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Un derbi mayúsculo

El Espanyol, especialmente competitivo, lleva de cabeza a un Barcelona (1-1) demasiado tibio

Larga vida al derbi, que no entiende de clasificaciones ni de presupuestos sino de rivalidad y de litigio ciudadano. La cantera metropolitana del Espanyol fue tan competitiva como La Masia, santuario del catalanismo del Barcelona, que vuelve a descolgarse del Madrid (a cinco puntos). Más que demérito azulgrana, el empate premió la energía blanzquiazul.

El Espanyol llevó de cabeza al Barça en un derbi de los de antes, por disputado, intenso, bonito y, también por polémico, porque el árbitro le perdonó un penalti a Raúl en la penúltima jugada rematada por Pedro. No merecía perder el Espanyol. Pocas veces estuvo más discutida la superioridad del Barcelona. Juntar la misma alineación del Bernabéu le sirvió de bien poco a Guardiola.

ESPANYOL, 1 - BARCELONA, 1

Espanyol: Cristian Álvarez (Casilla, m. 80); Raúl Rodríguez, Amat, H. Moreno, Dídac; Verdú, Forlín, Romaric (Álvaro, m. 65); Weiss (Javi López, m. 46), Thievy y Sergio García. No utilizados: Galán, Cristian Gómez, Dátolo y Rui Fonte.

Barcelona: Valdés; Puyol, Piqué, Abidal; Xavi, Busquets, Cesc (Keita, m. 85), Iniesta; Alves, Messi y Alexis (Pedro, m. 72). No utilizados: Pinto, Mascherano, Adriano, Fontàs y Thiago.

Goles: 0-1. M. 15. Cesc. 1-1. M. 85. Álvaro.

Árbitro:Turienzo Álvarez. Mostró la tarjeta amarilla a Messi, Romaric, Raúl Rodríguez, Álvaro, Sergio García, Amat, Forlín y Casilla.

Cornellà-El Prat: 35.122 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por la muerte de Oliveras, exmédico del Espanyol.

Al Espanyol le encanta enfrentar al Barcelona. Aunque a veces le ha podido la excitación, también se cuentan ocasiones en que ha librado partidos estupendos, sobre todo desde el punto de vista físico y táctico, cuestiones que competen a Pochettino, un técnico excelente, santo y seña ahora mismo del club. No es casual que sea el equipo que más puntos le ha descontado a los azulgrana en los últimos cinco años (16). Ayer alcanzó el empate después de negarse a firmar la derrota tras un excelente ejercicio futbolístico. A pesar de su inferioridad individual, la actuación colectiva españolista fue superior en varios momentos a la del Barcelona.

Le jugó muy bien el Espanyol al Barça después que su entrenador leyera correctamente el partido: flotó a los zagueros rivales y a cambio se armó en la medular con hasta tres centrocampistas. Las ayudas tanto de los centrales como de los jugadores de las bandas, endurecieron la divisoria y negaron el fútbol de los volantes forasteros, incomodados e imprecisos. No hubo más azulgrana en el círculo central durante un rato que Busquets, omnipresente, solo aliviado por Iniesta, que le dio aire a su equipo por los flancos.

Los barcelonistas llegaron extenuados al descanso, superados por el trapío, ritmo y rapidez del plantel blanquiazul, abatido solo por un gol de Cesc, indetectable para el adversario, impagable como factor sorpresa en un equipo muy definido. El protagonismo azulgrana duró dos minutos en que contó tres oportunidades propiciadas por la flojera de Cristian García. Cesc no perdonó en la última después de un preciso centro de Alves, mejor como extremo que de lateral. Efectivo en el tiro, el Barcelona estuvo confundido en la elaboración, excesivamente impaciente, reiterativo en la pérdida del cuero, contagiado por el futbol revolucionado del Espanyol. Los blanquiazules erraron en el último pase, a veces dificultado por la zaga azulgrana, y también en el remate frente a Valdés, soberbio por dos veces ante Verdú.

No paró el Espanyol hasta reventar. Jamás se rindió, ni cuando ya no podía con los calzones por el esfuerzo ni después que el Barça se corrigiera y tuviera más presencia en la cancha. A los azulgrana les costaba más que nunca encontrar espacios y los centrocampistas no conectaban con los delanteros. A Alexis le puede a menudo la prisa, corre a destiempo, y a Messi nunca se le dio bien el derbi: no se ha estrenado aún en el bonito campo de Cornellà-El Prat. Anoche se vio la versión más vulgar de la Pulga, bien defendido por el Espanyol, desconectado en el Barcelona, fuera del partido, peleado con el poste derecho.

Desorientado, el Barça no le encontró nunca el punto al encuentro, abierto e incierto, a gusto del Espanyol. Únicamente el marcador no le daba la razón, motivo suficiente para que Pochettino arriesgara en su apuesta. Los cambios del técnico plantearon once partidos individuales, un escenario épico y emotivo, delicioso para el espectador, comprometido para los futbolistas.

Los azulgrana descansaron en su superioridad técnica mientras que a los blanquiazules les avalaba su energía y agresividad, decididos a remontar el partido o a conceder un segundo gol, conscientes de que no es lo mismo defender con un doble pivote que con tres medios. Imposible negociar un término medio. Y el Espanyol encontró su recompensa a su gallardía en un centro de Raúl, tocado por Thievy y cabeceado por Álvaro. Al Barça de nada le sirvió su arrebato final con un penalti no pitado de Raúl. El derbi se jugó como quiso el Espanyol.

Cristian Álvarez atrapa el balón ante la presencia de Messi.
Cristian Álvarez atrapa el balón ante la presencia de Messi.ALBERT GEA (REUTERS)

11 puntos perdidos fuera del Camp Nou

En su primer partido del año como visitante, el Barcelona acentuó la principal laguna de su expediente. Con el empate en Cornellà ha dejado escapar ya 11 puntos fuera del Camp Nou. Los jugadores de Pep Guardiola han disputado ocho partidos en terreno ajeno con un balance de tres victorias (Granada, Sporting y Madrid -las dos primeras, por la mínima-), cuatro empates (Real Sociedad, Athletic, Valencia y Espanyol) y una derrota (Getafe).

La secuencia supone los peores números de la era Guardiola. Desde 2007, cuando el equipo dirigido entonces por Frank Rijkaard sumó 10 de 24 puntos posibles a estas alturas, el Barça no puntuaba menos fuera. El equipo actual ha conseguido 13 de 24. El Espanyol se convierte además en el equipo que más puntos ha quitado al Barça en las cinco últimas temporadas: 16 por 13 el Madrid.

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