Ferguson da en el clavo
Welbeck y Cleverley, cedidos el curso anterior a equipos menores, resuelven para el Manchester United el duelo frente al Tottenham (3-0)
Ferguson no entiende de inventos, sino de realidades. Como que el Manchester United hace grandes a sus jugadores. Hace tiempo que sus fichajes no le salen rana, que las piezas que ensambla en su equipo funcionan de rechupete por más que se dude desde los tabloides, que el aficionado tuerza de vez en cuando el gesto. Funciona Valencia, de quien parecía que no tenía sitio en la élite; carbura el jubilado Owen cuando tiene minutos; cumplen los hasta hace poco anónimos hermanos Da Silva; fascina Chicharito cuando hace unos meses nadie sabía quién era...y ahora no se duda de que Young y De Gea triunfarán como diablos rojos. Pero tampoco se sisea ni se rumorea en el estadio cuando en el once inicial salen dos jugadores que en el curso anterior estaban a préstamo en equipos menores, el delantero Welbeck (Sunderland) y el medio Cleverley (Wigan). Titulares por delante de Carrick y Berbatov, los dos futbolistas le dieron la razón a Ferguson y resolvieron anoche un duelo sin apenas fútbol, con un Tottenham de buen gusto para la construcción, pero pésimo para la definición, sin ideas ni remate, ausente en el área rival.
MANCHESTER UNITED, 3-TOTTENHAM, 0
Manchester United: De Gea; Smalling, Phil Jones, Evans, Evra; Nani, Cleverley (Giggs, m. 81), Anderson, Young (Park, m. 81); Rooney y Welbeck (Chicharito, m. 81). No utilizados: Lindegaard, Fabio, Carrick, Berbatov.
Tottenham: Friedel; Walker (Corluka, m. 46), Dawson, Kaboul, Assou-Ekotto; Kranjcar (Pavlyuchenko, m. 74), Livermore (Huddlestone, m. 74); Lennon, Van der Vaart, Bale; y Defoe. No utilizados: Gomes, Bassong, Jenas y Townsend.
Goles: 1-0. M. 61. Welbeck remata un centro de Cleverley. 2-0. M. 76. Anderson resuelve tras un taconazo de Welbek. 3-0. M. 87. Rooney cabecea un centro de Rooney.
Árbitro: Lee Probert. Mostró la cartulina amarilla a Evans, Dawson y Defoe.
Old Trafford. 72.000 espectadores.
Lennon y Bale dejaban las huellas en el césped a cada arrancada, vertiginosos en sus carreras, habilidosos en el quiebro. Van der Vaart se movía entrelíneas con soltura y Kranjcar repartía el juego de lado a lado. Pero todos se estrellaban en los últimos metros, incapaces de conectar con Defoe, de superar a un De Gea de lo más entonado. Se demostraba, en cualquier caso, que para los Spurs el fútbol es estético, casi siempre con ataques más largos de lo habitual, con toques al primer toque, con algún adorno y poco disparo. Marean al cuero en la medular, con Van der Vaart como paso obligado, y desatienden a Defoe, que se esmera en resquebrajar las zagas rivales con desmarques, pero que se aburre de no tocar el balón. No varió el Tottenham su propuesta contra el Manchester United y se dio de bruces con la verdad como le ocurrió ante el Madrid el año anterior, incapaz de someter a un equipo que se cierra con exquisitez, donde nadie se libra del ejercicio defensivo. Y cuando encontraron la fisura, se toparon con De Gea.
Puesto en tela de juicio tras dos partidos en los que le superó un tembleque escénico, salió Ferguson a la palestra para defenderle, para darle todo el carrete que fuera necesario porque es su apuesta para la portería. Respondió ayer De Gea, que al primer balón que tocó en Old Trafford -los otros dos encuentros fueron en Wembley y en The Hawthorns (West Bromwich)-, se marcó un regate sobre Van der Vaart que se saldó con falta del atacante, con un aplauso del graderío, poco acostumbrado a las florituras en el área tras el reinado de Van der Sar. Fue, en cualquier caso, un aperitivo de su noche, fiable y con guantes barnizados con Super Glue-3, sin dudas y con respuesta para todos los disparos desde media distancia. Agarró el cuero a un disparo de Bale; lo absorbió en otro de Van der Vaart; y sacó el puño en un tercero de Lennon. Solo se le contó un error, cuando midió mal una salida. Pero era su noche y Defoe envió el balón al poste. Incluso se llevó una patada del propio Defoe al parar un balón en dos tiempo, fruto de la frustración rival. Para entonces, sin embargo, el partido ya estaba resuelto. Los novatos Welbeck y Cleverley se encargaron de ello.
No hilaba el Manchester United, desajustado en el eje porque Anderson y Cleverley prefieren jugar en campo ajeno que en el propio, porque les cuesta recuperar el balón y entregarlo a las bandas. Lo suyo es la llegada, moverse desde atrás y soltar el pase o el disparo inesperado. Pero como el Tottenham tampoco se cobró protagonismo en el área adversaria, el Mufc puso la puntilla en el segundo acto. Ataque de rugby, con mordiscos sobre las parcelas y un centro a última hora de Cleverley desde el vértice del área al punto de penalti, donde saltó Welbeck por encima de todos, giró el cuello y envió el balón a la red. Un disparo, un gol. Poco después, ya más suelto el equipo, Welbeck tiró un desmarque en el área y le devolvió de tacón el cuero a Anderson al tiempo que descontaba al portero. Dos llegadas, dos goles y tiempo para el disfrute. Tanto, que salió Giggs, se marcó un movimiento de esos que le caracterizan de cintura y soltó un centro al segundo palo, a la cabeza de Rooney, que también envió la pelota a la red y deslució una actuación notoria del meta Friedel, de 40 años, el doble que De Gea.
Apenas se jugó al fútbol en Old Trafford, más allá del pase reiterativo aunque estéril del Tottenham. Pero con dos chicos con los que nadie contaba salvo Ferguson, al Manchester United le alcanzó para batir al Tottenham, para seguir al frente de la tabla.
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