La apertura alemana
Al final de los años 80, la federación creó un plan de captación de jugadores sin la doble nacionalidad que germinó en 2000
Dos decepciones viraron el fútbol alemán. La primera se dio tras la derrota ante Holanda en semifinales de la Eurocopa 88. La segunda, la definitiva, fue en 2000, cuando el equipo cayó en la primera fase de la Eurocopa, con un empate (Rumanía) y dos derrotas (Inglaterra y Portugal). Entonces, una pregunta se expandió por la federación: “¿Cómo es posible que seamos el único equipo que todavía juega con un libre [Mattäus]?”. Uli Stielike, exinternacional en 42 ocasiones y campeón de la Euro 80 con Alemania Federal, trabajaba por entonces en la federación y fue uno de los propulsores de plan de renovación de la Nationalmannschaft. “Ver ahí a Matthäus y el mal papel en 2000 generó el clic necesario; teníamos que mejorar a todos los niveles y se invirtió mucho dinero”, explica Stielike, técnico del Al-Sailiya catarí. Por eso en esta Eurocopa les defienden Özil, Gündogan, Podolski, Klose y Khedira, con raíces turcas, polacas y tunecinas.
El padre de la idea, con la connivencia de la federación y el apoyo de Stielike, fue Bernd Pfaff, que con el tiempo se convertiría en el coordinador de la selección alemana, despedido por Jürgen Klinsmann cuando asumió las riendas del equipo en 2004. “Alemania tenía 6,5 millones de federados; es un potencial único en Europa. El problema es que todo era muy caro y que había reticencias de los clubes”, cuenta Stielike. Por un lado, la creación de los centros, vestuarios, campos, poner técnicos y pagar luz y agua daba una factura muy grande. Y por el otro, los equipos se mostraban reacios a dejar que sus mejores futbolistas se entrenaran en esos centros, colocados en distintas regiones, donde se acumulaban los ojeadores. “No querían que se airearan sus estrellas porque no les duraban. Al final, sin embargo, se llegó a un acuerdo económico por los derechos de formación”. Pero todo era excesivamente lento y la selección no fallaba, con el triunfo en el Mundial del 90 y la Eurocopa del 96. Hasta el fracaso del 2000, cuando se crearon 300 centros bajo el escudo de la federación.
El plan se dividió en dos apartados. El primero pasaba por cómo mejorar a nivel táctico y técnico. “Estábamos desfasados”, concede Stielike. Así, la federación decidió que sus empleados viajaran por Europa dos semanas para ver cómo se trabajaba en las grandes ligas y luego comparar los informes para trazar el guion definitivo, que pasaba por perseguir un fútbol con más toque y menos pelotazo, además de poner más énfasis en las categorías inferiores. “Yo fui a España. Al Madrid y luego a otros clubes”, explica Uli. Pero remarca: “A pesar de inspirarnos en otros modelos, tuvimos claro que no podíamos perder nuestra personalidad”. Tesis, en cualquier caso, que no chocaba con el segundo aspecto del plan, que era abrir las puertas a futbolistas que vivían en el país, pero que no tenían la doble nacionalidad. “Yo invité a Özil cuando era niño y todavía no tenía la documentación alemana en la mano”, dice Uli; “pero se trataba de que viera los centros, las posibilidades que le ofrecíamos. Un año y medio después, cogió el pasaporte y entró en la selección alemana”.
Löw tiene 80 personas para hacerle informes; no hay un jugador de la Euro sin ser escaneada
Stielike también sedujo a Eugen Polanski (Mainz), que llegó a ser el capitán de la Sub 21, pero que al final fichó por Polonia. “Porque no le llamó la absoluta; no importa”, replica. Otro que se decantó por su segundo país, por Ghana, fue Kevin-Prince Boateng (Milan), al contrario que su hermano Jerome (Bayern), presente en esta Euro. “Lo importante para la federación es el desarrollo que tiene ahora”, añade Uli. Así, a cada niño que entra en estos centros se le abre una ficha que va a los ordenadores de la federación; cada técnico tiene unas directrices para buscar y formar futbolistas —el ejemplo son Badstuber y Hummels, captados por su toque y desarrollados en la salida de la pelota—; y Löw dispone de 80 personas para hacerle informes, por lo que no hay un jugador de la Eurocopa que no haya sido escaneado.
Es la semilla de Bernd Pfaff y el impulso de Stielike, que ya nadie pone en duda. Y parece funcionar, sobre todo porque las inferiores han ganado casi todo y porque la absoluta quedó subcampeona en la última Euro y semifinalista en el Mundial, ambas veces apeada por España.
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