Con David Luiz todo es posible
El central desarticula al Manchester City y engancha al Chelsea en su lucha por la Premier
A falta de juego, de fútbol y de recursos, bien vale David Luiz, un central supremo en el marcaje y oportunista en el remate. Su cabeza tiene un imán y su puntería vale un imperio. Sobre todo para este Chelsea, que cuenta con un elenco de arietes estupendos reñidos con el gol. Torres a la cabeza. Pero David Luiz, que ya aplastó hace nada al Manchester United en la Premier, que atrae por su estética -una melena larga y rizada-, por su fiabilidad en el cerrojo y su confianza, cabeceó a gol para impulsar al Chelsea y anestesiar al Manchester City, un equipo de mucho gasto y escaso fútbol, que impone su físico ante los menores y se somete ante los grandes.
Casi son dos calcos. Chelsea y Manchester City, equipos de músculo y pie atrofiado, son de un corte similar, diferenciados por pequeños matices, grandes futbolistas, que imponen su sello, su marca registrada. Los centrales rompen y marcan más que pasan, los laterales destacan por su vocación ofensiva, los ejes persiguen a la pelota y al rival antes que a la asociación, utilizan a un medio centro como interior diestro y los delanteros prefieren el remate al quiebro. La pieza que rompe la tienen en la banda izquierda. Silva como citizien y Malouda de blue. El primero prefiere mezclar que profundizar, más cómodo con el toque que con el desborde; y el segundo, menos habilidoso, prima a la carrera sobre el juego del tuya-mía. Una característica, sin embargo, capital en Stamford Bridge; los huecos se originaban por la vagancia en la transición defensiva, reacios los hombres avanzados a recobrar su posición. Se exigía el galope y Malouda, puñal a la carrera, aceptó el reto y los galones, el gobierno del encuentro. Pero el mariscal, el que lo definió, fue David Luiz, con el que todo es posible.
CHELSEA, 2 - MANCHESTER CITY, 0
Chelsea: Cech; Ivanovic, David Luiz, Terry, Cole; Ramires, Essien, Lampard; Kalou (Zhirkov, m. 77), Torres (Drogba, m. 70), Malouda (Anelka, m. 70). No utilizados: Turnbull, Bosingwa, Mikel y Ferreira.
Manchester City: Hart; Richards, Lescott, Kompany, Kolarov; Barry, De Jong; Milner (Adam, m. 81), Touré (Ballotelli, m. 81), Silva; y Dzeko. No utilizados: Taylor, Boyata, Boateng, Vieira, Whright-Phillips.
Goles: 1-0. M. 78. David Luiz cabecea una falta sacada por Drogba. 2-0. M. 92. Ramires marca en una jugada individual.
Árbitro: Chris Foy. Amonestó a Milner, De Jong, Ramires, Barry, Kolarov y David Luiz.
Stamford Bridge. Unos 40.000 espectadores.
Firme en sus convicciones, Mancini entiende el fútbol como un juego de contacto, donde estorba la genialidad y se impone el físico. Barry, De Jong, Touré y Milner, cuatro medio centros en el equipo, mucha brega y ningún ingenio. No tienen pie para el pase interior y se encasquillan en los movimientos de entrelíneas. Deficiencias que expresan su apuesta, siempre con el pase directo y el balón largo al generoso pecho de Dzeko -Tévez, lesionado, bostezaba literalmente en la grada-, que procuraba absorber la pelota para aguardar la llegada de Silva. Un arma que no funcionó porque Silva estaba espeso, sin ideas ni huecos, sin regate ni disparo. Entre otras cosas, porque Ivanovic reprimió sus impulsos de correr por el carril y porque David Luiz es el mejor apoyo posible para restar parcelas, siempre atento al corte y excelente en lo táctico, quizá un poco bruto en maneras pero eficaz como pocos. Hasta en el área adversa. Anulado Silva, desdibujado el Manchester City, que giró el cuello desde la delantera y se desfondó en defensa.
Sin un centro del campo capaz de filtrar asistencias que descuenten rivales, el Chelsea optó por la embestida colectiva, casi siempre inclinada al costado izquierdo. Malouda como catapulta, como aguijón. Balón pegado a la bota izquierda. La táctica, válida en el arranque porque el Manchester City se replegaba tarde, se diluyó en el área rival, donde echaba el candado la primera línea adversaria, donde los huecos se reducían a la mínima expresión. Territorio de Torres, que salió como único punta (Drogba y Anelka se quedaron de inicio en el banquillo), escoltado por dos extremos, apuesta de Ancelotti para encontrar el sistema adecuado para El Niño, seco desde que se pusiera la zamarra blue, hace ya siete encuentros. No dispuso Torres de opciones para el remate, por lo que se sacrificó para el Chelsea. Bien con movimientos hacia atrás para conectar a un toque con las bandas; bien con arrastres que dejaran hueco a las internadas de Malouda. Así, el zurdo conectó dos disparos, ambos a las manos de Hart. Lo mismo que el golpeo de Touré en la portería contraria, tan centrado como inofensivo.
Pero Malouda, intermitente por definición, acabó por esconderse y el Chelsea, sin capacidad de reinvención, perdió la fe. Sobre todo porque el colegiado no señaló un claro penalti de Lescott, que sacó la mano dentro del área para desviar un centro de Ramires. Y Ancelotti, desgastado porque el ataque no daba sus frutos, cambió de pócima y puso en el campo a Drogba y Anelka por el propio Malouda y Torres. Cambio de apuesta: de la carrera al patadón. Igual resultado con la pelota en juego. Pero opuesto a balón parado, donde la bota de Drogba es un filón. La falta, fuera del área y pegada a la banda, la sacó al punto de penalti, donde David Luiz saltó, marcó los tiempos y cabeceó al segundo palo, a la red. Un gol para el desahogo, una diana para resolver el partido, también adornado por el segundo tanto, el de Ramires, que culminó sobre la bocina una jugada individual preciosa.
Victoria para el Chelsea que se engancha a la cabeza, a nueve puntos del líder (Manchester United) y con un partido menos. David Luiz mira hacia el área opuesta, hacia arriba.
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