El Manchester United está en coma
Tras los fallos de De Gea y José Enrique, Kuyt hurga en la herida del Mufc y resuelve para el Liverpool el clásico inglés en la cuarta ronda de la 'FA Cup'
Quiso el azar, caprichoso e insensible a las jerarquías, que se encontraran el Liverpool y el Manchester United en la cuarta ronda de la FA Cup, enemigos íntimos e irreconciliables hasta el punto de que hace más de medio siglo que no hay un traspaso entre ambos clubes. Rivalidad acrecentada desde que el Mufc ganara el laurel de la Premier el curso anterior para sumar más entorchados históricos (19) que el adversario (18). También en la Copa vence el equipo de Manchester (11 a 7). No es, en cualquier caso, la temporada de ninguno, anónimo el Liverpool en la Liga y calamitoso el United en general, apeado de la Champions y de la Carling Cup, vapuleado por el City en Old Trafford (6-1). Pero la escaleta del encuentro, independientemente de los resultados, estaba predeterminada porque la genética no se pierde. Lo que no se presumía eran los traspiés de De Gea y José Enrique, ni el despiste final de Evra. Tres fallos que determinaron el resultado, que dieron el triunfo al Liverpool y que dejaron al Manchester en un coma profundo.
LIVERPOOL, 2 - MANCHESTER UNITED, 1
Liverpool: Reina; Agger, Skrtel, Kelly, Carragher (Kuyt, 63), José Enrique; Maxi Rodríguez (Adam, 63), Steven Gerrard (Bellamy, 72), Downing, Henderson; y Carroll
Manchester United: De Gea; Rafael, Evans, Smalling, Evra; Park Ji-Sung, Giggs (Berbatov, 90), Carrick, Valencia, Scholes (Javier Hernández, 76); y Welbeck
Goles: 1-0. M. 21. Agger. 1-1. M. 39. Park Ji-Sung. 2-1. M. 88. Kuyt
Árbitro: Mark Halsey. Mostró tarjeta amarilla a Rafael (m. 66)
Anfield, 43.952 espectadores
Acordes a sus plantillas, los dos técnicos plantearon el duelo de manera opuesta. Apostó Ferguson por la posesión del esférico, con cinco medios ordenados a partir de la voz de Carrick y supeditados al pase de Giggs y Scholes. Y propuso Dalglish un fútbol más primitivo, con una línea defensiva de cinco efectivos y ninguna intención de elaborar la asociación, toda vez que corrían los flancos y Carroll ponía su generoso pecho al servicio del equipo para bajar los balones y aguardar las llegadas de la segunda línea, de Gerrard y poco más. Por lógica, la apuesta del Manchester tuvo casi todo protagonismo; por simple y por trabajada, solo funcionó la del Liverpool.
Juega el equipo de Dalglish a arreones. No tiene ni quiere pausa, siempre con el contragolpe como mazo, con la llegada y el golpeo desde media distancia de Gerrard. Su presión, aunque en campo propio, es tan intensa como desconocida al desaliento. Por eso, cuando el Mufc no fue capaz de domar la pelota, el partido provocaba tortícolis. De lado a lado, sin orden, un caos eléctrico, con la pegada por llegar. Y llegó. Entre otras cosas porque De Gea tiembla a cada balón aéreo desde que la pifiara frente al Blackburn, desde que Ferguson le quitara la titularidad en beneficio de Lindegaard. Y en Anfield tardó poco en volverla a pifiar. Fue en un saque de esquina botado por Gerrard. Carroll le hizo la pantalla sin incurrir en falta por lo que el portero, empeñado en despejar y no en guardar la posición, se quedó en tierra de nadie. El remate de Agger peinó su cabeza y acabó en la red. No se atornilla en el puesto De Gea, a quien se le presupone unos grados de más de dioptría, además de hacer un entrenamiento específico de fuerza para no perder en el combate del área, tan fácil en la Liga porque cualquier contacto es falta, tan exigente en la Premier porque casi todo vale.
No perdió, en cualquier caso, su personalidad el Mufc, siempre con el toque por bandera, con el balón entre los pies, con Scholes como espejo. El menudo rubicundo tiene arrugas y le pesan las piernas, pero es más que válido para el fútbol, siempre dispuesto a soltar un pase con el exterior, a asociarse en corto o a tirar otro en profundidad a la carrera de Valencia que terminó con un disparo al palo. Un aviso que se convirtió en realidad poco después. Gracias, de nuevo, a otro desliz de un español, en este caso de José Enrique. Resulta que el lateral izquierdo tenía cobrada la posición y el cuero, hasta que se dio por ganador. Así, Rafael, como una exhalación, le sisó la pelota desde atrás, pisó línea de fondo y soltó un centro raso a Park, que resolvió con un disparo seco que no pudo escupir Reina.
Al Manchester le faltó remate, sobre todo porque Rooney no se recuperó a tiempo de su lesión y porque Chicharito sigue sin dar señales de vida. Tampoco se prodigó demasiado el Liverpool, por más que Dalglish quisiera dar una vuelta de tuerca con los cambios, rebajando a cuatro la zaga y alineando a Bellamy. Pero tiene el contragolpe en la piel. Y de un saque de Reina, peinado por Carroll -quién si no- se hizo un boquete en la zaga porque Evra miraba a las musarañas. Llegada de Kuyt y remate ajustado al palo a gol. Sobre la bocina, cuando duele. Se anima el Liverpool en la FA Cup y se hunde el Mufc, un poco más.
Mata impulsa al Chelsea
El Chelsea se impuso al Queen's Park Rangers (0-1) en el duelo londinense por un puesto en los octavos de final de la FA Cup. El duelo, tenso y trabado, lejos de la superioridad que se le presupone al equipo de Villas-Boas por presupuesto y futbolistas, solo se decidió desde los 11 metros. El penalti, cometido sobre Sturridge, lo transformó Mata, que cogió la responsabilidad, toda vez que Drogba no estaba sobre el césped. Acertó el extremo en la definición y clasificó a su equipo para el siguiente paso de un torneo que se le da de perlas; ya le marcó otra diana -suma siete en total como blue- al Portsmouth en la ronda anterior.
El encuentro, en cualquier caso, quedó marcado por la decisión de la Federación inglesa de evitar el saludo inicial entre los dos equipos, debido a los supuestos incidentes racistas protagonizados por John Terry (Chelsea) y Anton Ferdinand (QPR) en su último encuentro liguero. "Con la intención de eliminar posibles tensiones previas al partido, se decidió eliminar este gesto", ha explicado la FA en un comunicado. Terry, que ha defendido su inocencia, comparecerá el próximo miércoles ante un tribunal y se enfrenta a una posible multa de 3.000 euros.
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