también se quitó otro fantasma de encima. Francia ya no es un ogro invencible, un verso suelto que no rimaba con la nueva historia de La Roja, labrada con culto y mimo e incardinada en el entramado social de un país que empieza a asimilar el éxito.

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