_
_
_
_

Giggs maquilla al Manchester United

El futbolista, gracias a su interpretación del fútbol, disimula las carencias del equipo y resquebraja a un Arsenal sin remedio (1-2)

Giggs está en paz con el fútbol y lo exprime con tanta devoción como gusto, capaz de reconvertirse de extremo voraz a mediocentro táctico. Le alcanza con su zurda para desbloquear a la zaga más abrochada y le basta con su capacidad de interpretación para clavar su todavía envenenado aguijón. Así se lo aclaró al Arsenal, equipo descascarillado y sin remedio, falto de la identidad que le encumbró y que tanto tiempo defendió. Un varapalo para los gunners, cada vez más lejos de los puestos de la Champions, y esperanza para el Mufc, que persigue al Manchester City, vencedor a última hora ante el Tottenham (3-2) en un partido brillante, sobre todo en el segundo acto, desbocado y trepidante. La tuvo Defoe a pase de Bale, gigantesco a cada encuentro que disputa -y no solo por su delicioso gol con rosca desde la frontal-, pero la falló. Y la tuvo Súper Mario, que ni pide perdón -le soltó un pisotón a Parker- ni perdona, y que marcó el ingenuo penalti que King cometió sobre su persona. Victoria del líder City, a tres puntos del United, más que nada por Giggs sigue con el 11 a la espalda.

ARSENAL, 1 - MANCHESTER UNITED, 2

Arsenal: Szczesny; Djourou (Yennaris, m. 46), Mertesacker, Koscielny, Vermaelen; Ramsey (Young Park, m. 84), Song, Rosicky; Walcott, Van Persie y Oxlade-Chamberlain (Arshavin, m. 73). No utilizados: Almunia; Squillaci, Miquel y Benayoun.

Manchester United: Lindegaard; Smalling, Jones (Rafael, m. 17) (Park, m. 77), Evans, Evra; Valencia, Carrick, Giggs, Nani (Scholes, m. 76); Rooney y Welbeck. No utilizados: De Gea; Rafael, Fabio, Scholes, Park, Berbatov y Chicharito.

Goles: 0-1. M. 45. Valencia remata un centro de Giggs. 1-1. M. 71. Van Persie culmina un contragolpe. 1-2. M. 81. Welbeck resuelve un pase de Valencia.

Árbitro: Mike Dean. Mostró la cartulina amarilla a Ramsey, Van Persie, Evra, Rafael y Song.

Emirates Stadium. 60.000 espectadores.

Al Manchester ya no le vale solo con su porte imperativo y fútbol intimidatorio, ni siquiera con el tan recurrido gen competitivo. Por eso en este curso ha sido apeado de la Copa de Europa por segundones para su caché y cartera, también frito en la Carling Cup ante el Crystal Palace, y rebajado en la Premier por el sempiterno vecino, adversario. Pero el Mufc tiene oficio de sobras y a intérpretes fuera de lo común, como Giggs y Rooney, que advirtieron el hueco a las espaldas de Djorou y hurgaron en la debilidad del Arsenal. Como Valencia, que por el otro flanco rompió también a su pareja de baile, a Vermaelen, un central reconvertido para la ocasión.

Cuenta el Arsenal con un equipo de lo más desequilibrado, con una zaga raquítica, por más que el propio Vermaelen sea un elogio al fútbol, un zaguero diligente que primero acude puntual al corte y luego reparte el cuero con un criterio tan exigente como el aplicado en Can Baraça. Los agujeros de las bandas son terribles y Koscielny es tan elegante como irregular. Lo mismo ocurre en la medular, donde Song y Arteta forman una media resultona, entremezclado el físico y el toque, mal escudados por jugadores como Ramsey, Rosicky y Arshavin, tan buenos un día como ausentes al próximo, como si la cosa y el balón no fuera con ellos. Potencia entonces Wenger las alas con juventud y velocidad; una propuesta que le resta pie al equipo y se rebela contra la propia filosofía del I have the ball, I pass the ball. Sobre todo porque Walcott y Oxlade-Chamberlain brillan en carrera, en el quiebro y en el remate ocasional. Así se demostró ante el Manchester United. Desnortados en la arquitectura del juego, sin dos pases horizontales en campo ajeno, se remitieron al contragolpe, a la explosividad de los extremos, que recortaron hacia dentro para soltar disparos, todos descafeinados, ahogados de la kilométrica galopada. Un pecado para el equipo, que descartó en un principio la participación en el juego de Van Persie [a la media parte solo había conectado cuatro pases], anulado por sus desmarques -arrastraban defensas para abrir huecos- y sin poner el remate, ni tan siquiera a los dos centros que llegaron al área, escupidos por las manos de Lindegaard -definitivamente le ha dado la titularidad en detrimento de De Gea- y la cabeza de Evans. Poca artillería para descuajaringar al United.

