Dos historias de redención
Pablo Larrazábal gana el Abierto de Múnich en el desempate contra Sergio García y ambos jugarán el Open Británico
El final fue acorde a los protagonistas y sus historias. Solo un desempate larguísimo y más lleno de fallos que de aciertos durante una hora y cinco hoyos podía resolver el cara a cara entre dos golfistas en busca de la redención. Pablo Larrazábal ganó ayer el Abierto de Múnich ante Sergio García después de que ambos finalizaran con 16 golpes bajo par. El triunfo, el segundo de su carrera en el circuito europeo para el barcelonés, tras el Open de Francia de 2008, le vale a Larrazábal para disputar el Open Británico, a mediados de julio. Y el segundo lugar en el podio también le concede al castellonense el billete para el segundo grande de la temporada. García mantendrá así una racha impoluta: es el único en el mundo que puede presumir de haber estado en todos los majors del siglo XXI.
En ese largo desempate, Larrazábal y García bien podían haber compartido penas. Larrazábal despuntó hace tres temporadas con el título en el Open francés. Jugó el Open Británico de 2008 (acabó el 70º) y luego otros dos grandes (sin pasar el corte), pero desde entonces se ha diluido en un maratón de torneos: 75 seguidos sin triunfo alguno. Demasiada inconsistencia para un jugador que a los 28 años amenazaba con perderse en aquellos lejanos fogonazos. El chico que hizo de caddie de su hermano Alejandro en el Masters de Augusta de 2002, el niño formado en la cantera de Estados Unidos, parecía quedarse a mitad camino. Ahora tendrá otras oportunidades, en el Británico y en el Campeonato de la PGA norteamericana, para demostrar lo que lleva dentro.
Esas serían las penas que Larrazábal contaría a García. A lo que este, de 31 años, le respondería que también él acumula tres temporadas sin llevarse ninguna copa a casa, después de los éxitos en el Players y el Masters de Castellón de 2008. Y que ahora ha llegado incluso, algo único en su trayectoria, a jugar un torneo de la ronda previa entre golfistas semidesconocidos para clasificarse para el Abierto de Estados Unidos. Eso le pasó en Memphis y luego El Niño firmó en Washington, en la cita que coronó a Rory McIlroy, un grande con muy buena nota: regularidad en cuatro jornadas seguidas y un séptimo puesto final. Pero ante el British le tocaba remar de nuevo para clasificarse.
García ha aprendido del sufrimiento. En su depresión llegó a caer al 80º puesto de la clasificación mundial y dejó los palos durante meses. Ahora busca reinventarse, encontrar la motivación perdida. Ha modificado la manera de sostener el putter (con mucho menos contacto de la mano derecha) y empieza a ver la luz. Sus 64 golpes del sábado en Múnich fueron su mejor vuelta en 20 meses.
El desempate muniqués condensó toda la tensión. Era el sexto en su carrera para García (ha perdido tres) y el primero para Larrazábal. El putt de última hora volvió a traicionar al Niño. Y Pablo embocó para dedicar el título a su abuelo, fallecido recientemente. Larrazábal se marchó feliz, redimido. García, a medias.
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