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Reportaje:

El rumbo perdido de Kezman

El ariete del Bate, ex del Atlético, ha militado en 10 equipos de nueve países diferentes

En 2003, media Europa se rifaba a Mateja Kezman (Belgrado, 1979), el ariete serbio que esta noche (20.45, GolTV) será la punta de lanza del Bate Borisov en su envite contra el Barça y que por aquel entonces castigaba las redes de la Eredivisie en las filas del PSV. Prendado por su remate, que le condujo a firmar 106 dianas en 120 partidos en la Liga holandesa y a la Bota de Plata -35 goles en 33 encuentros en ese ejercicio-, uno de los candidatos a la presidencia del club azulgrana, Jordi Majó, selló un compromiso con el cañonero -ligado a la llegada del técnico Guus Hiddink- y le convirtió en su baza electoral, pero los socios auparon a Joan Laporta a la Llotja del Camp Nou y dilapidaron la incorporación del artillero, uno de los más prolíficos del continente en aquellos tiempos.

Hoy día, ocho años después, con 32 en su cartilla de nacimiento, la luz de Kezman se ha apagado y su trayectoria ha dado un vuelco. Reclutado a última hora para parchear el frente del ataque del Bate, nunca logró cubrir las expectativas que generó en sus primeros pasos en el FK Smederevo y el Partizán de Belgrado, en Eindhoven después y que tampoco sació en entidades como el Chelsea, el Atlético o el PSG, algunos de sus destinos en un periplo incombustible que incluye 10 clubes de nueve países diferentes. "Apuntaba muy alto, pero se ha quedado en poquita cosa", señala su compatriota Radomir Antic, que prescindió de él durante su etapa al frente de la selección serbia y emite un razonamiento muy crítico sobre el nomadismo del jugador; "ha sabido utilizar muy bien los medios. En eso sí supo ir por delante de los demás, pero en lo futbolístico, no ha estado a la altura".

"Con su currículo no se pueden poner demasiados peros", contrarresta Pepe Murcia, que en 2005 relevó a Carlos Bianchi en el banquillo del Atlético y encontró en el estilete serbio, de perilla luciferina y fuertes convicciones religiosas (insinuó que se haría monje cuando abandonase el fútbol), un comodín ideal para Fernando Torres en la delantera. "Quizá, su rendimiento no fue el esperado, pero aportó muchísimo al equipo", explica el técnico. No lo evidencian sus números en el Calderón (ocho goles en 30 partidos), tan discretos como lo fueron en el Chelsea (cuatro en 25 pulsos de la Premier), en el que aterrizó como una estrella pero que rápidamente quedó relegado a la sombra por figuras como Drogba o Robben, con el que antes había formado una dupla endiablada en Holanda.

Tampoco llegó a despuntar en Estambul (20 goles en dos cursos en el Fenerbahçe), ni en París (cinco tantos ligueros en dos temporadas con el PSG), y ni mucho menos en sus escarceos en Rusia (Zenit de San Petersburgo) o en el South China de Hong Kong, donde solo permaneció cuatro meses antes de desembarcar en Bielorrusia, en el Bate, su última estación. "Su última oportunidad para demostrar su olfato de gol", desliza Antic. Advertido está Víctor Valdés, que en 2005 ya vio cómo el ariete participaba en el triunfo del Chelsea sobre los azulgrana en el duelo de Champions disputado en Stamford Bridge y que un año después, en esta ocasión con un gol y la elástica del Atlético, en el duelo liguero jugado en el Calderón. "Es un guepardo, siempre agazapado y con la caña a punto", concluye Murcia. Un depredador sin rumbo.

Kezman, durante un entrenamiento con Serbia en 2006.
Kezman, durante un entrenamiento con Serbia en 2006.REUTERS

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