No mueve el balón como antaño, rápido como el disco de hockey hielo, ni lo guarda paciente hasta encontrar la grieta definitiva. Le han salido arrugas y no hay transición que valga, por más que Welbeck apunte a ser un delantero mayúsculo. Pero Ferguson, que se las sabe todas, decidió utilizar el arma del contrario, explotar las bandas, a Valencia y Nani. El portugués, de adorno fácil, le sacó los colores a Djorou, de cadera rígida, plomizo y desubicado con el espacio a su espalda. A cada carrera -y fueron unas cuantas por Rooney y Giggs leyeron el desaliento del zaguero- creó un desaguisado y solo su falta de tino en el remate impidió que el Mufc rompiera el duelo. Hasta que Giggs, sabio porque está en paz con el fútbol, dobló a Nani y sacó un centro medido a la cabeza de Valencia. De ahí a la red. Suficiente para el Manchester, que se abrigó en su casa porque no está para sobresfuerzo alguno, y principio para Van Persie, que necesita medio balón para cumplir con su cita con el gol.

Aunque atornillado en su campo, como si la presión adelantada fuera un castigo, el Arsenal estiró las líneas al contragolpe, ya sin atender a la confección del pase horizontal. De área a área en una exhalación. Barbecho para Van Persie, que al menos recibía el cuero tras el desmarque. Primero, con un disparo desajustado, no aprovechó un regalo de Rosicky, que le cedió el cuero en el área tras un cómico resbalón de Smalling; pero después, con cuatro pases, de nuevo de área a área [literal], remató cruzado y de primeras a gol. La excusa perfecta para que el United reverberara. De nuevo, claro, desde el pie de Giggs y desde el costado. Giggs encontró a Valencia, que rompió a su par, se metió en el área y tras una pared con Park, le cedió el balón a Welbeck, que disparó sin remisión.

Algo falla en el Arsenal, que ya no es el que era, que carece del toque y pase que le define, y algo pasa en el jerárquico Manchester United cuando el imberbe Welbeck se puede permitir echarle una bronca de aúpa a Giggs por no pasarle la pelota, cuando se recupera a Scholes porque no hay jugador capaz de crear juego. Pero el Arsenal, anónimo desde hace mucho porque no hay laurel que le entrone, es incapaz de ponerle el remedio. Y el Mufc, que sabe lo que hace porque sabe de lo que carece, tira de oficio. Le vale para pelearle la Premier al City. Pero poco más.

Valencia, tras el primer gol
Valencia, tras el primer golKERIM OKTEN (EFE)

El Inter no se detiene

El Inter de Milán prosigue su escalada hacia los puestos altos de la Serie A. La victoria ante el Lazio (2-1) es la quinta consecutiva y le sirve para ponerse a un solo punto del conjunto romano, que es cuarto con 33 puntos. Todavía marchan lejos Udinese, tercero con 38, Milan, con 40, y Juventus, líder con 41 puntos.

La recuperación de los neroazzurri coincide con la vuelta de Diego Milito, el delantero clave en la conquista del triplete (Liga, Copa y Liga de Campeones) de hace dos temporadas. Después de que anotara el gol de la victoria ante el Milan la pasada jornada, volvió a marcar frente al Lazio, igualando el tanto previo de Rocchi. Ya es el máximo goleador del equipo, con siete tantos. Completó la remontada Pazzini, en el minuto 63.

Juventus y Milan también ganaron sus duelos ante Novara Calcio (0-3) y Atalanta (0-2), respectivamente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_