Central o central

Llegó como un tipo atrevido, sobrado en sus posibilidades físicas, curtido en el modelo Caparrós y refinado en el Real Madrid. Entre ambos conceptos se ha convertido en el defensa fundamental, sometido también (marca de la casa) al dictamen de si es lateral o central, que le persigue desde sus inicios, aunque no le importe.

No aterrizó en Madrid como una estrella, pero tampoco se ha estrellado. Se convirtió, sin embargo, en uno de esos zagueros solventes que difícilmente suspenden en la suma de partidos. Sergio Ramos (Camas, Sevilla; 1986), por experiencia, por agilidad, por versatilidad, por dureza (por tronío, si lo exige el guion), y por profesionalidad es un fijo en cualquier equipo.

Es una llamada de emergencia para el rival y una llamada de auxilio para sus compañeros

Bajo su aspecto ochentero, un poco demodé para lo que se estila en el modernismo futbolístico, Ramos aporta la fiera que lleva dentro, a veces educada, a veces soliviantada, sin declinar la capacidad ofensiva para hacer gol en las jugadas de estrategia. En el área, en un córner, en una falta lateral, Ramos es una llamada de emergencia para el rival y una llamada de auxilio para sus compañeros.

Lo bueno para su currículum es que tiene a sus seguidores repartidos entre los que piensan que es mejor central y los que creen que es mejor lateral derecho. Un debate entre estético y deportivo que Del Bosque resolverá en el eje de la defensa, más aún cuando no puede contar con Puyol, baja por lesión. Este defensa es la quintaesencia de lo que Del Bosque busca: la versatilidad de los zagueros para que cualquier alteración del dibujo no signifique necesariamente una revolución. Ramos le da lo mismo por un lado que por el otro: más vertical en el lateral, más ágil en la zona central. Se diría que, al margen de debates, a él le da lo mismo. Quizás es que siempre juega igual.