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FUERA DE BANDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Atléticos, carajo!

Son dos equipos que han aprendido a saborear un título porque, ellos sí, saben lo que cuesta.

David Trueba
Simeone, en el entrenamiento previo a la final.
Simeone, en el entrenamiento previo a la final.TOLGA BOZOGLU (EFE)

Ha quedado para la historia el grito de un Marcelo Bielsa llevado a hombros tras ganar el primer título como entrenador en su club rosarino, agitando y besando la camiseta de algún jugador: “¡Newell’s, carajo!”. Seguramente cualquiera de los dos contendientes en la final de hoy tiene argumentos para soltar un alarido similar si se impone esta noche. Quizá el Atlético de Madrid tiene menos hambre tras conseguir este trofeo hace dos años, cuando el uruguayo Forlán era la gallina de los goles de oro. Pero menos hambre no significa estar saciado. Van pasando los años desde el doblete y nos vamos poniendo viejos sin llevarnos a la boca ni demasiado juego ni demasiada estética, abonados al zarpazo y a la esperanza, que es lo último que se pierde, un segundo antes de perder el partido.

La final de hoy exige algo de justicia poética para el Athletic de Bilbao, que no mereció perder contra la Juve hace 35 años. La semana pasada, gracias a una invitación inmerecida y una compañía inigualable, me encontré con Iribar, uno de los héroes de mi infancia, el portero que siempre parecía que vestía de frac. Nos recordó que dominaron ambos partidos, pero que no pudieron descerrajar la resistencia italiana ni los rigores del mítico árbitro Linemayer tras haber eliminado en la competición al Barça de Cruyff y al Milan de Capello y Gianni Rivera. Por desgracia, la justicia poética no existe. Nos tenemos que conformar con la otra, que tampoco se inclina siempre hacia donde debería.

Bielsa y el Athletic se han encontrado como se encuentran los destinos más afortunados

Bielsa y el Athletic se han encontrado como se encuentran los destinos más afortunados. Hay pocos equipos en el mundo en los que el rigor y la coherencia del argentino tengan espacio para asentarse y compartirse. Dos actitudes especiales se han asociado, la del club y la del entrenador, y han mezclado bien. Los escépticos, los que a principio de temporada se barruntaban demasiado discurso y poco zapatazo, andan con la boca cerrada. Bielsa ha puesto a presionar y a exigirse a un equipo que tiende, como otros, a aceptar con cierta comodidad su papel de segundón tras el Barça y el Madrid. Donde no llega la cuenta corriente llegan los pulmones y Bielsa acostumbra a preguntar a cada jugador, a la vuelta del partido, por aquello que hicieron bien. Seguramente pretende que ellos sean conscientes de que, más allá de lo sucedido, lo que importa es qué hiciste tú para merecerlo.

Entre Simeone y el Atlético no había misterios. Ha sido algo así como la pareja que se casa después de años viviendo juntos. La hipermotivación más que el juego ha llegado, al menos, para alcanzar la final. Mañana empezaremos a descontar letras, a saber si se quedan Adrián y Falcao, Diego y Arda Turan y si podemos o no construir algo perdurable. Pero esta noche puede ganar cualquiera. Si prima el esfuerzo sobre lo trabado y carroñero, hasta podremos ganar todos, sea quien sea el que alza la copa. Se enfrentan dos equipos que han aprendido a saborear un título porque, ellos sí, saben lo que cuesta. Porque son equipos que viven de recuerdos, hermosos y dolorosos, pero siempre revividos porque se cuentan con los dedos de una mano. ¡Carajo!

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