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Tantos y tan buenos

El fondo de armario del Manchester United es amplio y resolutivo.- Uno por uno de los protagonistas de los 'red devils'

Equipo de recursos infinitos, el Manchester United tiene la capacidad de reinventarse a cada rival que se topa en el camino. Prefiere el juego directo, el ritmo frenético, el fútbol de choque. Pero su genética, competitiva como ninguna otra, le hace válido para cualquier versión y contrincante. Detiene con solvencia Van der Sar, se defienden con brío y orden bajo la batuta de Ferdinand y Vidic, se mueven al son de la zurda de Giggs, desequilibran con la voracidad de Rooney, y puntean con Chicharito, la revolución del gol. Un bloque; todo un señor equipo dirigido por Alex Ferguson, tan ambicioso como exitoso.

Van der Sar. Las manos del United. Afincado junto a su familia en Arderley Edge, un barrio aburguesado y residencial a las afueras de Manchester, el portero holandés, de 40 años, se ha ganado a pulso ser uno de los más queridos de Old Trafford. Capaz de rellenar el vacío que dejó Schmeichel -tras los intentos baldíos de Van der Gouw, Culkin, Rachubka, Bosnich, Taibi, Goram, Barthez, Ricardo, Howard y Carroll-, Edwin Van der Sar se retirará tras la final de la Champions, por más que Ferguson y sus compañeros quieran estirar su laureada carrera. Kilométrico (1,97 metros) y delgado, su habilidad para los balones aéreos y facilidad para los bajos le sitúan, incluso hoy en día, como uno de los mejores guardametas del planeta. Sobrio, sin alardes, solo flaquea en el juego con los pies. Pero apenas le hace falta, situada la zaga del Mufc siempre en las inmediaciones de su casa, el área.

Rafael. Un lateral de luces largas. El brasileño se ha cobrado un puesto como titular gracias a su desparpajo. No solo ha suplido a Gary Neville, un futbolista atornillado al lateral derecho desde hacía dos décadas, sino que le ha ganado la partida a jugadores como O'Shea, Evans y Brown, mucho más curtidos. Correcaminos infatigable, siempre atiende al frente como una vía de escape y de ataque. Su rapidez, al mismo tiempo, le ayuda a corregir la posición. Pero palidece en los balones altos y cuando le encaran lejos de su parcela. Ha agarrado la oportunidad al vuelo.

Vidic. Más que un defensa. Los errores se le cuentan como auténticas excepciones. Fuerte, rápido en la reacción, bueno en lo táctico, sensacional por arriba y marcador infranqueable. Es, además, un zaguero obsesivo con el trabajo. Entiende que dignifica el oficio con esfuerzo y dedicación. No es muy dicharachero pero sus palabras son irrebatibles en un vestuario tan jerárquico como el de Carrington, la ciudad deportiva de los red devils. Hasta el punto de que asume el brazalete de capitán cuando Ferdinand no está disponible. Ha realizado un curso estupendo y no se le recuerda un delantero que le haya sacado los colores. No tiene, sin embargo, buen pie para la salida de la pelota y gana torpeza a la que su aleja de su posición. La batalla con Messi asemeja uno de los platos fuertes de la final.

Ferdinand. Zaguero de los pies a la cabeza. Su curso ha sido bastante irregular, lastrado por sucesivas lesiones musculares. Le ha costado coger el ritmo, pero llega a Wembley a tono. Su capacidad de liderazgo es tan indiscutible como necesitada. No falla por arriba, jamás pierde en el choque y no se vence ante las triquiñuelas de los delanteros. Pieza táctica, escoge con acierto cuándo salir de su parcela y cuándo tirar la presión de la línea. Pero tiene más puntos débiles que Vidic, también con el pie torcido a la hora de jugar el cuero, lento en la corrección y un tanto agresivo, por lo que comete faltas al borde del área. Toda una autoridad dentro y fuera del campo.

Evra. El punzón inesperado. Un lateral box to box, que recorre el campo de área a área. Ha madurado con los años y selecciona con acierto cuándo percutir en campo ajeno. Habilidoso con el balón entre los pies, su regate en largo suele ser bien dañino. Pone centros medidos y es un seguro para mantener la pelota. De velocidad intimidante y arrancada potente, su punto flaco está en la retaguardia. Le cuesta medirse con rivales que le buscan las cosquillas a su derecha, su perfil malo, y sus espaldas suelen ser un paraíso para los extremos profundos. Importante en Old Trafford y en el vestuario, siempre con la broma a punto y la risa como respuesta.

