Los regalos se los lleva el Betis

Con el nuevo horario, los precios populares y la entrada gratuita para los menores de 15 años se pretendía crear un ambiente festivo y a fe que se consiguió. Pero más que por la afición local, que acudió remolona y en el número habitual, fue gracias a la rumbosa hinchada visitante. Unos 800 béticos impusieron sus cánticos, su amor por la jarana y la pasión por su equipo a pesar de su inferioridad numérica para mantener intacta la escarapela que le acredita como una de las mejores aficiones de España a pesar de su ajetreado presente institucional y deportivo.

Ante semejante panorama en las gradas, el Betis, obligado a remontar el 1-2 de la ida, se remangó desde el inició en busca de la victoria. Valiente e incisivo comenzó a percutir sobre la aletargada zaga getafense. Primero Jorge Molina, después Rubén Castro, más tarde Salva Sevilla y siempre con el empuje y el músculo de Emaná, el Betis fue adueñándose del partido. Los de Míchel apenas se sacudían el dominio con esporádicos fogonazos de Mosquera que, desde la segunda línea y con menos obligaciones defensivas que en otras ocasiones, enseñó su clase con un zurdazo desde treinta metros y con otro disparo ajustado que asustó al meta Casto.

Pero sin el convaleciente Pedro Ríos y con Manu y Gavilán en el banquillo, el Getafe no tenía ni desborde ni despliegue por bandas y sus ataques se convertían en una suerte de atascos junto a la frontal del área verdiblanca. Poco Getafe y mucho Betis. La conmovedora zancada de Emaná acogotaba una y otra vez a un equipo azulón destemplado como la mañana pero no llegaba el premio. Ustari no tuvo respiro durante todo el primer tiempo. De sobresalto en sobresalto, solventó la papeleta con tanta suerte como acierto y respiró aliviado con el pitido del descanso.

Michel movió ficha y retocó la pizarra dando entrada a Manu y retirando a Mosquera, el mejor de los locales en el primer acto. Pero lejos de cambiar la inercia, en la reanudación se confirmaron todos los indicios. A pesar de la lesión de Emaná que después de su gran faena se vio obligado a abandonar por la puerta de enfermería dejando huérfano a los suyos, el Betis se lanzó a la conquista.

Rafa despejó sobre la línea de gol un remate de Rubén Castro como aviso previo al primer gol. Jorge Molina aprovechó una dejada de cabeza en la frontal para descoser el centro de la defensa getafense y superar por bajo a Ustari. El premio era tan merecido como insuficiente. Los de Mel necesitaban un gol más para superar la eliminatoria y, con la confianza del que se sabe dominador y el apoyo de sus fieles, no pararon hasta conseguirlo. Una simple pared de manual de Salva y Rubén Castro bastó para desarmar de nuevo al Getafe. El revoltoso delantero se quedó solo en su hábitat natural y fusiló a placer.

En ese instante el Getafe asumió que estaba eliminado de su competición fetiche, esa que ha engalanado la trayectoria azulona en el último lustro con dos finales y una semifinal en su hoja de servicios. Pero ya era demasiado tarde. El Betis se amuralló en torno a su portería y resistió la protocolaria embestida final de los locales que en la que iba a ser su mañana de Reyes, solo recibió carbón. El partido se convirtió en un correcalles, Rubén Castro sentenció la eliminatoria al contragolpe y Casquero logró el tanto del honor para los locales. Pero los regalos fueron para el Betis que en cuartos de final recibirá al Barcelona.

Getafe 1 - Betis 3