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El enigma del entrenador olvidado

Heynckes, el técnico destituido tras lograr la ‘séptima’ Copa de Europa para el Madrid, se interpone en el camino a la ‘décima’

Heynckes, durante su comparecencia ante los medios.
Heynckes, durante su comparecencia ante los medios.Matthias Schrader (AP)

La noche del 19 de mayo de 1998, el entonces presidente del Real Madrid, Lorenzo Sanz, invitó al entrenador, Jupp Heynckes, a subir a su habitación en el hotel del equipo. El Madrid llevaba 32 años persiguiento su séptima Copa de Europa y la tensión en la concentración era máxima. Al día siguiente esperaba la Juventus en la final y Sanz quiso sondear al técnico. Se sentaron y el dirigente le dio una palmadita en la pierna mientras le animaba a conversar.

—Bueno, míster, ¿cómo estamos para mañana?

—Desmoralizado, presidente.

La respuesta no acabó de sorprender a Sanz, que durante meses tuvo la sensación de tratar con un hombre desbordado por un repentino problema familiar y por las exigencias históricas de una institución que aspiraba a reconquistar su puesto de primacía. Heynckes se sentía abatido. La sensación de desasosiego no le abandonó ni después de convertirse en el entrenador que consiguió el trofeo más deseado por el madridismo en toda su historia. La destitución, a la semana siguiente, añade misterio a su figura, oscurecida por la presencia de un grupo de jugadores de gran carácter a los que la hinchada atribuyó todo el mérito. En Chamartín, Heynckes pasó al olvido. Pero mañana, en Múnich, el entrenador que comandó el camino a la séptima se interpondrá en el camino a la décima.

Llegó con fama de duro, pero el vestuario se lo comió Lorenzo Sanz

“Él heredó la mayor urgencia que ha tenido el Madrid en toda su historia”, explica Manolo Sanchis, capitán del equipo, cuando recuerda al hombre con quien mantuvo una relación de complicidad. “Él puso el reloj a cero. ¡Pero ese reloj llevaba 32 años funcionando! En ninguna competición teníamos un lapso tan grande sin conseguirla. Yo creo que entre las dificultades añadidas, la complejidad del vestuario y lo difícil que fue para nosotros... Se manejó bastante bien. Siempre iba de cara. Tuvo una relación sincera con los jugadores. No contó siempre con la misma empatía, claro. Y no tuvo todo el reconocimiento que merecía”, sostiene.

Heynckes se relacionó con dos empleadores en España antes de recalar en Madrid. El presidente del Athletic, José Julián Lertxundi, y el presidente del Tenerife, Javier Pérez. Los dos manifestaron a Sanz que fichaba a un alemán convencional. Un hombre de un sentido lineal de la jerarquía y la disciplina. Un temperamento que le llevaría a entrar en conflicto con un vestuario de fama folclórica como el del Madrid. No fue así. A las pocas semanas de contacto con Mijatovic, Panucci, Roberto Carlos, Seedorf, Redondo, Hierro y Raúl, principales elementos de la plantilla, el técnico se transformó en un tipo conciliador en extremo, capaz de cambiar horarios y entrenamientos ante la sola sugerencia de sus futbolistas. Un día, Panucci se arrancó el peto y abandonó una práctica. En otra ocasión, Seedorf le abroncó durante un partido. No hubo medidas punitivas.

No tomó decisiones drásticas cuando tuvo que hacerlo Cañizares

“Venía con fama de ser exigente y de duro”, recordó Cañizares, “pero no tomó decisiones drásticas cuando tuvo que hacerlo, ya fuera por bajas formas o por indisciplina. A grandes problemas, grandes soluciones. Él no cumplió con esa máxima. Quizá por garantizarse la continuidad en el club, no se atrevió. Trató de reciclar a los jugadores que no le seguían, pero, cuando vio que no cambiaban, no hizo nada”.

