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Emery, a pecho descubierto

Declarado culpable por Mestalla, el técnico del Valencia combate un entorno depresivo

Unai Emery, ante el Mallorca
Unai Emery, ante el MallorcaTANIA CASTRO

Unai Emery (Hondarribia, Gipuzkoa; 1971) era ayer por la mañana, en Paterna, el torrente de energía habitual, tratando de infundir optimismo en un entorno deprimido tras empatar ante el Mallorca (2-2) y sumar solo dos victorias en los últimos 10 partidos de la Liga. “Vamos a ganar al PSV [en Eindhoven, el jueves, en la Liga Europa] y al Athletic [en San Mamés, el domingo, en la Liga]”, afirmó el técnico del Valencia, levantando el ánimo de sus colaboradores, a pesar de saberse en la diana, declarado culpable por un público insatisfecho. Mestalla le mostró el pulgar hacia abajo cuando le cayó accidentalmente el balón en las manos tras el segundo gol mallorquinista. En esas décimas de segundo antes de soltar la pelota para ponerla en juego, la grada le dedicó una pitada rápida e intensa. Mestalla no lo quiere.

El preparador sabe que su equipo va a jugar más cómodo fuera de su estadio

¿De qué se le acusa? Objetivamente, el Valencia ha estado en los últimos tres años por encima de sus posibilidades: tercero en la Liga después de reducir su presupuesto y dejar de ser, a causa de una deuda monumental, el tercero en potencial económico, superado por el Málaga y el Atlético. Por el contrario, el equipo ha sido víctima de cierta fragilidad emocional, superado en las citas solemnes y refractario a la épica. La volatilidad en un mismo partido, capaz de lo mejor y de lo peor, ha irritado a la hinchada. Sucedió en Leverkusen ante el Bayer en una derrota que lo descabalgó de la Champions después de una primera media hora excepcional; ante el PSV en la ida de la Liga Europa la semana pasada, cediendo dos tantos en los últimos minutos tras un caudal ofensivo en el primer periodo (4-2), y volvió a pasar contra el Mallorca. En los dos últimos meses, además, el equipo se ha contagiado de dos ideas propagadas en la grada: el tercer puesto en la Liga no tiene ningún mérito y el entrenador está en un fin de ciclo, tres palabras repetidas machaconamente por el entorno.

Ante el Mallorca, algunos jugadores se bloquearon frente a la hostilidad de Mestalla. El lateral Barragán no pasó del medio campo tras un error en el primer tanto visitante. Y Piatti perdió cada pelota en el último tramo. Salvo Albelda, no hay jugadores de jerarquía para blindarse ante el público. Ese es el reto ahora para Emery, fortalecer emocionalmente a sus hombres. Y tiene un ejemplo a seguir: Parejo ha superado una fase depresiva y está siendo el mejor. Pero, en este ambiente de crispación, Tino Costa dijo haberse equivocado al retuitear el domingo por la noche un mensaje de un aficionado pidiendo la marcha de Emery y del presidente, Manuel Llorente.

Tino Costa retuiteó

Los exjugadores que siguen en el club, como Juan Sánchez —en el área de fichajes de juveniles— o Fernando Giner —consejero— saben lo que es sufrir la ira de Mestalla. Y tal vez por eso salieron ayer en defensa del entrenador. Los discursos con valor institucional han partido casi siempre del propio Emery, generoso con los intereses de la entidad. La obsesión de Llorente son los 20 millones que asegurarían la participación en la próxima Liga de Campeones. La Copa del Rey y la Liga Europa le importan menos, aunque sería antipopular reconocerlo.

Ahora mismo, Emery sabe que es un elemento perturbador para el Valencia, que jugará más cómodo fuera de Mestalla. Pero él no se lo toma como algo personal. Lo encaja con la misma deportividad que cuando el estadio le gritó “¡burro!” tras un cambio ante el Leverkusen. Es un inconsciente o un iluminado. Y va a pecho descubierto.

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