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396 partidos sin perder

Esther Vergeer, la mejor tenista en silla de ruedas, explica en Valencia las claves de su carrera

Lo primero que llama la atención de Esther Vergeer, holandesa de 29 años, es la poderosa musculatura de brazos y espalda, en contraste con la dulzura de unos grandes ojos azules. Se entrena los siete días de la semana no solo para ser la mejor tenista en silla de ruedas de todos los tiempos, sino para "no depender de papá y mamá". Desde que se quedara parapléjica a los ocho años tras un error médico en una operación para tratar un defecto en la espina dorsal, Esther ha querido ser independiente.

Autónoma y rápida en una silla de ruedas hasta convertirse en una deportista de élite casi de manera inevitable. Lo fue primero como jugadora de baloncesto (campeona de Europa en 1998) y lo es ahora en tenis, habiendo de aparcar el básquet por las lesiones y porque no le queda tiempo de nada más: también se licenció en Económicas y en Derecho en la universidad. Y ya suma 396 partidos sin perder, desde febrero de 2003, por lo que la primera pregunta resulta inevitable: ¿No se aburre siendo tan superior a las demás?

"En las primeras rondas de los torneos, un poco sí, pero aprovechó para poner en práctica lo que aprendí. Cada día quiero ser un poco mejor que el anterior: física, mentalmente", responde mientras se toma un refresco en su primera visita a Valencia, invitada al Open 500 por la Fundación Laureus, de la que es embajadora de Holanda desde hace dos años. Esther se toma muy en serio el entrenamiento: "pesas, movimientos en la pista e imitar correr con los brazos (es la única manera de entrenamiento cardiovascular que tenemos"), explica, además de practicar el yoga y la meditación.

En el tenis prevalece la fortaleza mental, advierte, antes de subrayar que Rafa Nadal no solamente destaca por su hambre de victoria en la cancha sino por parecer absolutamente relajado, controlando cada centímetro de la pista. Aunque su favorito en el circuito masculino sea Roger Federer y en el femenino Kim Clijsters, tanto por el estilo de juego como por la actitud.

"Echo de menos el espíritu de equipo del baloncesto, pero me gusta el deporte individual porque soy responsable de todo lo que hago", añade la campeona holandesa, tan ambiciosa en la cancha que no deja que la pelota bote las dos veces permitidas sino que la ataca tras el primer bote. "Es la mejor manera de meter presión a la rival", dice, en alusión a la única regla diferente del tenis para en silla de ruedas. El resto es igual: las raquetas, las bolas, el tamaño de la cancha y la altura de la red.

Precisamente la volea es el punto débil de Vergeer, según indica, porque cuando sube a la red solo puede responder con el perímetro de los brazos: ni saltar ni moverse a los lados. Una limitación idéntica para todas sus competidoras, claro, la mejor de las cuales es su compatriota Korie Homan. ¿Por qué las mejores son holandesas? "Porque allí nos tratan igual que a los otros deportistas y porque, al ser un país pequeño, nos entrenamos mucho juntas".

¿Está bien pagada? "Soy semiprofesional. Vivo de los clínics, las conferencias y los torneos. Hasta hace tres años, por ganar un torneo sólo te embolsabas unos 900 euros; ahora ya estamos en el circuito de los Gran Slams y eso supone uno 5.000 euros". ¿Su próxima meta? "El oro de los Juegos de Londres 2012 [sería el cuarto] y después tal vez retirarme y tener hijos (tengo novio desde hace dos años)", concluye. Para entonces quizá lleve ya nueve años sin perder.

Vergeer, la mejor tenista del mundo en silla de ruedas, en Valencia.
Vergeer, la mejor tenista del mundo en silla de ruedas, en Valencia.JORDI VICENT

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