Los hermanos equivocados
Alianza fraternal de Samuel y Contador, que fuerzan en un descenso técnico y siembran el miedo tras ellos
Para saber que está vivo, Johnny Hoogerland se escapa todos los días. Desde su caída por atropello junto a Flecha, el escalador holandés tiene una pesadilla recurrente, sueña que se ha quedado tetrapléjico, que está en la cama y no puede moverse, que vocea y que su compañero de habitación, Marco Marcato, no le oye. Sudoroso, palpitante, se despierta, se deja curar las heridas de las piernas y en cuanto puede se fuga, quiere probar su libertad, que puede moverse. En la gran fuga de hoy, 14, que terminaron siendo 17, Hoogerland se encontró con Andrey Amador, el costarricense cuya alma rusa le ha prohibido retirarse, otro herido con un esguince desde la primera etapa y que, por fin, en la 17ª consiguió fugarse y probar que es mucho más que lo que puede pensarse viéndole todos los días con un farolillo rojo que por fin abandonó.
Ninguno de los dos, por supuesto, ganó la etapa, ni tampoco Rubén Pérez, el vizcaíno que no teme a la frustración, la desesperación, de quien prueba y, casi Sísifo, nunca llega. Les ganó a todos un ganador, un noruego guapo que se escapó y ganó para demostrar que no es tan tonto como se podía pensar viéndole como se le vio el día anterior despistado cuando su amigo Thor Hushovd le dejó plantado en la meta de Gap. Para ello, claro, de lo primero que se aseguró Boasson Hagen fue de llegar solo a la meta de Pinerolo, en las afueras de Turín. Atacó a sus compañeros subiendo por la pista estrecha del Pramartino, entre acacias de sombra entre cuyas hojas espesas los rayos de sol dibujaban peligrosos contraluces que cegaban; aceleró bajando por una carretera saltarina, con raíces subterráneas elevando el asfalto, con tapas de alcantarilla y rejas de desagüe sobresaliendo por aquí y por allá. Con curvas insidiosas que negoció suave con su técnica impecable de esquiador. Por una carretera por la que pocos minutos después pasó Alberto Contador, quien se sentía como en el Giro, un Giro extraño iluminado por la luz de julio.
Para probar que puede ganar el Tour, que es único, un campeón, Contador ataca siempre que puede, donde puede -tampoco quedan muchos días, solo dos antes de la contrarreloj, y la desventaja es mucha-, lo que pone nerviosa a la concurrencia. "Ha atacado bajando, y el año pasado, lo vi por la tele, atacó a mi hermano Andy cuando a este se le salió la cadena, qué feo. Eso demuestra que está nervioso", dijo Frank, el hermano mayor, víctima quizás, de un curioso efecto reflejo, pues quien aparece más nervioso que Contador, tan serio, tan seguro en el descenso técnico, sin cometer ni un error de conducción, es precisamente su hermano, quien volvió a quedarse cortado bajando, quien volvió a quejarse del peligroso descenso, quien por lo menos pudo enlazar en las rectas finales gracias, sobre todo, a que con él se había quedado atrás Evans, el peligro silencioso, obstinado, tras persecución frenética, intensa.
Marco Pastonesi, un escritor de la Gazzetta nacido clásico y conciso, e irónico, dice divertido que la carrera lleva un mes equivocada, que en el fondo Andy y Frank no son los hermanos del Tour -y si lo son, valen un pimiento-, sino Contador y Samuel Sánchez, dos hermanos hermanos, como se demostró el martes bajando a Gap, como se vio ayer bajando a Pinerolo. Seguro que tiene razón. A Evans le cortó primero Andy -de eso se quejó el australiano- y después el lanzado Voeckler, que se salió en un par de curvas -en una se fue recto a un aparcamiento cerrado- y le obligó a ser prudente. A Andy y Frank les frenó su natural cautela. A Contador le frenó subiendo la caída de un holandés joven, Ruijgh, que patinó en la gravilla a la entrada estrecha del Pramartino. Gastó tanto remontando que sus dos ataques subiendo fueron del estilo Schleck, cosquillas. Pero bajando, Contador aceleró a Samuel, le guió en terreno seco, porque estaba más fuerte el asturiano que la víspera y lo necesitaba para el llano. Solo en la recta final los cogieron casi todos, no Voeckler, que perdió 27s más y ya se mostró preparado para perder el amarillo en el Galibier.
Roberto Damiani, que dirigió a Evans cuando este quedó dos veces segundo del Tour, una tras Contador, otra tras Sastre, dice que el australiano está más fuerte que nunca, que está en su máximo histórico, pero que no atacará. "Solo ataca Contador", dice. "Así que Evans perderá un minuto". Bjarne Riis, que dirigió a Basso, a los hermanos Schleck, a Sastre y dirige ahora a Contador, dice que este está preparado. "Está mejor que el año pasado, pero estará mejor aún los próximos días".
Contador, un clásico, solo dice que todos los días luce el sol.
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