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El goleador salido del pozo

Tras 245 días sin marcar, la lucha de los mineros chilenos por sobrevivir inspiró a Mario Gómez

Ladislao J. Moñino
Mario Gómez celebra con Ribéry un gol al Marsella.
Mario Gómez celebra con Ribéry un gol al Marsella. Joern Pollex (GETTY)

Con dos futbolistas tan anárquicos como Ribéry y Robben es complicado descifrar cómo puede empezar un ataque del Bayern: si con un regate, una carrera vertiginosa sorteando defensas o un pase. De lo que no hay duda es de que su juego ofensivo acabará en Mario Gómez (Riedlingen, Alemania; 1985), un delantero con sangre española —sus abuelos paternos son de Albuñán (Granada)— que compite en la distancia y las formas con la voracidad de Messi y Cristiano Ronaldo. La defensa del Madrid se mide hoy a un goleador clásico: 39 dianas este curso, 11 de ellas en la Liga de Campeones. Un cazagoles de 1,89m con las características idóneas para culminar el fútbol machacón del Bayern y que acredita un remate cada 20 minutos en el torneo europeo. Del punto de penalti adelante es un martillo pilón. Es corpulento, mete la cabeza en un avispero si hace falta y define a un toque con las dos piernas. A su repertorio como dominador del área ha incorporado el dinamismo que aprendió a la sombra de Klose, el preferido de Louis van Gaal desde que se hizo cargo del conjunto en 2009 hasta 2011. 

“Conmigo vas a ser el tercer delantero, por detrás de Klose y Olic”, le espetó Van Gaal al poco de llegar y Mario Gómez padeció con una larga suplencia el libreto de la escuela holandesa, poco tendente a los delanteros centros estáticos. Dio igual que el Bayern hubiera pagado al Stuttgart su fichaje más caro, 30 millones de euros. Sus apariciones fueron esporádicas en el curso 2009-2010. No tuvo ninguna relevancia en el camino hasta la final de la Champions, que perdió en el estadio Bernabéu ante el Inter de José Mourinho. Estuvo sin marcar un gol desde el 20 de febrero de 2009 hasta el 10 de octubre de 2010. Ese día, en el estadio del Hannover, todavía con Van Gaal en el banquillo, Gómez sorprendió con una dedicatoria para celebrar el final de su prolongada sequía con tres goles: “Un cariñoso saludo a Chile”.

“En el fútbol, como en la vida en general, se necesita mucha resistencia”

En esos 245 días tuvo tiempo suficiente para asumir y vivir que un goleador sin gol es un futbolista melancólico e irritable, un torrente de preguntas internas en la soledad de una mala racha. En esos días oscuros para su carrera se enganchó por televisión al drama de los mineros chilenos que estuvieron 69 días atrapados en el pozo de San José de Copiapó. Le llamó la atención que uno de los hombres que luchaban por sobrevivir en esas condiciones extremas se llamara Mario Gómez como él y que el número de los atrapados, 33, fuera el mismo que él luce en el Bayern. También sintió la historia como suya porque en sus raíces granadinas hay familiares que están relacionados con el trabajo en la minería.

“Desde el rescate de los mineros chilenos me acompaña una buena estrella”, confesó en el portal alemán Deutsche Welle. La lucha de aquellos 33 trabajadores por sobrevivir y salir del agujero que olía a muerte a 700 metros bajo tierra también le azuzó para escaparse de su particular pozo deportivo: “Mi lema en la vida es que no hay que darse por vencido. Siempre vale la pena seguir adelante. Eso lo sintieron los mineros con mucho más intensidad que cualquiera de nosotros. El fútbol es una actividad en la que se necesita mucha resistencia, pero esta se necesita en la vida en general”.

Mario Gómez (derecha) protege el balón ante Subotic, del Dortmund, durante un partido de la Bundesliga.
Mario Gómez (derecha) protege el balón ante Subotic, del Dortmund, durante un partido de la Bundesliga.Martin Meissner (AP)

Mario Gómez comenzó entonces una rehabilitación goleadora que le ha llevado a vivir sus días más felices en el Bayern. Es indiscutible para Jupp Heynckes y en el vestuario es muy respetado por su educación y su buen humor. Incluso incita a envidias sanas y banales como la que dice sentir Schweinsteiger por su atrevida pero elegante manera de vestir y peinarse. Uno de sus cortes de pelo, rapados los lados y el cogote y la cabellera larga por arriba, fue motivo de portadas y comentarios jocosos en Alemania. A los pocos meses, los adolescentes entraban en las peluquerías para pedir un corte a lo Mario Gómez, un jugador que también marca tendencias en la opinión pública germana. “La homosexualidad ya no es ningún tema tabú. En Alemania hay un ministro de Exteriores [Guido Westerwelle] que es homosexual y el alcalde de Berlín [Klaus Wowereit] es también gay, por lo que los futbolistas profesionales que lo sean deberían confesarlo. Jugarían mejor al sentirse liberados”, proclamó en la revista Bunte.

Internacional alemán, los técnicos de las categorías inferiores de la Federación Española de Fútbol le visualizaron como lo que es hoy. “Le vimos cuando era juvenil en dos partidos amistosos con la selección sub 19 que jugamos en Alemania. Ya se le notaba su gran facilidad para el gol por arriba y por abajo y que tenía buenos movimientos de espaldas a la portería. Y también que se asociaba bien con los centrocampistas”, recuerda Ginés Meléndez, que matiza que Luis Aragonés, en su etapa como seleccionador, le preguntó si alguna vez le había convocado. “Hablamos con él en aquella oportunidad, pero no tocamos el tema porque ya había dicho a la prensa que se sentía alemán porque había nacido allí y que quería jugar para ellos”, cuenta un empleado federativo. Su vena latina le ha brotado en algunas celebraciones de goles en las que imita agitar el brazo derecho como los toreros y estos días.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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