Ustari se hace añicos
El guardameta del Getafe se pierde la Copa América al romperse el ligamento cruzado de su rodilla derecha y no volverá a jugar hasta finales de año.- Ya sufrió la misma lesión en la otra rodilla hace tres años
Hace tres años fue en Shanghai, ayer en Abuja. Estaba a punto de concluir el entrenamiento vespertino cuando volvió a escuchar el chasquido seco que le devolvía al tormento. A Óscar Ustari (Buenos Aires, Argentina; 1986) se le trabó la rodilla mientras preparaba con la selección albiceleste el amistoso de cara a la Copa América que los de Batista disputan este miércoles frente a Nigeria. El portero del Getafe se acababa de romper el ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha y estará entre seis y ocho meses de baja. Un brusco regreso al "túnel oscuro" por el que ya ha transitado en varias ocasiones.
El 16 de agosto de 2008 en el partido de cuartos de final ante Holanda de los Juegos Olímpicos de Pekín, el guardameta sufrió la misma lesión en la otra rodilla. Aquel día fue en busca de un balón que se perdía camino de la línea de fondo y un mal apoyo convirtió el gesto funcionarial en un drama que le enviaba al quirófano y le tuvo 189 días de baja. Se quedó sin celebrar aquella medalla de oro olímpica junto a la generación de Messi, Agüero o Di María. Pero el currículo de infortunios de Ustari presenta más capítulos.
A mediados de 2006, José Pekerman dio la sorpresa al incluirle en la convocatoria para el Mundial de Alemania, decisión que levantó mucha polvareda en Argentina porque el seleccionador prescindía de Germán Lux, el candidato natural a ser el tercer guardameta de la albiceleste en aquella lista. Aquella presencia fue testimonial pero, un año más tarde, Alfio Basile convino que era el momento de dar la alternativa a Ustari. El prometedor guardameta iba a debutar el 18 de abril de 2007 en un amistoso ante Chile pero se cruzó con la adversidad: el día anterior, durante un entrenamiento en Ezeiza, sufrió una entorsis en una rodilla al despejar con la punta del pie un penalti de Montenegro.
Fue un aviso. Meses después, en su último partido de Liga con Independiente antes de incorporarse a la Copa América, un desgarro en la ingle le dejaba de nuevo a las puertas del sueño. A pesar de todo, ese verano fue traspasado al Getafe por ocho millones de euros. Una cifra récord para el club madrileño que apostaba con fuerza por el portero, de 21 años entonces, con la confianza de que creciera tutelado por el Pato Abbondanzieri.
Pero el ostracismo de la suplencia encasilló su progresión. En estos años, ha compartido los guantes con Codina en el inestable marco getafense, siempre bajo sospecha. Pero en el tramo final de esta temporada, cuando crecían las turbulencias y se torcía el rumbo del equipo, la figura de Osky creció hasta convertirse en uno de los artífices de la sufrida permanencia del conjunto azulón. Dos intervenciones suyas en el penúltimo partido de Liga ante Osasuna en el Coliseum dieron aire suficiente a los de Míchel para llegar a la orilla con vida. Volvía a sentirse importante en otro curso difícil, donde se enfrentó a las dudas y a una fractura de mandíbula en febrero tras un choque con Baptista. Lo superó todo. Pero ayer su enemigo el infortunio se volvió a cruzar en camino y le apartó de otra Copa América. El enésimo sueño roto para Ustari.
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