La vinculación del Madrid con Heynckes conectó con una larga tradición de intercambios entre el club y la dinastía del Borussia Mönchengladbach de la década de los 70. El club, en competencia con el Bayern, pescó en el caladero del Borussia, desde Netzer hasta Stielike pasando por Jensen. El propio Heynckes fue un integrante destacado de aquel equipo. Su llegada al Madrid estuvo auspiciada por la historia. Pero ni la obtención de la séptima persuadió a Sanz de que no debía echarle.

Heynckes da instrucciones al Bayern durante un partido de 'Champions'.
Heynckes da instrucciones al Bayern durante un partido de 'Champions'.K. P. (REUTERS)

“Heynckes no podía seguir porque no podía con la plantilla”, reflexionó Sanz hace unos días; “él mismo lo reconoció. El vestuario se lo comió poco a poco. Entró en una dinámica complicada con un vestuario que venía de ser campeón de Liga y estaba cargado de estrellas. No fue capaz de imponer la disciplina necesaria”.

“Una semana antes de la final”, recuerda el ex mandatario, “tuvo una reunión conmigo y me dijo que no estaba bien y hubo que hacer una terapia de grupo. Le convoqué a mi despacho con los jugadores y ahí se dijeron todo lo que se tenían que decir. No hubo autogestión. En la final hizo un gran planteamiento”.

Los futbolistas suelen añorar a un padre castigador. Heynckes prefiere escucharlos

Heynckes, todavía hoy, sigue pensando que no le respetaron porque no era lo suficientemente famoso para los estándares del Madrid. Le vieron, dice, como a “un pequeño entrenador que venía del Tenerife”. Según advierten en su entorno, el técnico no se siente traicionado por los jugadores tanto como por una directiva que no supo respaldarle. El propio Sanz reconoce la importancia del técnico en la consecución de un título que reforzó su prestigio como presidente: “Fue un hombre importante que lo dio todo y ganó la copa más importante en la historia del club”.

La destitución supuso un duro golpe moral para el entrenador. Pasó un año hasta que volvió al trabajo. Dirigió al Benfica, al Borussia Mönchengladbach, al Athletic en un segundo ciclo y al Leverkusen antes de regresar a Múnich. Le llamó su amigo, el presidente del Bayern, Uli Hoeness, encomendándole la pacificación del club tras la turbulenta salida de Louis van Gaal el año pasado.

Heynckes se encontró un vestuario dividido por el conflicto instigado por Van Gaal contra la directiva. El técnico holandés puso a los jugadores en contra de Hoeness y, durante semanas, el club se hundió en una grave crisis institucional. Por un lado se situaron Müller, Lahm, Badstuber o Robben, adeptos del holandés. Por el otro, gente como Gómez o Ribéry, gente despreciada por Van Gaal.

Hoeness le llevó al Bayern para pacificar al club, dividido por el conflicto con Van Gaal

Los periodistas bávaros que informan sobre el Bayern aseguran que se sorprendieron ante la actitud de un entrenador mucho más dócil de lo que había sido en Leverkusen o Mönchengladbach. En su nuevo equipo, Heynckes se parece al hombre paternal y tierno al que nadie parecía obedecer en Madrid. “Para presionar a los jugadores ya están Facebook, Twitter, los diarios, los agentes y los presidentes”, suele decir; “yo tengo que quitarles presión”.

“El Bayern”, reflexionó Sanchis en el diario bávaro Süddeutsche Zeitung, “se parece a aquel Madrid. Nosotros teníamos un juego defensivo que nos permitía tener la seguridad de que sabíamos los movimientos que debíamos hacer, pero éramos bastante anárquicos a la hora de atacar. Era lo que pedía la calidad que teníamos. A jugadores como Raúl, Morientes, Mijatovic, Suker, Redondo, Seedorf..., lo que tienes que dejarles es aire. No les puedes coartar con movimientos predeterminados”.

La leyenda dice que los jugadores hacían la táctica mientras lamentaban no tener un entrenador más autoritario. Panucci lo dijo antes de la final: “Heynckes es un buen técnico, pero nos ha tenido mucho respeto y eso ha sido un error”.

Los futbolistas suelen añorar a un padre castigador. Heynckes prefirió ser más democrático. Hoy, la historia concede todo el mérito a sus jugadores.

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