El alquimista de Bilbao
Bielsa ha aportado las dosis de matemática, geometría, metafísica, ciencia y teología que requería para dar el salto
“Marcelo Bielsa es el mejor entrenador del planeta”, Pep Guardiola
Eric Cantona dijo hace diez días en Barcelona que la selección catalana de fútbol “también hubiera ganado el Mundial”. Bueno, quizá. Aunque tal vez el francés no se haya enterado de que Andrés Iniesta, por ejemplo, no es catalán. Tampoco Messi, ni Villa, ni Alves, ni Pedro, ni Eric Abidal. Más hubiera acertado Cantona en proponer a la selección vasca como campeona del mundo.
Con todo el respeto al Barcelona, o al Real Madrid, o a quien sea ¿alguien ha visto mejor fútbol esta temporada que el que acaba de exhibir el Athletic de Bilbao en sus dos eliminatorias europeas contra el antiguo equipo de Cantona, el Manchester United? Pues no, y ahí lo que vimos fue, en efecto, a la selección vasca ya que el Athletic se aferra, con su incurable romanticismo, al tozudo, obstinado, terco, testarudo principio (ante semejante maravilla de aberración planetaria no sobran los sinónimos) de que solo vascos pueden jugar en su equipo.
Ese Athletic gana a cualquiera. Al United le dio una paliza; fue —como dijo la prensa inglesa— una humillación. Si no hubiera sido por el portero español del United, David de Gea, o por falta de puntería en el área (la única crítica que se le puede hacer a este equipo es que demuestra en exceso una exuberancia juvenil), la humillación se hubiera reflejado también en el marcador. No se podría haber quejado Alex Ferguson, el veteranísimo entrenador del United, si su equipo hubiera perdido cada uno de los dos partidos 5 a 1.
Reconozcamos, ya que estamos, la clase que demostró Ferguson al finalizar la eliminatoria. Nada de mezquindades. Nada de culpar a los árbitros, ni acusar a los rivales de hacer trampas, ni señalar a ninguno de sus jugadores, ni decir que los suyos tuvieron mala suerte. Ferguson es un hombre que detesta perder, un entrenador cuya gran virtud a lo largo de sus 25 años en el United ha sido inculcar en sus equipos un fanático espíritu guerrero. Pero también ama el fútbol. Quizá ame el fútbol incluso más que la victoria. Y por eso fue que, tras caer derrotado en San Mamés, expulsado de la Europa League, alabó al Athletic por su trabajo, su energía, su entrega y su calidad. “Merecieron ganar”, dijo Ferguson, que además tuvo la elegancia de reconocer el gran mérito de su entrenador rival.
El problema del fútbol inglés, como el del Athletic en otros tiempos, es el hábito de correr como gallinas sin cabeza. Bravura, toda; inteligencia, limitada
Marcelo Bielsa es argentino y admirador (lo cual también tiene su mérito) del fútbol inglés; o de la cultura inglesa del fútbol. Estuvo de visita en Inglaterra durante las finales de la Eurocopa que se celebraron ahí en 1996 y se quedó asombrado ante el fervor con el que la gente vivía el deporte, ante (algo que le llamó especialmente la atención) la cantidad de libros sobre el fútbol que vio en las librerías. Por eso hay algo apropiado en que Bielsa haya recalado esta temporada en el Athletic, un club no solo con nombre inglés sino con una mística, una afición y un estilo ancestral de juego que tiene más en común con el mundo del fútbol de Inglaterra que con el del resto de España. El problema muchas veces del fútbol inglés, como el del Athletic en otros tiempos, es el hábito de correr como gallinas sin cabeza. Bravura, toda la que uno quiera; inteligencia, limitada.
Bielsa, al que llaman “loco” pero más acertado aún sería llamarle “genio”, es el alquimista de Bilbao; el que ha aportado las dosis necesarias de matemática, geometría, metafísica, ciencia y teología que requería el Athletic para pegar el salto, para transformar la materia prima vasca en oro. El resultado del experimento lo vimos en toda su gloria ante el Manchester United: un fútbol que combinó la velocidad con la precisión, la mecánica de un reloj suizo con la pasión de un pueblo que nunca nadie pudo conquistar.
Todo el mundo en España, y en buena parte de planeta fútbol, se está relamiendo los labios ante la posibilidad de una final de Champions entre el Barcelona y el Real Madrid. Si ocurre, tendrá su morbo. Pero si lo que queremos es fútbol en estado puro, fútbol de campeones del mundo, fútbol con clase dentro y fuera del campo, el plato ya está servido.
La final de la Copa del Rey, entre el Athletic de Bilbao y el Barcelona, el 25 de mayo. Fecha patria para Bielsa, por cierto: el aniversario de la revolución argentina.
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