Nadal, a semifinales entre brillos y silbidos
Nadal vence a Berdych y jugará contra Murray después de una exhibición de carácter competitivo tras discutir con el juez de silla
Hay abucheos. Hay silbidos. Hay un tenista que discute con el juez de silla y el supervisor del torneo mientras el público le acompaña con esos mordiscos: "¡Esto es una locura! ¡No quiero jugar más!", parece decir Rafael Nadal mientras amaga con sentarse, se enciende la grada y le mira el checo Tomas Berdych. Esto dice el marcador: 5-6 y 15-30 para el número seis del mundo. Esto protesta Nadal: con 15-15, Carlos Bernardes, el juez de silla, impone su criterio al del juez de línea y canta fuera una bola de Berdych que el mismo español parece señalar como mala, pese a que consigue mantenerla en juego.
El número seis pide la revisión del Ojo de halcón: fue buena. El juez decide darle el punto al checo (15-30), en lugar de repetirlo. Se arranca entonces la serenata de protestas, pitidos y abucheos. A Nadal, sin embargo, nada le altera: gana 11 de los siguientes 15 puntos, vence 7-6 y 6-1, y se clasifica invicto para semifinales, donde jugará contra el escocés Andy Murray. Son las cosas del número uno. Donde él debió desenchufarse, alterado por tantos dimes y diretes, fue Berdych quien acabó hecho un lío.
"No quiero explicar lo que ha pasado en inglés, porque me voy a equivocar", dijo el español. "Creo que el juez de silla se ha equivocado, pero quizás haya sido yo", continuó. "Ha sido una victoria muy importante", explicó el español sobre la pista. "Cada día he jugado un poco mejor".
El metal de Iron Maiden sonó en los altavoces como banda sonora de esa exhibición de carácter competitivo. Adrian Smith, uno de sus guitarristas, andaba por el O2 Arena. Allí sí que había un hombre hecho de hierro, acero y piedra. Allí sí que estaba Nadal, que necesitó de su mejor versión para imponerse al número seis del mundo.
Fue un Berdych sorprendente. Frente al tenista que solo había sido capaz de imponerse en 9 de sus 22 partidos desde la final de Wimbledon, en checo arrancó con convencimiento. Su capacidad se midió tanto en el campo propio como en el contrario. De inicio, se procuró dos bolas de break (1-0 y 15-40) que Nadal solucionó desde el saque.
A continuación defendió su servicio frente a una doble oportunidad del español (2-2 y 15-40), que hizo todo lo necesario para ganar el primer punto y se topó con una jugada en la que Berdych mezcló sutilezas (un precioso revés cortado cruzado desde casi fuera de la pista) y talento (pasante paralelo de derecha). El checo se jugaba la clasificación y no estaba dispuesto a que se repitiera la final perdida en Wimbledon. Con el revés cruzado abría violentamente la pista. Con el paralelo, remataba. Caminaba hacia adelante igual que un cosaco y su montura: rápido y con la raqueta llena de voleas afiladas.
Los largos brazos del checo hicieron mucho en su favor. Desplazado de un lado a otro como un parabrisas por los golpes de Nadal, que repartía maliciosos mazazos a diestro y siniestro, tuvo la envergadura necesaria para responder a tiros que normalmente no vuelven. Jugó con fuerza. Sacó con furia.
Llegó entonces la decisión del juez de silla y se enredó el partido. Terreno Nadal. Mañana, en semifinales de la Copa de Maestros por primera vez desde 2007, le espera el británico Andy Murray.
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