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Herrera ilumina al Athletic

Un gol del centrocampista rojiblanco, asociado a Muniain, pone al equipo de Bielsa en la siguiente fase ante un Salzburgo muy inofensivo

Un chispazo, una conexión entre dos cables pequeños y dinámicos bastó para que el Athletic dejara sin luz al Red Bull Arena, un mausoleo en Austria del poder del Salzburgo nunca profanado desde el 16 de diciembre de 2010 cuando el Lech Poznan eliminó al Salzburgo. Fue un chispazo entre Muniain y Herrera, dos tipos chaparros, ligeros de equipaje, que se encontraron sin mirarse para hallar un subterfugio entre los defensas chicarrones del Salzburgo y encontrar al portero Gustafsson perdido, desorientado. Muniain pasó el balón mirando por el rabillo del ojo, al lado contrario de su pierna derecha y Herrera tuvo tiempo de controlar con la izquierda, girarse y manosear el balón al otro poste. Un gol de escuadra y cartabón, de esos que no tienen más mérito aparente que la geometría y que, sin embargo, encierran la sabiduría del fútbol inteligente.

SALZBURGO, 0 - ATHLETIC, 1

Salzburgo: Gustafsson; Schwegler. Pasanen, Sekagya, Hinteregger; Schiemer, Leigteb; Jantscher (Leonardo, m. 61), Cziommer (Wallner, m. 70), Svento; y Maierhofer. No utiliados: Walke, Ulmer, Hierländer, Offenbacher y Teigl.

Athletic: Iraizoz, Iraola, San José, Javi Martínez, Aurtenetxe; Iturraspe (Amorebieta, m. 68), De Marcos, Herrera; Susaeta (Íñigo Pérez, m. 87), Llorente y Muniain (Toquero, m. 46). No utilizados: Raúl, David López, Gabilondo e Ibai.

Goles: 0-1. M. 37. Balón profundo de Muniain a Herrera que bate a Gustafsson.

Árbitro: Todorov (Bulgaria). Amonestó a Jantscher, Maierhofer, Sekagya, Herrera, Leitgeb, Toquero, De Marcos y Javi Martínez

Unos 10.000 espectadores en en el Red Bull Arena.

Atrás quedaba toda la antología de lesiones, ausencias, disponibles y posibles con la que tuvo que lidiar Marcelo Bielsa durante cuatro días para conformar la alineación. Al final recuperó a los más inesperados, los más problemáticos (Javi Martínez, de titular, y Amorebieta, de suplente) y reservó a los más previsibles (David López y Gabilondo) porque espera el Barça.

Dudaba el míster de los austríacos de que el Athletic jugase como si estuviera en San Mamés. Se equivocó. El Athletic no sabe jugar de otra forma, independientemente de que le salga bien o mal la apuesta. Y por eso se hizo con el balón aunque ahora mismo no esté para echar cohetes en cuanto al gestión de la posesión de la pelota. Lo pierde y lo gana con la misma facilidad. El Salzburgo solo lo perdía con idéntica soltura que el Athletic, lo que le daba al conjunto de Bielsa el margen de confianza necesario para inventarse el partido que buscaba. Para más resguardo de sus bienes, Iraizoz volvió a cerrar los grilletes de su portería con guantes de seda en dos remates que despejó con soltura.

Ahí murió el Salzburgo, que quería jugar como en San Mamés pero no sabía cómo, entre otras cosas porque el Athletic le había quitado el balón, el sitio y la fe, con Javi Martínez como guardián del gigantón Maierhofer, e Iturraspe como entregado gladiador del centro del campo.

A la media hora, el Athletic se sacó un contragolpe de cuatro contra tres que Susaeta malgastó eligiendo la peor opción. Casi mejor, porque el subsiguiente contragolpe del Salzburgo lo recuperó Muniain y esta vez por el otro costado lo hilvanó con Ander Herrera, el futbolista más inteligente sobre el terreno de juego, para construir el gol definitivo del partido.

A Herrera se le reconocen todos los valores que tienen que ver con la lectura de los partidos, con el dinamismo, con el carácter, incluso con el exceso de coraje. Lo que se le recrimina desde que se asomó a la Liga española, es la lejanía con el gol que le hará definitivamente grande. Ayer fue capaz de recorrerse el campo para ser el delantero final que se ofrece al pase definitivo, materializado con la tranquilidad de quien en vez de cinco, ocho, doce goles llevase 54: control, giro y caricia. Así de fácil.

El Salzburgo, animado por su presunta fiereza en su estadio tenía un aire gatuno. Sin el brasileño Leonardo, su inteligencia mengua y la tentación de recurrir al grandullón Meinhofer solo le aboca a la rutina más ineficiente. Javi Martínez se merendó con oficio la diferencia de centímetros. A Llorente, en el otro área, los centrales austríacos lo libraron a base de agarrones. El árbitro lo permitió, quizá influido por los dos penaltis inexistentes pitados en San Mamés.

Sin delanteros centro, el futbol era de los demás. Y el Athletic tenía más que el Salzburgo. Tenía mucho de Herrera, indestructible, con el don de la ubicuidad que otorga el saber por donde va a circular el balón lo tenga quien lo tenga, y con un poco de Muniain, uno de esos futbolistas que aunque estén en el valle hay que mantener por su capacidad para descubrir el Mediterráneo cualquier día.

El resto a currar, como curraban los austríacos, muy proletarios, impagables, pero carentes de dirección. Es un equipo que sin Leonardo (que salió al final y se notó) deambula por el campo en busca de no se sabe qué.

La victoria le da al Athletic al 99% el pase a la siguiente fase, amén de los réditos dinerarios que todo club ansía. Pero sobre todo le redime de la plaga de lesiones y le hace confiar en el gran tamaño de sus pequeños, habilitados para sortear las principales dificultades.

Un chisporroteo de Muniain y Herrera le iluminó el camino y elevó a nueve los partidos consecutivos que lleva sin perder de la mano de Bielsa. Herrera dio un paso más en su andadura, el gol, su asignatura pendiente. El Athletic aquilató su autoestima.

Ander Herrera marca el gol de la victoria del Athletic en Salzburgo.
Ander Herrera marca el gol de la victoria del Athletic en Salzburgo.DANIEL KRUG (EFE)

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