Valencia. Un extremo de los que no quedan. De movimientos vertiginosos, casi siempre al hueco para dar profundidad al equipo, Valencia es un extremo puro, cómodo en el regate y ensamblado en la línea de cal para arrancar las jugadas. Se alimenta del jolgorio de la grada y no se apoca ante nadie. Un rayo con excelente toque para el centro, aunque con predilección acentuada en la salida hacia la derecha, sin demasiados recursos cuando le pillan el truco. No tiene zurda. Su generosidad defensiva, además, le hace fundamental en un costado donde Rafael también se anima al ataque. Quizá esta cualidad, la de contener las embestidas del lateral adversario, le haya encaramado a la titularidad frente a Nani, un primor técnico que apenas atiende al retrovisor.

Fletcher. Dos en uno. El medio centro escocés es el ojito derecho de Ferguson, toda vez que el futbolista le pidió marcharse del club hace dos inviernos, sin apenas oportunidades ante Carrick y Hargreaves, toda vez que Fergie le dijo que no se moviera de su sitio. Una lapa en lo defensivo, tira también de su inteligencia para anticiparse a los pases. El partido está en su cabeza y es el que selecciona los momentos de presión y de repliegue. Aunque no sea su fuerte, tampoco se esconde a la hora de llegar desde la segunda línea. Buen desplazamiento de balón y cabeceo. Su carencia pasa por el estado físico en el que se encuentra, tras dos meses de baja por una extraña infección en el estómago. Según sisean las paredes de Carrington, la mayor duda de Ferguson es si alinearle a él o a Carrick. Quizá los dos juntos, en una versión más defensiva del United.

Giggs. El toque, el pase, la magia. Elegante hasta para caerse, este zurdo no se desgasta con los años. Ya no corre como antaño, pegado al costado, con driblings de los que quitan el hipo y con asistencias en bandeja de oro. Los 38 años pesan en las piernas pero no en su cabeza, privilegiada para este deporte. Ferguson ha encontrado en el galés, con récord histórico (875) de encuentros como mancuniano, un medio centro con originalidad para la construcción y facilidad para conectar con la siguiente línea, bien al primer toque, bien tras un recorte atildado. Hábil para descuadrar las defensas rivales con sus llegadas desde atrás, ha encontrado en un lío de faldas el único reproche a su carrera. Un genio más que vivo.

Park. Vale para todo. Habla lo justo, introvertido como es, pero se expresa como pocos en el césped. Arriba, abajo, a cualquier costado... el pequeño coreano es muy grande. No ofrece nunca síntomas de debilidad, correoso en el marcaje, pillo en el ejercicio defensivo, inquebrantable en el esfuerzo. Es un apoyo para cualquier jugada, corrige a su línea con sus movimientos y no se le para ni con pegamento. Un jugador necesario. Conoce sus límites técnicos y los suple con argucia, siempre pendiente de las segundas jugadas, de los rebotes y de la anticipación. Jugará en el flanco izquierdo para atar en corto a Alves. Un duelo de menudos pero de alto copete.

Rooney. Por tierra, mar y aire. Condicionado por un inicio de temporada desastroso, cuando manifestó en sociedad su deseo de irse, Old Trafford le castigo con los abucheos, algo bien inusual en Inglaterra. A la que rectificó, Gazza, más cómodo como falso punta que de ariete, se ha vuelto a ganar el corazón de los hinchas. Un gol ante el Manchester City, una chilena memorable, supuso el punto de inflexión para Rooney, un futbolista total, que atesora calidad técnica, un tren inferior terrible, una velocidad envidiable, un remate certero y una voracidad inimitable. Domina todos los registros, incluso el de la pillería y el de la agresividad, quizá su punto débil cuando las cosas no le van de cara. Pero darle un metro supone darle la vida.

Chicharito. Un superdotado del gol. Excepcional en el remate, suerte que domina de forma superlativa, no hay balón que no tenga peligro en sus botas. Su efervescencia no ha encontrado límites y se ha cobrado el codiciado puesto de delantero centro del Manchester United. Su relación con el gol no parece tener fin y se engalana y reluce a la que la presión le exige respuestas. Nunca falla. Aunque pierde efectividad cuando se aleja de su hábitat, del área adversa, en el Manchester ha encontrado trabajo: puntear el juego colectivo. Le va a las mil maravillas.

