El Getafe aprieta los dientes
Los de Luis García logran su primer triunfo ante un Betis orgulloso que pierde su condición de invicto, pero mantiene el liderato
El Getafe sudó el mono de trabajo azulón para apuntarse su primera victoria del campeonato. La logró ante un Betis orgulloso que entregó a regañadientes su condición de invicto, pero mantuvo el premio del liderato.
La última vez que se habían encontrado ambos equipos fue la mañana de Reyes de este mismo año. Aquel día los verdiblancos eliminaron al Getafe de la Copa con un contundente 1-3 y presentando en el Coliséum credenciales de Primera.
Ya en la élite, los de Mel han redoblado la apuesta con tal firmeza que antes del pitido inicial se sabían líderes al término del encuentro pasara lo que pasara sobre el césped. Cuatro victorias en las cuatro primeras jornadas remitían en la enciclopedia bética a los capítulos más gloriosos. La única ocasión en la que lograron encadenar cinco triunfos en el inicio del campeonato fue hace 77 años, en la temporada 1934-1935. Aquel curso concluyó con la conquista de la única Liga que da lustre al palmarés verdiblanco.
GETAFE, 1-BESTIS, 0
1.- Getafe: Moyá; Valera, "Cata" Díaz, Lopo, Mané; Pedro León (Míchel, min. 75), Rubén Pérez, Lacen, Diego Castro; Abdel (Sarabia, min. 68) y Güiza (Miku, min. 64).
0.- Betis: Goitia; Chica, Mario, Dorado, Nacho; Sevilla (Jorge Molina, min. 54), Matilla (Beñat, min. 46) Iriney, Montero (Vadillo, min. 70); Pereira, Santa Cruz.
Goles: 1-0, min. 30: Diego Castro.
Árbitro: Turienzo Alvarez (Comité Castellano-Leonés). Mostró cartulina amarilla a Mario (min. 8), Iriney (min. 45) y Jorge Molina (min. 82) por parte visitante y a Lopo (min. 28), Pedro León (min. 40), Mané (min. 58), Diego Castro (min. 82) y Valera (min. 87) por parte local.
Incidencias: Partido correspondiente a la sexta jornada de Primera División, disputado en el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe ante cerca de 10.000 espectadores.
Ante semejante expediente y declarado el estado de optimismo en las filas visitantes, el Betis saltó al campo con la intención de cuidar el balón y jugar con el sistema nervioso azulón. Los de Luis García, que tomaba oficialmente posesión del banquillo tras cumplir sanciones sucesivas, arrancaron mostrando el desasosiego de quien anda anémico de victorias y confundiendo la velocidad con la prisa. Pero pronto la convicción devino en retórica y el titubeo en decisión. Sin el timón de Beñat, el Betis fue perdiendo pie en la zona central ante el empuje local.
Equilibrado el pulso en la sala de máquinas, el Getafe comenzó tomar vuelo por las bandas mediante la rosca reivindicativa de Pedro León y la ambición punzante de Diego Castro. Por ambos flancos comenzó a percutir el cuadro getafense, desde ambos carriles comenzó a colgar balones buscando encender la pólvora de Güiza, que ganó la partida a Miku en el once. Con ese guion encontró el premio del gol a la media hora de partido. Varela apuró su despliegue hasta la línea de fondo y colgó un balón funcionarial que la inoperancia de la defensa bética cargó de peligro. Los centrales verdiblancos dejaron un boquete en la zaga por el que se coló Diego Castro para sellar el gol del triunfo.
A la vuelta de los vestuarios, Mel deshizo su planteamiento inicial, entregó la brújula a Beñat, que dio relevo a un destemplado Matilla, y sumó centímetros y potencia en el ataque alistando a Jorge Molina. El nuevo dibujo comenzó a dar réditos a los verdiblancos, que atosigaban a Moyá sin descanso, pero con más intención que acierto. Con el partido trabado, ambos entrenadores recurrieron al talento liviano de los jóvenes Sarabia y Vadillo. Pero el duelo subió de temperatura y se convirtió en cosa de hombres. El escenario requería remangarse y apretar las mandíbulas y a ello se entregaron ambos equipos de manera encomiable en un elogio del clásico toma y daca.
El Betis se resistía a bajarse del tren de la victoria. El Getafe se rebelaba contra la idea de que la carroza de los tres puntos se le convirtiera de nuevo en calabaza en forma de empate y la noche se movía en el alambre. Los locales convirtieron entonces su uniforme azulón en mono de trabajo presionando arriba para alejar el miedo de su área. Apenas pudieron contener el arreón final del Betis, que murió en la portería azulona, sin el premio de los puntos, pero con el reconocimiento del liderato.
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