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ENTRE FANTASMAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estado de malestar

Cristiano Ronaldo ganaba un millón al mes, que equivale a 1.400 euros a la hora

Cristiano Ronaldo, durante el partido ante el Valencia
Cristiano Ronaldo, durante el partido ante el ValenciaALBERTO DI LOLLI (AP)

Al comerse a Procopio, la mantis Susana adquirió una repentina lucidez. Comprendió de pronto que todo en la vida era deporte. Amar, andar, correr, saltar, beber, estar sentado o de pie, pensar, dormir, llorar, reír o… hablar. Al respecto, le sorprendía particularmente la destreza que algunos políticos mostraban en el manejo deportivo de la lengua. Precisamente, en uno de esos televisores llegados a Marte como chatarra del planeta Tierra, la mantis Susana tuvo ocasión de comprobar la tautológica locuacidad de un ministro de Hacienda, llamado Montoro, al afirmar: “Cuando hayamos reducido esta dependencia financiera, seguro que vendrá la recuperación de la economía, habida cuenta de que, por tanto, gozaremos de la capacidad de financiar el crecimiento económico” (sic). O sea que lo que quería decir el ínclito político era que, cuando las cosas fueran mejor, irían menos peor, dedujo Susana, y se asombró no solo de la capacidad pedagógica del ministro, sino, y sobre todo, de cómo dijo lo que dijo sin apenas pestañear ni trabucarse. 

Por cierto, en los ámbitos siderales, una palabra puede, en ocasiones, convertirse en un agujero negro del lenguaje. Por ejemplo, trabucar viene de trabuco, que, a su vez, nos remite a los atracos perpetrados en nombre del sentido común atribuido a las personas sensatas como Dios manda (y la Merkel bendice), según el sentir de un Rajoy que con tanto paternalismo suele ponderar las virtudes ajenas olvidándose de las propias cuando de cumplir la palabra dada se trata. En deportiva simbiosis, un despido flexible y una piadosa amnistía fiscal, coordinadas con un remate de tijera y patada al Estado de bienestar, provocaron el que se le hiciera agua la cavidad bucal a Susana: no tardarían en llegar terrícolas desesperados a Marte. Lamentablemente, no sería el muslo de Cristiano Ronaldo lo que saciara los apetitos de la mantis. Era poco probable que el suculento manjar se viera afectado por una miserable reforma laboral o una traidora subida de impuestos. Sin contar primas ni contratos publicitarios, en obsceno contraste con la situación de su país, el susodicho jugador portugués ganaba un millón de euros al mes. Para que los mileuristas se hagan una idea aproximada, eso equivale a 1.400 euros a la hora. Tampoco Messi estaría dispuesto a emigrar a Marte, ni siquiera a Laponia. Un sueldo de 10,5 millones por temporada le permitiría afrontar la crisis en Barcelona incluso si, como predice Sarkozy, España acabara como Grecia.

Estas y otras cifras, unidas a que el fútbol español adeuda 752 millones a Hacienda y más de 10 a la Seguridad Social, provocaron que Uli Hoeness, presidente del Bayern Múnich, exclamara indignado: “¡Es el colmo, impensable! Pagamos a España cientos de millones de euros para que salgan de la mierda y los clubes se los gastan en cristianos ronaldos y messis ¡y no pagan sus deudas!”. Para mitigar inoportunos afanes recaudatorios en su próximo rival de la Champions, Florentino se apresuró a declarar que el Real Mourinho estaba al corriente de pagos. Por si cupieran dudas concernientes a la idoneidad del sobrenombre aplicado al club, su entrenador ha confesado al Corriere della Sera, en entrevista reproducida en Marca, que se siente el líder absoluto del Real Madrid y que hasta cuando está de vacaciones echa de menos la sensación de mandar. Estas ínfulas castrenses tienen el peligro de provocar efectos castradores en sus subordinados y despertar peligrosas veleidades dictatoriales en pleno Estado de malestar. En Fútbol, fenómeno de fenómenos, Francisco Alcaide Hernández nos recuerda que el Madrid ocupa el primer lugar y el Barça el tercero entre los 10 clubes más ricos del mundo. ¿No le inspiran estos datos al ministro de turno a la hora de ejecutar esos recortes que, en sanidad y educación, prefieren llamar ajustes?

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