Lorenzo y Rossi, talento bajo la lluvia
El español ofrece un recital en mojado y gana en Le Mans en una carrera monopolizada por los adelantamientos del italiano, segundo tras batir a Stoner
El tiempo era desapacible, feo el día. Y, para compensar, el motociclismo se puso al servicio del espectador con un espectáculo como los que hacía tiempo que no se vivían, más en MotoGP, donde la cabeza llevaba tiempo ganando la batalla al riesgo. La edad, la experiencia, el peso de lo que se juegan en la pista, son algunos de los factores que hacen a los pilotos ser cada vez más reflexivos, menos proclives a la improvisación. No esta vez, en la que hubo, al menos, una combinación de ambas cosas. No este domingo, en el que venció Lorenzo tras una exhibición de pilotaje sobre el asfalto empapado, donde no encontró rivales desde la primera hasta la última curva, tanto forzó su máquina en las primeras vueltas, cuando nadie se atrevía a retar a la fortuna. No en este gran premio de Francia, en el que resurgió el Rossi al que todos veneran: el italiano puso el divertimento en la pista con luchas maravillosas, cuerpo a cuerpo, con algunos de sus más reconocidos rivales, Dovizioso o Stoner, y culminó su actuación con un más que merecido segundo puesto.
Mi maniobra para pasar a Stoner es una de las mejores de mi carrera”, dice el balear
Arrancó la carrera con Lorenzo en el primer puesto y alejándose presto de sus rivales, Pedrosa y Stoner, que le seguían desde la distancia. Tardó poco en hacer subir las revoluciones: salía cuarto, así que debía esmerarse, tener determinación y acometer las primeras curvas con arrojo. Tomó la primera variante con tanto ímpetu que, ganada la posición a Crutchlow y con Pedrosa a tiro, se dio cuenta de que podía pasar también a Stoner en la misma maniobra —“una de las mejores de mi carrera”, diría luego él—; y lo hizo convencido de que jugársela en los primeros giros era la mejor solución con el asfalto en esas condiciones: “Cuando llueve, lo mejor es ponerse delante, mantener la concentración y que no te moleste nadie”, dice ahora que ya no teme al agua, como le ocurría de pequeño, cuando tenía pánico a las pistas mojadas. Ayer, sin embargo, marcó la diferencia: en cinco vueltas había sacado casi un segundo por vuelta al segundo.
Mientras el mallorquín iba abriendo brecha poco a poco, giro a giro, marcando una vuelta rápida tras otra, constante, buscando los límites de su Yamaha sobre un terreno complicado, un asfalto empapado, después de todo un día pasado por agua, le perdía el rastro Stoner. Pedrosa, ya tercero, se distanciaba. Fue el de Sabadell la primera víctima de un Rossi inspirado, aupado precisamente por esa lluvia que tantas carreras fastidió ayer. En agua, las diferencias entre las distintas motos de la parrilla se diluyen y las distancias entre los pilotos se reducen. Es por eso que la Ducati, que, además, parece funcionar inexplicablemente bien en mojado —donde la potencia desbocada de ese motor tan salvaje no ha de exprimirse al máximo—, permitió al italiano brindar una demostración digna de su historial.
Tras cazar a Pedrosa esperó el de Tavullia a las dos Yamaha satélite de la parrilla, que bordaban, a la par, unos tiempos magníficos, y también superaron sin demasiados inconvenientes al pequeño piloto de Honda. Dovizioso y Crutchlow, compañeros de equipo, ya habían estado tanteándose uno al otro. Y cuando se unió el tercero en discordia, subió la música de la fiesta. Fue finalmente Rossi el vencedor de aquella pelea a tres bandas, en la que se repitieron interiores a diestro y siniestro. Pero el italiano no se contentaría con un tercer puesto, más cuando definitivamente se despegó de las dos Yamaha del Tech3 —que, finalmente, terminarían una y otra por los suelos— y comprobó que era capaz de recortar distancias con Stoner con una facilidad inusitada. Llegó a rodar un segundo más rápido que el australiano, que hizo un amago de acercarse a Lorenzo, aunque nunca franqueó la barrera de los dos segundos.
Rossi sacó petróleo de su Ducati en un circuito de prestigio, curva a curva
El ruido de verdad, en la grada y en los talleres, en el muro y en los salones, empezó a cuatro vueltas para el final Rossi se pegó al colín del de Honda y le buscó las costillas. Debía hacerlo bien. Pues él, con una máquina muy inferior en condiciones normales, no se juega más que el prestigio, mientras que Stoner pelea por otro título. Era Le Mans el lugar perfecto para recuperar la gloria perdida el último año, un circuito repleto de curvas, que exige frenadas fuertes y en el que la moto pasa casi más tiempo inclinada que en pie. Ése es el punto fuerte del de Ducati: trincar los frenos y acometer cada entrada a curva en el último momento. Ahí sacó petróleo.
Lo intentó a falta de tres vueltas, en plena chicane (sucesión de curvas), tomó muy bien el interior, pero Stoner logró salir mejor y colocarse en la línea buena de la trazada. Volvió a asomar su rueda a dos vueltas para el final, mientras Stoner intentaba controlarlo por el rabillo del ojo y cerrarle cada puerta. Lanzó la red en su último intento. Y pescó. Hay una curva a la izquierda y otra inmediatamente a la derecha al final de la recta de meta, que ya termina con una ligera parábola. Allí atacó Rossi. Y Stoner se dio por vencido.
Rossi: “He podido demostrar lo que valgo”
Salía Rossi desde la séptima posición de la parrilla, pero tardó solo unas pocas curvas en colocarse tercero, tras Casey Stoner. Le asedió en la primera vuelta. El australiano le escuchaba acercarse. Y se acordó de la carrera en Jerez del año pasado, cuando el italiano, en otro día lluvioso como el de ayer, se lo llevó por delante en la octava vuelta. “Esperaba ver su moto de repente por mi lado. Pero no ocurrió. Entonces supe que él también se estaba acordando de aquello”, confesó Stoner. “Sí, lo estaba haciendo”, reía Rossi. “Desafortunadamente, entonces me traicionaron las ganas de adelantarle; me comporté como un novato. Esta vez he querido aguantar detrás de él y esperar el momento adecuado para pasarle. No podía dejar pasar esta oportunidad”, explicaba.
Pese a la alegría por regresar al podio —no era segundo desde la carrera de Portugal en 2010 y tan solo acumula dos terceros puestos desde entonces—, Rossi no lanzó las campanas al vuelo. Sabe que deben intentar mejorar en seco —“Desde los primeros entrenamientos de pretemporada entendí que con esta moto no podría luchar por ganar. Aquello fue un error. Nicky Hayden asumió mejor que yo cómo hay que trabajar con esta moto”, confesaba—, pues en condiciones normales no hubiera sido capaz de ser tan competitivo. Por eso, cree que el test que celebrará con Ducati la semana que viene en Mugello es más importante que el segundo puesto del domingo en Francia. “Sé que no llegaremos a Montmeló y lucharemos por el podio, pero el objetivo es acercarse a las Yamaha satélite”.
Rossi sueña con volver a estar delante. Y defiende que no ha tirado la toalla en el Mundial: “Es difícil evaluar lo que nos pasa desde fuera, me molesta oír ciertas críticas, pero yo me lo tomo todo con una sonrisa. Es fácil decir que uno ya no vale, pero yo me siento bien. Y hoy he podido demostrarlo”, apuntó.
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