El Zaragoza, a un pie del abismo
Los maños pecan de inconsistencia en los minutos finales y regalan un empate (1-1) ante un Osasuna contemplativo
Poco le duran las alegrías al Zaragoza que de tanto buscarlas se olvidó de mantenerlas. En un duelo ante un vecino como Osasuna, situado en una butaca envidiable disfruta de una travesía sin sobresaltos, se repartió un botín que en nada alimenta las urgencias del colista. Una victoria que agarró en los últimos instantes del partido gracias a Postiga y que voló tras un remate de cabeza de Roversio cuando las piernas ya no le daban para más.
Navega a contracorriente el conjunto maño, tratando de quitarse las penas a base de tragos largos que buscan más el desahogo personal que un alboroto conjuntado. Así, transcurren los regates de Lafita o las llegadas de Hélder Postiga. Y en esas Manolo Jiménez se desespera porque no ve asociaciones por ningún sitio. Ni para aquí ni para allá, solo hacia el frente. Así las cosas, juega al fútbol con el horno encendido, pero sin tener claro que es lo que se cocinará dentro.
Zaragoza, 1 - Osasuna, 1
Zaragoza: Roberto; Pablo Álvarez, Mateos, Pintér (Zuculini, m. 53), Paredes; Lafita, Dujmovic, Rubén Micael (Apoño, m. 78), Obradovic; Luis García (Edu Oriol, m. 78) y Hélder Postiga. No utilizados: Leo Franco; Juan Carlos, Jorge Ortí y Aranda.
Osasuna: Andrés Fernández; Damiá, Roversio, Sergio, Marc Bertrán; Cejudo, Puñal, Nekounam (Timor, m. 88), Lamah (Manu Onwu, m. 56); Raúl García y Nino (Annunziata, m. 84). No utilizados: Riesgo; Echaide, Rubén y Raitala.
Goles: 1-0. M. 85. Hélder Postiga. 1-1. M. 88. Roversio.
Árbitro: Paradas Romero. Amonestó a Pintér, Paredes, Lafita, Rubén Micael, Postiga, Nekounam y Raúl García.
La Romareda, unos 33.000 espectadores.
A Osasuna, vecino rico ahora tras la senda del río Ebro, no se le exige pausa o parsimonia a pesar de su relajada situación, sino consistencia en con el guion hasta el momento. Por eso no le molesta entrar en un duelo de zancadas, a ver quien mueve el balón más deprisa. Con Nino como referencia, el juego de los navarros pasaba por las botas de Raúl García, y la estabilidad de Nekounam, más como pararrayos que como antena emisora. Con Roversio como único cambio respecto al equipo que derrotó al Athletic en Pamplona la jornada anterior, el cuadro de José Luis Mendilibar se amparó en la presión defensiva para soportar los acercamientos de un Zaragoza deshilachado que abusó del disparo lejano para encontrar una madriguera en la que alojar tanta tensión.
Un inconveniente inicial al que se sumó la omnipresencia de los postes para desbaratar los remates de Postiga tras un saque de esquina y de Lafita en dos ocasiones, y acrecentar ese demonio interior. A pesar del infortunio, el Zaragoza superó tras el descanso la primera línea navarra, gracias a la mínima pausa que aporta al juego Rubén Micael, de los pocos a los que se le ocurrió dar un pase de tacón en medio del partido para dejar solo a Lafita delante de Andrés. Así, animándose a sorbitos, los maños se asomaban a un balcón por el que divisar al fin un panorama distinto. Resguardado, que no agazapado, a Osasuna le convenía un ritmo constante, mas que nada para no perder el nervio, decidido a reservar carreras para situaciones concretas.
El problema es que ante la necesidad, la continencia en forma de barriga llena, agranda las pupilas, y con la mirada clavada en el palo izquierdo de Andrés, Postiga se sacó un latigazo desde fuera del área que instaló en ese ángulo imposible para los porteros, cerca del nacimiento de la hierba. Desestresado tras el gol al Zaragoza se le olvidó marcar a Roversio en un saque de esquina y el central brasileño, sin marca alrededor, remataba al fondo de la red de Roberto. Descubrieron así los locales que tras el escalón de la permanencia se esconden precisamente, otros escalones. Que tras el pan, asoman las migas.
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