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Un chavalillo en rosa

Phinney, el joven de Colorado que dijo no a Armstrong, gana el prólogo del Giro a 50 kilómetros por hora

Carlos Arribas
Taylor Phinney, durante el prólogo del Giro.
Taylor Phinney, durante el prólogo del Giro.LUK BENIES (AFP)

Taylor Phinney, nacido en las montañas de Colorado, en Boulder, en junio de 1990, se define como un ciclista, un hombre de muchas palabras también. Y podría añadir que de él se han escrito y se han dicho también muchas palabras. Es tan grande como su talento, enorme —mide casi dos metros, y no para de crecer, el año pasado sumó tres centímetros a su talla, lo que, aparte de obligarle a cambiar de medidas de bicicleta casi cada mes, le provocó cantidad de lesiones ligadas al crecimiento —y también prueba viviente de la influencia de la genética en la evolución de la raza: su padre, un sprinter llamado Davis, fue el primer norteamericano que ganó una etapa en el Tour y fue bronce en los Juegos de Los Ángeles 84; su madre (y dicen que son las madres las que transmiten las características de resistencia, la bondad de la sangre) es Connie Carpenter, que antes de ciclista, y campeona olímpica también en Los Ángeles, fue patinadora de velocidad. Él aún no ha alcanzado tanto logro, pero lleva camino de superarlos.

Para empezar, ayer se convirtió en el primer líder del Giro de 2012 después de ganar (10m 26s) en Herning, Dinamarca, la primera etapa, una contrarreloj de 8,7 kilómetros. Fue el único de los 198 participantes que en una tarde de viento de cara que convertía las largas rectas —la última, 500 metros matadores cuesta arriba, sobre todo—, en pruebas de valor humano y de resistencia al dolor, más que de capacidad física, que superó 50 kilómetros por hora de media.

Entre las muchas palabras que se sabe y usa Phinney, y que muestra generoso hasta el aburrimiento en sus muchos blogs y tuits, y que suelta en inglés, en italiano y en véneto, pues vivió largos años en la muy ciclista ciudad de Marostica, donde Battaglin, figura también No. No, como la negativa con que respondió a Lance Armstrong hace un par de años.

Su padre fue el primer norteamericano en ganar una etapa del Tour y su madre fue campeona olímpica en Los Ángeles

Llegada la edad de elegir, Phinney, que había crecido como ciclista —extraordinario pistard ya de juvenil, capaz de ser el mejor en pruebas de fuerza pura, como el kilómetro, y en otras, como la persecución, el verdadero test de los grandes corredores; ganador de la parís-Roubaix sub 23, campeón del mundo contrarreloj— amamantando los pechos de Armstrong en su equipo amateur, rechazó al RadioShack después de estar tres meses a prueba y se fue al BMC. Con el feo maillot del equipo de Cadel Evans, Phinney ganó, por 9s sobre otro gran pistard, el persecucionista galés Geraint Thomas, una de las dos carreras, la de los especialistas, que se disputaban en la gris y fría Jutlandia, en un circuito de 17 curvas que Phinney era capaz de recorrer con lo ojos cerrados y que había ensayado por penúltima vez el viernes a las 18.47, la misma luz triste, la misma hora a que salió ayer ya en serio. “Me encanta Italia, el ciclismo italiano y, claro, la comida italiana”, dijo feliz Phinney, uno que sufre por no poder comer todo lo que el cuerpo le pide, en permanente lucha por mantener bajo el porcentaje de grasa corporal.

La otra carrera, la que enfrentaba a los hombres del largo plazo, a los favoritos para los que el Giro no es una carrera de brillo rápido más de desgaste, de fondo, que se resolverá en la última semana, la ganó, y no fue muy sorprendente, el checo Roman Kreuziger (11m 2s), con escasos segundos, tres, sobre Ivan Basso, que estuvo por encima de lo esperado, tal como Beñat Intxausti (11m 8s) y Purito (11m 9s).

Más lejos en la prueba, que más importante por el tiempo de diferencia lo es por las señales que lanza sobre la forma de los contendientes, estuvieron Fränk Schleck (11m 25s), Damiano Cunego (11m 29s) y, sobre todo, Michele Scarponi, quien partió el último y de rosa, y marcó 11m 32s.

El mejor español fue Flecha, el 33º, con 11m 3s.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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