Fiesta en paz bajo el sol
40.000 seguidores de ambos equipos vibran en zonas separadas de Valencia sin casi incidentes
En contra de los pronósticos, la climatología acompañó. Lucía un sol esplendido y una temperatura plácida que invitaba a estar en la calle a pasear por avenidas y los parques. Valencia estaba radiante. La capital del Turia era una fiesta desde bien temprano. El fútbol, la final copera, el Barça-Madrid, era el motivo apasionado para visitar la ciudad. El color azulgrana y el blanco dieron el contraste en cualquier zona de Valencia en las horas previas al duelo. Cuatro aficionados, tres del Barça y uno del Madrid, fueron detenidos por desorden público por la tarde y justo antes del partido en las inmediaciones de Mestalla y tres personas resultaron heridas tras una carga policial. Pero en general reinó la armonía entre los 40.000 seguidores de las dos aficiones.
Dos zonas definidas y separadas entre sí por unos dos kilómetros albergaban y distraían a las dos antagónicas aficiones. Los madridistas tomaron el antiguo cauce del río Turia. Dos carpas blancas les servían de cuartel general. En ellas sonaba música de discoteca. Los aficionados bailabanTambién había mucho alcohol.. La gente bebía y se divertía. A la entrada había una copia de cartón de la fuente de Cibeles, el icono de las celebraciones madridistas. La foto ante la falsa divinidad era un ritual mil veces repetido. Hasta allí se acercó una pareja algo despistada. Vestían los colores del Espanyol. ¿Con quién vais esta noche? "La pregunta ofende. Por supuesto, con el Madrid", respondió la chica. Ambos habían llegado expresamente de Barcelona para animar al enemigo del eterno rival.
Más bucólico yextraña resultaba una joven pareja. Él, con una camiseta del Madrid; ella, del Barcelona. Dos hermanos llegados de la localidad valenciana de Ontinyent también formaban un lazo familiar extraño. José Enrique es del Barça y se encontraba en territorio comanche. A Rafa le motiva el Madrid. "Después acompañaré a mi hermano", explicaba el merengue. No todos tenían entrada. Siete amigos de Salamanca llegaron para vivir el momento único.Una de ellos se confesaba del Barcelona. Solo dos tenían entradas. verían el partido en directo en el estadio.
El ambiente era único. Los madridistas lucían el blanco, el morado, el rojo de España e incluso la camiseta del Schalke con el 7 de Raúl. Muchos llevaban atada al cuello, o la cintura, la bandera española. "¡Hala Madrid, Hala Madrid!" era el cántico más escuchado junto a los de apoyo a Mourinho.
A un kilómetro de Mestalla, en la Universidad Politécnica, el color era azulgrana. y en la que se dieron cita los aficionados barcelonistas.Hasta 15.000 seguidores del Barça pasaron por la zona. También había música y bebida. El color azulgrana era homogéneo.Llegar hasta allí no venía de paso, había que desplazarse. "Som uns colors, som una manera de fer" (somos unos colores, somos una manera de hacer), rezaba una camiseta. Otros vaticinaban una victoria agónica."Ganaremos 2-1 y de penalti con expulsión y en el último minuto", decía con sorna un aficionado. llegado desde Barcelona.Desde la capital condal también se acercó unreivindicativa grupo que pedía firmas de socios para que se votara sobre el logo de Catar en la camiseta. Todos cantaban "¡Barça, Barça!". Y coreaban a Guardiola. Comenzaba a esconderse el sol, se acercaba la hora de la verdad. Valencia, dividida entre las dos aficiones, era una fiesta.
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