Hace cuatro años, los futbolistas holandeses miraban perplejos la figura de un futbolista bajito que acababa de destrozarles sobre la hierba estadio Saint Jakobs de Basilea. Rusia y Holanda se habían ido a la prórroga en los cuartos de y el ingenio y el cambio de ritmo de Andrei Arshavin resultó devastador para Heitinga, que fue el que más le padeció en esa media hora en la que volteó a una de las grandes favoritas.
Aquella exhibición le generó los elogios de toda la prensa europea, comparaciones con Zavarov, el habilidoso mediapunta del Dinamo de Kiev de Lobanovski, y un traspaso millonario del Zenit de San Petersburgo al Arsenal. Nunca se adaptó a la vida en Londres ni a las exigencias de Wenger. “No jugó mucho en el Arsenal, así que me hizo feliz que volviera al Zenit y empezara a recuperar su estado de forma”, confesó ayer el holandés Dick Advocaat, seleccionador ruso.
Rusia se mide esta noche a la República Checa (20.45, Cuatro) con la esperanza de que su diminuto talento recupere la chispa, aunque sea en intermitentes fogonazos. “Arshavin es un jugador de momentos, puede marcar un gol de la nada, y no hay muchos jugadores de esa clase en el mundo”, advierte Advocaat.
Los checos se presentan en el torneo confiados en la fiabilidad de su portero Cech y en la imaginación de Rosicky, que coincidió con Arshavin en el Arsenal.
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