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Nadie fue feliz en Anoeta

La Real y el Betis igualan en un partido aburrido al principio y vibrante al final

Griezmann se escapa de Amaya.
Griezmann se escapa de Amaya.JUAN HERRERO (EFE)

La música es al cine lo que el murmullo es al fútbol. La música te indica el sobresalto, la calma, el suspense, la intensidad, el beso. El murmullo es clarividente en el fútbol. Cuando abunda es que no pasa nada, es que la gente está hablando entre sí sin prestar demasiada atención a la película, como esperando que pase algo, pero sin ganas de perder el tiempo. Y así andaba Anoeta, en pleno murmullo, como una llovizna anímica que en el fondo reflejaba la (baja) intensidad del partido. Tan solo cambiaba la banda sonora con alguna decisión arbitral. O cuando Zurutuza disparó contra un anuncio situado junta a una portería y en la otra grada se cantó gol. O cuando Agirretxe cabeceó y Cañas levantó el brazo para repeler el testarazo y Mateu Lahoz pitó penalti. Fue el subidón, de idéntico tamaño a la depresión, cuando Fabricio despejó el debilísimo lanzamiento de Agirretxe. Fue algo así como si se fuera a saber quién era el culpable y el argumento diera un looping inesperado.

REAL SOCIEDAD, 1 - BETIS, 1

Real Sociedad: Zubikarai; Estrada, Ansotegi, Mikel González, De la Bella; Elustondo, Illarramendi (Aranburu, m. 77); Griezmann, Zurutuza, Vela; y Agirretxe (Xabi Prieto, m. 71); No utilizados: Toño; Carlos Martínez, Llorente, Cadamuro e Ifrán.

Betis: Fabricio; Chica, Paulao, Amaya, Nacho; Sevilla (Beñat, m. 58), Cañas (Pereira, m. 58), Iriney, Jefferson Montero (Matilla, m. 81); Rubén Castro y Santa Cruz. No utilizados: Casto; Dorado, Juanma y Jorge Molina.

Goles: 1-0. M. 55. Carlos Vela, a pase de Agirretxe. 1-1. M. 69. Rubén Castro remata un centro de Jefferson Montero.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Cañas, Rubén Castro y Chica.

21.317 espectadores en Anoeta.

A la Real le faltaba intensidad y al Betis, que salió animoso, le pudo la rutina. Bien está controlar la pelota, algo que sabe hacer, sin duda. Lo que no encontraba era el verdadero sentido a ese espíritu posesivo. Tenía el balón, con Iriney en la sala de máquinas, pero no sabía para qué, para hacer qué, para vender qué. Apenas le sirvió para una contra de Montero que Rubén Castro empujó y el gol lo evitó Zubikarai, en su primer partido en la Liga, tras debutar en la Copa con seis goles en su portería.

El murmullo se hizo silencio en el descanso y se notaban malas pulgas en Anoeta, que ansiaba la salvación virtual y el ahorro de adrenalina. Y el revuelo de trompetas llegó cuando Carlos Vela remató una jugada que se había inventado con Agirretxe, dibujada con precisión.

El gol subió los decibelios del partido, pero había en el campo un tipo con alma de solista, con los pies más ágiles que los dedos de un guitarrista flamenco. Jefferson Montero se largó un trasteo desde el centro del campo, dejando a los defensores realistas como versos sueltos, hasta asistir a Rubén Castro, que disparó como un baterista acaba una canción. De golpe. Pero había bises. Y pudo ganar el Betis, cuando Zubikarai repelió un violento punteo de Rubén Castro y la Real cuando Ansotegi cabeceó al poste en la última ocasión. Todo ocurrió al final, como en las películas apresuradas, tras desperdiciarse 45 minutos de guion y someterse después a un ritmo trepidante, difícil de seguir, pero interesante. Y Mateu, con sentimiento de culpa... con la Real.

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