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La Liga de Casillas

El liderazgo del portero, que logró su primer campeonato como capitán, ayudó a superar la tensión en los momentos difíciles

Vídeo: CRISTÓBAL MANUEL
Diego Torres

No hay otro club más difícil para desempeñar cargos de responsabilidad que el Real Madrid. En ninguna de las grandes instituciones del fútbol europeo cambia la marea del poder con más frecuencia y más violencia. Los flujos circunstanciales lo arrastran todo, incluyendo los ídolos, esos jugadores que no solo adora la propia hinchada sino que son respetados por una amplia mayoría de los amantes del juego. En este ámbito, Casillas, capitán del equipo, el futbolista más representativo del madridismo, a veces resulta una pieza tan exótica y delicada como un jarrón chino en una guardería.

La refundación del Madrid a que aspira Florentino Pérez y su estrecha asociación con el entrenador, José Mourinho, han trasladado el eje de rotación del club a los despachos. La estrategia no suele contar, como antaño, con la opinión de los futbolistas más veteranos. Por delegación presidencial, el entrenador y mánager ejerce facultades jamás antes concedidas a un técnico. En la gestión del equipo Mourinho ha ostentado sus prerrogativas sin más límites que el que le puso el público, cuando le pitó el trivote, y el que le marcó Casillas cuando rechazó su plan de denuncias sistemáticas de los arbitrajes.

La sencillez es el principio y la fuerza de Casillas. El hombre, que siente especial apego por su pueblo de Ávila, se ha comportado con la austeridad de un campesino en las situaciones de mayor presión, dentro y fuera del campo. Su visión del espectáculo al que ha dedicado su oficio está despojada del más mínimo dramatismo. Cuando le preguntaron con qué se quedaba de la temporada, tras ganar su primera Liga como capitán, respondió que prefería atesorar los episodios más críticos antes que recrearse en los afortunados. “Me quedo con los momentos malos”, dijo. “En los momentos buenos estamos todos y somos los primeros en dar la cara. Pero en los momentos malos, como en los empates contra al Málaga y el Villarreal, es cuando realmente se conoce a las personas y se ve el valor del grupo”.

“Particularmente, me da igual ganar el título. Si me alegra es por la afición”

Los jugadores y los empleados del club consultados recuerdan que el punto más grave de aquellos días, tras el 1-1 en Vila-real, fue la reunión que mantuvieron con Mourinho la víspera de recibir a la Real. La distancia con el Barça se había reducido a seis puntos antes de viajar al Camp Nou y el técnico convocó una asamblea para hablar de la delicada encrucijada. Mourinho repitió a los jugadores lo que les había indicado en El Madrigal: que él consideraba que había que lanzar mensajes para denunciar los arbitrajes. Hizo hincapié en que creía que sería “un error” no hacerlo puesto que detrás de las decisiones arbitrales se escondía una conspiración para arrebatarle la Liga al Madrid.

Mourinho no había acabado su exposición cuando, según uno de los presentes, Casillas lo interrumpió. “Mira”, dijo el portero, “aquí cada uno puede hacer lo que quiera, que ya somos todos mayores. El que quiera hablar mal, que lo haga, y el que no, no. Yo pienso que estar pendientes de los árbitros es una equivocación. El calendario que nos espera es muy jodido y si estamos pensando en otras cosas que no sean jugar partido a partido vamos a despistarnos. Si no ponemos todo en el campo vamos a perder la Liga seguro”.

“Si nos distraemos con los árbitros, lo perderemos”, advirtió a Mourinho

Mourinho no tuvo mucho más que decir. Poco a poco su estrategia de guerra psicológica se difuminó. Los jugadores aseguran que la visión de Casillas resultó más convincente. Concentrados en el fútbol, se sintieron liberados. Sobre todo para acudir al Camp Nou, donde ataron el título después de ganarle al Barcelona por 1-2.

Con la marcha de Raúl en 2010, el liderazgo del equipo recayó en Casillas. El capitán es, a sus 30 años, el último de una estirpe de canteranos que transitaron al primer equipo sin pasar por la estación intermedia de la cesión. En su relación con Mourinho prevalece un sentimiento de desconfianza mutuo, sobre todo desde que el entrenador estudió despojarle de la capitanía, en el verano. Con la directiva el trato es profesional pero distante. No parece casual que el día de la eliminación de la Champions Florentino Pérez felicitara a Karl-Heinz Rummenigge, directivo del Bayern, diciéndole que su portero, Neuer, “es el mejor del mundo”, según declaró a Sky el alemán.

A sus 30 años, el único respaldo de Casillas es su trayectoria. Lo legitiman los hechos. El día que el Madrid quedó eliminado ante el Bayern paró dos penaltis, se interpuso en varios balones de gol y salvó tres mano a mano. El Bernabéu le dedicó una ovación de reconocimiento. Solo el afecto de la gente convierte al portero en el hombre más significativo para el madridismo.

En San Mamés, tras el baño de champán, Casillas, al ver que Karanka se encaminaba a la sala de prensa para ejercer de portavoz en el día del alirón, resolvió acompañar al ayudante de Mourinho para ofrecer un discurso sosegado. Solo Karanka habló de “nuestro míster” para atribuir méritos a su jefe. Casillas omitió los personalismos, no mencionó al técnico, habló del logro del “grupo” y se refirió a la Liga como una cosa corriente que en el Madrid no debería servir para ufanarse más de la cuenta. “Particularmente, me da igual ganar la Liga”, comentó en Real Madrid TV, “si me alegra es por la afición”.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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