Un martillo pilón en el área
Mario Gómez, con cuatro goles, lidera la tunda del Bayern a un Basilea muy tímido
Con un ataque en oleadas, a empellones, el Bayern fulminó en 45 minutos la rebelión que el Basilea suscitó con su victoria en el partido de ida. Mario Gómez, con cuatro goles, fue el punto final de un plan diseñado para que reinara a lo grande. Se quedó a un tanto de igualar los cinco de Messi al Leverkusen, pero el vendaval de su equipo le generó ocasiones para haberlos superado de largo.
Más allá de la regeneración estilística que ha implantado Löw en la selección alemana, a los equipos teutones nunca les interesó demasiado para atacar lo que sucediera en el centro del campo. El Bayern ejemplifica como nadie esa característica. Ha construido su leyenda en las áreas rivales huyendo de la retórica en la elaboración. Ayer encajonó al Basilea desde el primer minuto con un recurso tan simple como eficaz. Lo reventó con continuos centros al área, donde Mario Gómez vivió siempre con la sensación de que tenía mucho que decir. Así fue. Protagonizó un ejercicio de nueve de toda la vida.
BAYERN, 7 - BASILEA, 0
Bayern Múnich: Neuer; Lahm, Boateng, Badstuber, Alaba; Luiz Gustavo, Kroos; Robben (Tymoshchuk, m. 80), Müller (Schweinsteiger, m. 69), Ribéry (Pranjic, m. 78); y Mario Gómez. No utilizados: Butt; Contento, Pranjic, Petersen y Olic.
Basilea: Sommer; Steinhöfer (Degen, m. 69), Abraham, Dragovic, Park; Shaqiri (Zoua, m. 80), Cabral, Xhaka, F. Frei (Stocker, m. 61); A. Frei y Streller. No utilizados: Colomba; Kovac, Hugel y Yapi.
Goles: 1-0. M. 11. Robben. 2-0. M. 42. Müller. 3-0. M. 44. Mario Gómez. M. 50. Mario Gómez. 5-0. M. 61. Mario Gómez. 6-0. M. 67. Mario Gómez. 7-0. M. 81. Robben.
Árbitro: Clattemburg (Inglaterra). Amonestó a Boateng, Cabral y Streller.
Allianz Arena: 70.000 espectadores.
Buscó primero el Bayern la banda de Lahm y Robben y después la de Ribéry, rápido y muy suelto de piernas y cintura. Aunque fue de un centro que no venía desde un costado —un pase interior que rebotó en un defensa suizo— del que sacó provecho para igualar la eliminatoria. A Robben fue al que le tocó encarnar ese don de la ubicuidad que acompaña la leyenda alemana en las áreas. Le cayó la pelota y resolvió con un zurdazo raso y ajustado.
Apenas habían pasado 10 minutos y los futbolistas de Heynckes ya se habían desprendido de la ansiedad que les habría generado el pasar de los minutos sin marcar. A eso quiso jugar el Basilea, que decepcionó. Si en la ida fue un equipo descarado, dinámico, delicioso en el despliegue en el ataque, su versión en el Allianz fue timorata. Se desnaturalizó y lo pagó caro. Nunca dio la sensación de ser un equipo preparado para aguantar el chaparrón del Bayern. Los goles fueron una secuencia en serie. Unos tras otro cayeron con una facilidad pasmosa en la portería de Sommer. Siempre con la misma fórmula: centro-remate, centro-remate, centro-remate...
Müller entroncó con el legendario apellido que luce en su espalda para hacer el 2-0. Se adelantó al primer palo para cazar a un toque un pase de Robben. Tampoco es un delantero de arabescos, pero tiene ese sexto sentido para pasar por el área en el momento justo y por el sitio exacto. Escuela y estilo Bayern en un futbolista en el que no se entienden las suplencias con las que Heynckes a veces le condena.
Con la remontada ya conseguida, comenzó el festival de Mario Gómez. Pescó una jugada de estrategia, otro tic muy germano. Luego, empotró un cabezazo y un remate con el interior en postura acrobática. Finalizó su recital recogiendo un pase atrás de Ribéry. El Bayern había diseñado su plan de toda la vida para él. Un martillo pilón en el área.
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