Otros protagonistas

Smalling. El próximo central. Se ha ganado el puesto de central reserva, por delante de Evans y Brown. No flaquea demasiado en el toque y es un seguro en la faceta defensiva. Pero tiene pájaras, propias de la inexperiencia, que pueden costar partidos. Algo sagrado en un equipo que tiene a Vidic y Ferdinand como capataces de la zaga. Ferguson ya le ha señalado como un jugador y un recambio de futuro.

O'Shea. El mejor de los parches. Ha jugado de todo menos en las posiciones de ataque. Lateral por definición, no desentona como central y tampoco como medio centro. Buen cabeceador, sobrio en el corte -no se tira al suelo ni por asomo- y resuelto en la construcción, nunca dejará boquiabierta a la grada por su calidad. Pero es un multiusos; incluso ha sido portero improvisado, cuando el Mufc se midió en 2007 al Tottenham y se lesionó Van der Sar, con los tres cambios realizados. Un remedio de los buenos.

Anderson. De aquí para allá. Descifrar su fútbol es complicado. Cómodo en el ejercicio defensivo, se pierde en ocasiones al tomar las referencias. Acertado en la definición, le cuesta encontrar las posiciones de remate. Se desempeña, en cualquier caso, mejor de volante que de medio centro, mejor de ayuda que de timón. Tiene buen pie para la mezcla y buena visión, por más que le cueste tirar pases verticales. Va a momentos: unos excelentes, cuando parece que no hay quien le detenga; y otros horribles, cuando no da pie con bola.

Carrick. Gatillo fácil.Estas navidades parecían el fin de Carrick en el United. Old Trafford murmuraba a la que tocaba el balón y su pierna se encogía cuando se le exigía hilvanar el juego del equipo. La ausencia forzada de Fletcher le dio una nueva oportunidad que no ha dejado escapar; defensivamente correcto, no se encasquilla cuando toca jugar con los compañeros. Pero prefiere un ritmo pausado y, confortable en su guarida, le cuesta horrores empujar hacia arriba al equipo. Le gusta, sin embargo, probar fortuna con el disparo desde media distancia, por más que no acierte casi nunca. No sería raro que Ferguson le pusiera de titular.

Scholes. La gota de ingenio. Ya no aguanta un partido exigente, con las piernas y el físico pesarosos. Pero Scholsy es un artista, de esos que no negocia con los rivales sino con el balón. Su vista, privilegiada, es como si atendiera a los espacios desde lo alto de la torre del estadio. Ferguson le considera su hilo con el vestuario y, de paso, el mejor de los revulsivos. 20 minutos con Scholes en el campo pueden ser una eternidad para el contrincante.

Nani. La excelencia del quiebro. Tildado por muchos de individualista, el portugués se recrea en los regates porque es lo que mejor le sale. Disfruta al romper caderas y ha tomado el relevo de Cristiano Ronaldo. Ya no es un imberbe y en esta temporada ha tenido momentos brillantes, casi siempre como extremo izquierdo, donde puede recortar hacia dentro y soltar su ya temido latigazo. El teatro de los sueños aprueba su descaro y su valentía, por más que en ocasiones deje expuesto al equipo al contragolpe rival. Cuando finalice las jugadas será un futbolista de lo más completo, vertiginoso en carrera, solvente en el recorte y certero en el remate. Podría jugar en detrimento de Valencia, pero le pesa no ser generoso en el ejercicio defensivo.

Berbatov. La costumbre del gol. Con la clase por bandera, ha sido junto a Tévez (Manchester City) el pichichi de la Premier con 21 dianas. Firma goles de todos los colores, desde el borde del área, con el trasero o con la puntera. Le basta tener la pelota enfrente para poner en apuros al portero rival. Pero, frío y en ocasiones desganado, le cuesta entrar en los partidos exigentes. Solo así se entiende que no se le recuerden tantos ante rivales de enjundia y que Chicharito le arrebatara el puesto. Owen, un Balón de Oro, se queda en la recámara.

Chicharito celebra un gol del Manchester United, ante la mirada y felicidad de Rooney.
Chicharito celebra un gol del Manchester United, ante la mirada y felicidad de Rooney.REUTERS

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