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La ciencia de Bradley Wiggins

El inglés toma el liderato de la Dauphiné tras una contrarreloj ganada por Tony Martin

Daba gusto verle rodar a Bradley Wiggins, todo vestido de blanco en los grises Alpes bajo la lluvia, su magnífico estilo de pistard, su planta planchada, los codos en ángulo recto, su pedalada redondeada gracias al plato ovalado de su científica Pinarello, toda ella puro hight tech, su ciencia de la carrera, de la contrarreloj. El inglés es uno de los pocos de tantos como se declaran aspirantes al Tour (es decir, a quedar entre los cinco o 10 primeros, por ahí van las aspiraciones de los que hablan) que se ha tomado en serio la Dauphiné, que ha decidido, como Evans, como Vinokúrov, por otra parte, pelear hasta el final por la victoria.

Fue toda una demostración, una declaración de principios de un ciclista que tras rozar el podio en el Tour de 2009 llegó en 2010 al frente del Sky con más ambiciones que medios y sufrió un tremendo batacazo. En los 42 kilómetros duros -dos buenos repechos, un peligroso descenso bajo la lluvia final- alrededor de Grenoble que seguirían con suma atención por televisión, y tomando nota, otros aspirantes al Tour no presentes en la Dauphiné (como Contador o Andy Schleck, sabedores de que este recorrido exacto es el que se disputará en la ronda gala), Wiggins, nuevo líder, aventajó en más de un minuto a Evans, en más de dos a Vinokúrov (anterior líder), en dos y medio a Van den Broeck. A Gesink, Samuel, Basso, algunos de los aspirantes Tour que han tomado la Dauphiné como entrenamiento (tan poblado es su palmarés que pueden permitírselo), les dejó más lejos aún (a Basso, a seis minutos, por ejemplo). Fue también para Wiggins una prueba de que el mes de mayo, en el que se ha dedicado a entrenarse, le ha ido muy bien, como ya demostró la semana pasada cuando derrotó a Cancellara en la contrarreloj de la Vuelta a Baviera.

A Wiggins, que contaba con el mejor tiempo en el segundo punto cronometrado, cuando ya había pasado lo más duró, solo le ganó el especialista alemán Tony Martin (el mismo que ganó la París-Niza y la contrarreloj de la Vuelta al País Vasco), quien, como solo pensaba en la victoria de etapa, no en la general (es otro de los aspirantes al top ten del Tour: dijo que tras cuatro semanas de entrenamiento tenía buenas sensaciones de cara al Tour...), se permitió el lujo de arriesgar en los últimos kilómetros, los de las insidiosas curvas en descenso peligrosas por el agua. A una media de casi 46 por hora, en poco más de 55 minutos, Martin aventajó a Wiggins en solo 11s.

Después de la etapa para sprinters de mañana, la Dauphiné se convierte en un verdadero Tour el fin de semana con tres llegadas en alto consecutivas que pondrán a prueba el temple de Wiggins (su asignatura pendiente es la montaña: "me tomaré cada ascensión como una cronoescalada de 40-50 minutos", dijo), la capacidad real de Evans tras una triste contrarreloj, las ganas de pelea de Vinokúrov (el otro derrotado hoy), y en las que se pondrán a prueba algún día seguramente los aspirantes que han llegado para prepararse, los que piensan en el Tour, claro.

Bradley Wiggins, durante la contrarreloj de la Dauphiné.
Bradley Wiggins, durante la contrarreloj de la Dauphiné.PASCAL PAVANI (AFP)

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